Internacional

El colapso de Afganistán devalúa el papel de la OTAN

El fracaso al tratar de reconstruir Afganistán democráticamente tras 20 años de presencia militar de la OTAN deja a los aliados muy tocados como proveedores de seguridad frente a la

El fracaso al tratar de reconstruir Afganistán democráticamente tras 20 años de presencia militar de la OTAN deja a los aliados muy tocados como proveedores de seguridad frente a la pujanza de China o Rusia.

Hace solo dos meses, los líderes aliados reunidos en una cumbre en Bruselas abordaban la retirada de Afganistán, tras 20 años de presencia militar en el país asiático a raíz de los atentados de Al Qaeda en territorio estadounidense, como un asunto más de una agenda en la que destacaban los planes de modernización de la Alianza.

En la cita -la primera cumbre aliada a la que asistía el presidente estadounidense, Joe Biden-, confirmaban su compromiso de seguir entrenando y financiando a las fuerzas e instituciones afganas, y de garantizar fondos para el funcionamiento del aeropuerto internacional en Kabul.

Esta semana, un “entristecido” Jens Stoltenberg, secretario general de la organización, consideraba responsables de la vuelta de los talibanes al poder a los políticos afganos y justificaba que la Alianza tenía que elegir entre “irnos y correr el riesgo de ver que los talibanes recuperaban el control, o quedarnos y arriesgarnos a renovados ataques y a una misión de combate abierta

Pero de hecho, “20 años de implicación civil-militar de Occidente y miles de millones de dólares invertidos en la reconstrucción democrática de Afganistán no han marcado ninguna diferencia”, indicó a Efe la experta sénior en Gobernanza y Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea de la fundación Bertelsmann Stiftung, Stefani Weiss.

Desde su punto de vista, todos los que han trabajado en Afganistán por la paz, la democracia o los derechos humanos, así como por el establecimiento de un Estado constitucional con fuertes instituciones de seguridad, como el Ejército o la Policía, “han perdido o fracasado”.

A 31 de mayo, solo el fondo fiduciario establecido en 2007 para financiar a las fuerzas de seguridad afganas -uno de sus cuatro medios de financiación- había proporcionado un total de 3.400 millones de dólares (2.900 millones de euros).

Defensa colectiva lejos de casa

La OTAN se implicó en Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos que causaron 3.000 víctimas y activaron por primera vez del artículo 5 del Tratado de Washington, la piedra angular de la Alianza: la llamada a la defensa colectiva.

El objetivo, que llevó a las fuerzas aliadas lejos de su espacio natural transatlántico -y de su tradicional rival, Rusia- era asegurarse de que el país asiático no volvía a ser un lugar seguro para terroristas internacionales.

En primer lugar desde 2003 al mando de una misión de combate respaldada por la ONU, la ISAF, y a continuación con otra desde 2015 centrada en asesorar y entrenar a las fuerzas afganas, la OTAN trató de que las instituciones del país fueran asumiendo la responsabilidad de su seguridad.

La misión de combate llegó a contar con 130.000 tropas de 50 países de la OTAN y socios.

Pero las potencias occidentales se enfrentaban a a un país muy fragmentado étnicamente y con arcaicas tradiciones culturales: “Está más claro en el caso de Afganistán que en otras misiones que la democratización y construcción de una nación no pueden alcanzarse desde el exterior. Finalmente debemos ser honestos en esto”, consideró Weiss.

Además, los pacificadores se enfrentan también al riesgo de ser vistos como ocupantes.

En opinión de esta experta, queda por ver, caso por caso, si este tipo de misiones de adiestramiento, con las que la OTAN pretende evitar poner botas sobre el terreno y desarrollar las capacidades de los propios países que piden ayuda -como Irak- cuentan con los medios necesarios para contribuir a las metas que persigue la Alianza.

Prestigio

Stoltenberg pidió esta semana realizar una evaluación “clara y honesta” del papel de la OTAN en Afganistán y admitió que hay “muchas lecciones por aprender” al tiempo que defendió logros como el haber evitado nuevos ataques terroristas procedentes de ese país.

El alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, reconoció el martes que en Afganistán se ha logrado cumplir el objetivo de destruir a Al Qaeda, pero no el de construir un estado moderno capaz de garantizar las libertades fundamentales y los derechos humanos, en especial los de las mujeres y niñas.

Para expertos como Weiss “el daño es indudablemente grande” y afecta a la credibilidad de Estados Unidos a la hora de proporcionar garantías de seguridad.

“China y Rusia se regocijan” de esta situación, según dijo, si bien un respaldo al nuevo estado talibán por parte de ambos países podría plantearles dificultades con sus minorías musulmanas.

Frente a la pujanza militar de China y ante la deriva nacionalista que emprendió Estados Unidos con Trump, Europa ya trabaja en una nueva autonomía estratégica que le permita ser menos dependiente a nivel de defensa.

La decisión unilateral de EEUU de acordar con los talibanes en febrero del año pasado la salida de sus tropas arrastró fuera del país a los demás países, incapaces de poder continuar allí sin el respaldo estadounidense.

El colapso de la misión en Afganistán ha terminado dando la razón a los críticos con la expansión del mandato de la OTAN fuera del área transatlántica.

“Después de todo, solo debes entrar en guerras que puedas ganar”, concluyó Weiss.

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