La candidata del ultraderechista Frente Nacional(FN), Marine Le Pen, llevó a cabo una intensa campaña para moderar la imagen de la agrupación desde que tomó las riendas de manos de su padre en 2011.
En lo personal, la candidata de 48 es adecuada para la tarea, porque proyecta calidez y puede ser divertida. El tradicional logotipo del FN, una llama, fue reemplazado por una rosa, aunque obviamente no roja, sino azul marino. Un símbolo que parece inofensivo y se enmarca en este proceso que los comentaristas han bautizado como la ”dé diabolisation “ (”desdemonización”) con la que logró ganarse a un electorado bastante más amplio en los últimos años.
Incluso llegó a expulsar a su propio padre Jean-Marie Le Pen del partido por sus comentarios restando importancia al Holocausto. La candidata llama a los franceses de “todos los orígenes” a apoyarla. “Seré la presidenta de los franceses, no importan sus orígenes”, dijo esta semana en un mitin en París. Sin embargo, Le Pen sigue defendiendo una postura aislacionista, expresa posiciones radicales contra la Unión Europea (UE) y la migración, y despotrica contra lo que considera “el sistema” y “la casta”. ”Los enemigos son una parte fundamental de la retórica de Marine Le Pen”, escribe Tanja Kuchenbecker, autora de un libro sobre la líder del FN.
Marine llegó a expulsar a su propio padre del partido por sus comentarios restando importancia al Holocausto
Le Pen nació en 1968 y es la menor de tres hijas del veterano político de ultraderecha Jean-Marie Le Pen. Con solo ocho años vivió un atentado con bomba contra su padre. La separación de sus progenitores se convirtió en un culebrón cuando su madre posó para la revista 'Playboy'. Estudió derecho, se unió al FN con 18 años y trabajó como abogada hasta que en 1998 quedó a cargo del departamento judicial del Frente Nacional. La candidata tiene tres hijos, se divorció dos veces y en la actualidad está en pareja con el eurodiputado del FN Louis Aliot.
Aunque el antisemitismo no es bienvenido en el FN actual, la propia Le Pen quedó en el centro de las críticas durante la campaña al asegurar que Francia no era responsable por la detención de 13.000 judíos por parte de policías franceses en 1942 y defender que el Gobierno de Vichy de entonces, que colaboró con la Alemania nazi, no era Francia. Le Pen es eurodiputada y ha sido acusada de usar irregularmente fondos de la Eurocámara para pagar a miembros del partido, caso por el cual está siendo investigada por la Justicia francesa. La dirigente asegura que todo es un montaje político para perjudicarla.
En lo que respecta a sus propuestas, es partidaria de la “mano dura”en la aplicación de la ley y quiere sacar a Francia del euro, la moneda única que comparten 19 países de la Unión Europea. Incluso plantea realizar un referéndum para que el país abandone la UE, uno de sus enemigos favoritos, a menos que consiga restaurar “la soberanía francesa” sobre su territorio, economía, moneda y legislación.
Su partido rechaza la inmigración y toda seña de identidad musulmana en Francia. Pero en materia económica es más centrista y proteccionista, como parte de su estrategia de captar el voto de la clase obrera. La semana pasada le hizo una audaz jugada a su adversario en las urnas, el centrista Emmanuel Macron, a quien acusa de ser el representante del poder económico: mientras este se reunía con representantes sindicales de una fábrica amenazada con el cierre en Amiens, en el norte de Francia, ella se presentó en la empresa y se hizo selfies con algunos de los obreros, que le dieron una cálida bienvenida. Horas más tarde, cuando Macron cambió su itinerario para pasar también por allí, fue recibido con abucheos y silbidos.
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