Internacional

El día que Fidel Castro humilló a Gorbachov

En abril de 1989, el último dirigente de la Unión Soviética quedó noqueado ante la verborrea y las punzadas de su anfitrión en La Habana, que le desafió durante su estancia en la isla

La visita a Fidel Castro en La Habana fue el encuentro internacional más difícil para el peregrino de la Perestroika y la Glasnost. Mijaíl Gorbachov fue desafiado y diplomáticamente humillado por el dictador cubano hasta el último minuto de su estancia en la isla.  

Con el último presidente de la Unión Soviética ya de regreso a Moscú, el líder cubano explicaba a la televisión nacional -y única- por qué en su retorno al aeropuerto, Gorbachov utilizó un automóvil cerrado y no el descapotable que le permitió saludar a su llegada a los ciudadanos cubanos que le aplaudían y vitoreaban: "Hacía un poco de fresco y temíamos que se resfriara", justificó. No hace falta conocer en profundidad la climatología de Cuba para deducir que la explicación del comandante era una última y cínica patada verbal en la espalda del padrino soviético. La privación del homenaje sincero -y no organizado por el régimen- de los cubanos.

Los cancerberos de la ortodoxia marxista-leninista tropical no iban a tolerar la "gorbymanía" que se desataría más tarde en Bonn, París o, incluso Washington D.C

Los cancerberos de la ortodoxia marxista-leninista tropical no iban a tolerar la "gorbymanía" que se desataría más tarde en Bonn, París o, incluso Washington D.C. La perestroika y la glasnost, sobre todo esta última, la transparencia y la apertura a la información libre e independiente, era para La Habana un virus al que rápidamente se puso remedio antes y después de la ilustre visita de su principal agente contaminante.

Las publicaciones que en la URSS desataban el interés de una población habituada a décadas de información oficial, es decir, de mentiras y noticias falsas, (Las revistas 'Sputnik' y 'Novedades de Moscú', entre otras) fueron inmediatamente censuradas, en su versión española y rusa, en el territorio del más fiel aliado soviético en el Continente americano. Los pilares del régimen cubano no podían admitir el peso de la libre opinión expresada a través de medios plurales. 

La perestroika implicaba el fin del castrismo

Que la perestroika en su aspecto económico y social fuera un desastre en la URSS ayudaba al líder cubano a buscar excusas para oponerse a la nueva doctrina inspirada por Moscú. Pero esa misma perestroika, en su versión política, y la 'demokratizatsiya' hubieran puesto fin, simple y certeramente, a la experiencia política iniciada en 1959. Si Castro hubiera seguidos los pasos de Gorbachov, se habría visto obligado a admitir, como hizo la URSS en el mes de febrero de 1990, el fin del artículo constitucional que declaraba al Partido Comunista como la única formación política legítima. Es decir, hubiera reabierto a Cuba al pluripartidismo que disfrutó la isla entre 1940 y 1952.

Treinta años de férreo control inspirado por su protector soviético podían venirse al traste por las reformas emprendidas, precisamente, por el secretario general del PCUS. Fidel Castro ya advirtió, antes de la llegada del Ilyushin-62 de Gorbachov, que "pasaban cosas tristes" en los países de Europa Central y Oriental que hasta entonces englobaban el "campo socialista". Para él, las ideas puestas en marcha en la Unión Soviética eran inaplicables a tan poca distancia del "enemigo" norteamericano. Un reconocimiento de la vulnerabilidad del ideario impuesto tres décadas antes. Su hermano Raúl era más expresivo: "Si alguien no está contento, que se vaya a Polonia o a Hungría".

El discurso de Castro ya ante su visitante en la Asamblea Nacional dejaba claro el rechazo de Cuba a bendecir las ideas de Gorbachov, pero lo travistió a su manera: "Nosotros no tenemos ni hay razón para tener ningún tipo de desavenencia con la Unión Soviética. Los que se imaginan que tales desavenencias pudieran surgir, parten de conceptos absolutamente erróneos, de conceptos absolutamente equivocados; parten del análisis simplista de la forma en que en la Unión Soviética llevan a cabo su proceso de reestructuración y de la forma en que nosotros llevamos a cabo lo que hemos dado en llamar nuestro proceso de rectificación, y la esencia de la cuestión es que ambos países, ambos partidos, parten de los mismos principios: de los principios de la aplicación del marxismo-leninismo, a las condiciones concretas de cada país". Traducción, para Castro, Cuba ya había iniciado la perestroika, aunque en ese punto del caribe se llamaba "rectificación" ("de errores y tendencias negativas"). Y, siempre, claro está, con el fin de perfeccionar el inmutable sistema marxista-leninista.

Fidel Castro: "¿Stalin, yo?"

Más tarde se permitió enumerar lo que a su juicio fueron errores de la Unión Soviética y en ese punto se refirió a "los problemas de la época de Stalin que nosotros no hemos vivido, a menos", remachó, "que me consideren a mí una especie de Stalin, y, en ese caso, yo diría que todas mis víctimas gozan en nuestro país de excelente salud". 

Solo tres meses después de la visita de Gorbachov, los hermanos Castro instigaron un juicio contra dos de los más relevantes personajes en el ejército y en el ministerio del Interior; una copia de los procesos del fiscal soviético Andrei Vyshinski a finales de los años 30. El general Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia fueron ejecutados -con sus dos ayudantes- después de ser acusados de organizar un tráfico de estupefacientes, diamantes y marfil. Ochoa y De la Guardia, también considerados como los 007 de Cuba, no podían actuar sin el conocimiento de los hermanos en el poder. Eran los encargados, entre otras cosas, de obtener divisas para el régimen y de entrar en contacto con Pablo Escobar, además de efectuar operaciones clandestinas, desde Argentina a Nicaragua, pasando por Colombia o Panamá.

Pero su silencio mediante eliminación intentaba frenar -según otros cubanólogos, disidentes y parte de sus familiares- su cercanía con las tesis defendidas por la perestroika. Arnaldo Ochoa, héroe militar en las campañas de Angola y Eritrea, estudió en las escuelas de guerra de Rusia y seguía en estrecho contacto con generales soviéticos cercanos a Gorbachov. Para muchos cubanos, de dentro y del exilio, la ejecución del "perestroiko" Ochoa cerraba la posibilidad de un posible "pustch", inspirado por Moscú.

Otro "perestroiko", el ministro del Interior de la época, José Abrantes, guardaespaldas personal de Fidel Castro en Sierra Maestra, reconoció antes de la llegada de Gorbachov: "Estamos en presencia de cambios ante los que no podemos cerra los ojos". Meses más tarde, fue condenado a 20 años de prisión y murió en la cárcel en 1991, supuestamente a causa de un infarto. 

Fidel jugaba en casa y Gorbachov parecía noqueado ante la verborrea y las punzadas de su anfitrión

Fidel jugaba en casa y Gorbachov parecía noqueado ante la verborrea y las punzadas de su anfitrión. Su corta visita se acababa y solo quedaba celebrar la rueda de prensa final. Más de medio millar de periodistas de todo el mundo fuimos testigos de un pugilato semántico que enervó al anfitrión. Fidel Castro abroncó a más de un periodista por simples preguntas sobre la aplicación de la perestroika en Cuba, o si las reformas de Gorbachov podían ayudar a la mejora de las relaciones entre La Habana y Washington D.C. La corresponsal de la agencia EFE en Moscú, Silvia Odóriz, fue una de las que la que tuvo más arrestos y no se dejó desmontar ante la ira del sátrapa barbudo. Un periodista chileno fue incluso abroncado y aleccionado por un iracundo comandante sobre lo que tenía que decir. Gorbachov había manifestado, antes, la necesidad de dejar de desinformar, la necesidad de la glasnost y de la libertad de prensa.

Castro, ya al límite ante la insistencia de los periodistas, advirtió que solo se admitía una pregunta más, a lo que Gorbachov, en un último y tímido sopapo contestó: "Una no, dos más". Se ponía fin así al encuentro de Fidel Castro con "el compañero Gorbachov", que ya en el avión de vuelta rumiaba la que sería una contundente respuesta de Moscú. 

Ni perestroika ni glasnot, ruina

Desde los años 70, las exportaciones cubanas se dirigían en un 85% hacia la URSS, que compraba el azúcar cubano mientras enviaba petróleo y otros productos de consumo a la isla, desde ropa, hasta conservas enlatadas. Mijaíl Gorbachov no podía seguir salvando un sistema económico en Cuba tan ineficaz como el que quería reformar en su país. Además, necesitaba dinero para sus propios ciudadanos.  Es decir, cambiando la letra de la canción del trovador propagandista, Carlos Puebla: "Se acabó la subvención, llegó Gorbachov y mandó a parar". El fracaso de la economía centralizada y la ausencia de iniciativa privada había hundido a la URSS y a sus satélites en Europa, en África y en el Caribe. 

Después de la crisis de los misiles de 1962, Castro pasó del "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita", a hacer pasar al último jefe soviético como un traidor al socialismo

Ese intercambio con Cuba no era solo comercial, miles de jóvenes isleños sirvieron como carne de cañón en las aventuras bélicas soviético-castristas en África. Gorbachov ya había decidido en 1985 que los militares de su país no defenderían a Cuba en caso de agresión norteamericana. Después de la crisis de los misiles de 1962, Castro pasó del "Nikita, mariquita, lo que se da no se quita", a hacer pasar al jefe soviético como un traidor al socialismo entre los propagandistas del búnker cubano. 

Tras la desaparición de la Unión Soviética y el fin de los lazos comerciales con La Habana, Cuba pasó del "periodo de rectificación" al "periodo especial", otro eufemismo que ocultaba la realidad de la catástrofe económica, social y política del comunismo: pobreza y ausencia de libertades.

Los herederos de Fidel Castro, con su hermano Raúl a la cabeza, pueden seguir jactándose de que fueron los únicos aliados del "campo socialista" que hicieron frente a Gorbachov y se negaron a seguirle en sus reformas. Pero la situación actual de la sociedad cubana demuestra que el fin de las subvenciones soviéticas ha sido más duro para la economía local que el cacareado "bloqueo", un supuesto embargo comercial que permite invadir la isla de productos norteamericanos y occidentales solo al alcance de la nomenclatura, sus familiares y de aquellos cubanos que pueden pagar en dólares. 

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