Es una decisión que el Vaticano hubiera podido impedir: el próximo 30 de marzo, la rama milanesa del banco de inversión JP Morgan Chase cerrará la cuenta nº 1365, detenida por la Santa Sede vía su banco el Instituto para las Obras de Religión (IOR), oficialmente por sospechar actividades financieras ilegales.
El pasado 15 de febrero, JP Morgan había notificado al Vaticano de este cierre por correo después de que los banqueros del Vaticano no fuesen capaces de contestar a varias peticiones sobre las transferencias hechas en la cuenta. El diario económico italiano Il Sole 24 Ore pudo obtener una prueba documental de que el Vaticano ha transferido en 18 meses más de 1.500 millones de dólares desde cuentas que tiene en Alemania. La cuenta de JP Morgan se vacía diariamente y sólo se usaba para esas transferencias. Unas operaciones que no son ilegales, pero el hecho de que los banqueros del Vaticano no pudiesen explicar el porqué de transferir tanto dinero en tan poco tiempo llevó al banco a decidir cerrar la cuenta.
La corrupción y el 'Vatileaks'
Este cierre, también revelado por el Corriere della Sera y La Stampa, ocurre en el peor momento para el Vaticano, que tiene dificultades para cumplir con las normas internacionales de transparencia financiera. En septiembre de 2010, la policía fiscal italiana congeló 23 millones de euros de fondos del Vaticano depositados en bancos italianos, a causa de una investigación en curso por blanqueo de dinero. La Santa Sede rechazó cualquier actividad ilegal y lo justificó como meras transferencias de fondos entre sus cuentas.
Pero el Vaticano tiene además que desembarazarse de otro escandalo que la prensa calificó de "Vatileaks": la publicación de varios documentos confidenciales que incluyen cartas escritas de la mano del propio Benedicto XVI. Esas cartas, publicadas por el periódico Il Fatto Quotidiano, revelan disensiones en la jerarquía vaticana sobre el grado de transparencia que hay que conceder en algunas operaciones.
Una de las cartas filtradas divulga como el Cardenal Carlo Maria Viganó -trasladado a toda prisa a la cabeza de la embajada vaticana en EEUU- comenta a Benedicto XVI la "corrupción desenfrenada" que existe dentro de la Santa Sede. En esa carta, sellada con sello oficial, Viganó trata de persuadir al papa para que le permita quedarse en Roma y así, seguir con su lucha contra el fraude laboral: "Santo Padre, mi traslado en este momento provocaría mucha desorientación y desánimo en los que han creído que era posible limpiar tantas situaciones de corrupción y abuso de poder, que se arraigaron en la dirección de tantos departamentos."
El padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, no negó la autenticidad del documento, anunció la apertura de una investigación interna y aseguró que el Vaticano hacía todo para demostrar que sus cuentas son claras. Pero a pesar de los esfuerzos, siguen las sospechas: el Departamento Estatal de EEUU citó a principios de marzo a la Santa Sede entre los países que practican el blanqueo de dinero, como Honduras o Siria. Según el columnista de Breaking Views Pierre Briançon, "El brazo financiero de la Santa Sede ha estado buscando la absolución por sus pasados pecados en los últimos dos años, pero sigue siendo reacio a confesar lo que hizo mal."
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