Internacional

Nicolás de Pedro: "¿Guerra nuclear? El día del juicio final no está a la vuelta de la esquina"

Entrevista al investigador del Institute for Statecraft de Londres. "¿Bombardear ciudades ucranianas con armas nucleares? En ese caso, Estados Unidos podría responder y eso sería contraproducente para el Kremlin"

La tensión y la incertidumbre se han multiplicado en los últimos tiempos dentro del tablero geopolítico. Los últimos cambios en el campo de batalla ucraniano, y las pérdidas que ha sufrido Rusia, han vuelto a poner sobre la mesa la posibilidad de que el Kremlin utilice armamento nuclear en Europa.

Nicolás de Pedro es investigador -Senior Fellow- en el Institute For Statecraft, de Londres, donde trabaja en temas relacionados con Rusia, desinformación y guerra híbrida. En esta conversación, expresa su opinión sobre los últimos acontecimientos y su visión sobre cuál podría ser la evolución del conflicto.

Pregunta: ¿Empleará Rusia sus armas nucleares en Ucrania?

Respuesta: El escenario en el que Rusia utiliza armas nucleares tácticas, o de baja potencia, es realista. Todavía no es el más probable, dado que entraña muchos riesgos, dilemas e incertidumbres para Rusia, pero es un peligro real.

P: ¿De qué le valdría?

R: Podría servirle para que la guerra terminara en términos favorables para sus intereses. Pero cuidado, su utilización no buscaría un intercambio masivo de armas nucleares que conlleve la destrucción de Europa o de Estados Unidos. Ese escenario de apocalipsis está en el debate público y genera lógica inquietud en los ciudadanos, pero todavía está muy lejos. Estamos en una época en la que los riesgos nucleares o geopolíticos son mucho más serios que hace 15 o 20 años. Hemos ido a peor. Pero eso no significa que el día del juicio final esté a la vuelta de la esquina.

P: El apocalipsis se anuncia todos los días en los medios de comunicación...

R: Hay un riesgo real de crisis nuclear, pero hay otro que es inducido. Ten en cuenta que Rusia busca intimidar a los europeos y los americanos. También a los ucranianos, pero en menor medida, dado que ya libran una guerra abierta. Putin quiere utilizar ese temor para que Ucrania acepte los términos que exige actualmente. Cuanto más debate hay sobre el apocalipsis nuclear, más aumenta la inquietud y más cumple Rusia ese objetivo de intimidar al enemigo. El sensacionalismo no es positivo para los enemigos de Rusia en este sentido.

P: Habla de armas tácticas nucleares que cambien el curso del conflicto o aceleren su desenlace. ¿Sería algo similar a lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki?

R: Son contextos muy distintos, pero la estrategia es similar. A esas armas se les llama tácticas porque tienen baja potencia en comparación con otro armamento nuclear, pero buscan que cambie el rumbo de un conflicto. Ahora bien, no está nada claro que esa utilización vaya a generar el efecto que busca Rusia. ¿Qué pasaría si Rusia emplea bombas atómicas tácticas y Ucrania no se rinde? ¿Y si cambiara la dirección del viento y la radiación afectara a su población o a sus soldados?

P: Deduzco que el golpe de efecto que generarían esas armas podría ser escaso...

R: Voy más allá. Imagina que su uso no tuviera el efecto esperado. ¿Qué haría Rusia? ¿Bombardear ciudades ucranianas con armas nucleares? En ese caso, Estados Unidos podría responder. Es decir, todo eso sería contraproducente para el Kremlin. Reitero: Rusia no está buscando que Estados Unidos dé una respuesta militar. Sólo buscan forzar a Ucrania a que negocie. Por eso, Putin debe medir muy bien sus pasos. Sabe que, si se excede, podría pagarlo.

P: Decía usted recientemente que Putin, a la vista de las derrotas en el campo de batalla, está intentando ganar la guerra en los despachos...

R: Exacto, lo comentaba utilizando el símil futbolístico. Esta situación genera un dilema añadido. ¿Cuál? Que Rusia exija el control total de territorios que está perdiendo en la práctica, día a día y poco a poco. Si se mantiene ese avance, la posibilidad de que las fuerzas rusas colapsen es real. Es un riesgo al que se enfrentan. Entonces, exigir que te den territorios que no eres capaz de controlar es un poco inverosímil.

P: Hay algo sobre lo que me gustaría saber su opinión. Me refiero a los efectos que generan las sanciones económicas. Lo digo porque hay varios casos en el mundo en los que fueron impuestas hace décadas, pero no han ayudado a que se produzca un cambio político. Por contra, al menos, a corto y medio plazo, pueden llegar a provocar una radicalización contra Occidente de la población, en casos como el de Rusia. ¿Qué opina al respecto?

R: Las sanciones son uno de los pocos instrumentos que tienen los europeos para ejercer presión sobre un actor como Rusia. Son una forma de demostrar que no aceptan sus políticas ni se pliegan ante sus amenazas o acciones hostiles. En el caso de Rusia, las sanciones tienen efectos. La sociedad se empobrece a medio y largo plazo en estas circunstancias. Otra cosa es que ellos ahora quieran mantener el tipo y que el mundo no note ni siquiera que pestañean.

P: ¿Pero la población se puede radicalizar?

R: Sí, existe esa posibilidad, claro. La población puede comprar la narrativa de que Occidente es el enemigo. Sea como sea, yo creo que la Unión Europea debería poner más énfasis en el ecosistema del régimen, que sigue teniendo mansiones en Europa, al igual que otras inversiones. Si esas acciones se recrudecen, les haría mucho daño. De hecho, te diré que en el Kremlin llevan muchos años poniendo trabas a la gente del régimen, e incluso a los policías, para salir de vacaciones fuera o a que tengan propiedades en el exterior.

P: No quieren perder el control del aparato...

R: Es que tienes que tener una cosa en cuenta. En Rusia no hay seguridad jurídica. Si tú pierdes tu puesto en una compañía por la decisión de una persona influyente, puedes perder literalmente todo. Te pueden condenar a la nada. Esto fortalece al régimen, dado que le ayuda a cerrar filas. Quien se mueva, no sale en la foto. Pero no hay que engañarse tampoco: quien sigue ahí es porque le interesa. Porque busca comodidad o porque sabe que todavía puede ganar dinero y disfrutarlo en Londres, Nueva York o Marbella. Ahí es donde la UE debería hacer más énfasis.

P: Otra vez hago de abogado del diablo (nunca mejor dicho). ¿Cómo transmitir a los ciudadanos de la UE que quizás paguen sobrecostes en productos como la energía por esta guerra? ¿Quizás haciendo ver que la clave de la actitud de Rusia es la observación de que los ciudadanos de los países del Telón de Acero quieren vivir como occidentales, y no bajo el régimen de Putin?

R: El Kremlin trata desde hace varios meses de generar mucho malestar desde el punto de vista económico. Por eso, las voces próximas al Kremlin que difunden esa narrativa están incidiendo mucho en eso, en el apocalipsis energético. La idea es que la UE y sus gobernantes sientan el temor y el coste de la guerra para que presionen a Ucrania. Es razonable que la gente de aquí se enfade si sube la electricidad o los precios. El problema es que la guerra no es sólo sobre Ucrania. El Kremlin trata actualmente de redefinir el conjunto de la arquitectura de seguridad europea y las reglas del juego. El coste puede ser mucho más alto de lo que imaginamos su Putin gana.

P: Me llama la atención esa filosofía de defensa de los valores conservadores que hace Putin, como si fuera una especie de Metternich contemporáneo, pero contra la ideología woke de Occidente...

R: Me hace gracia eso por dos razones. La primera es que la actitud de Rusia no ha cambiado con respecto a cuando existía la Unión Soviética. Antes, nos decían que nos iban a salvar por medio del comunismo y ahora por su oposición a la decadencia moral de Occidente. Esto a mí me hace gracia porque no son capaces de construir un sistema político que funcione en un país razonablemente próspero, pero dicen que nos van a salvar. Esto de la agenda de los valores conservadores lo lleva usando el Kremlin de forma muy intensa en la última década; y tiene una mezcla de realidad e impostura.

P: ¿Allí funciona?

R: Rusia se quiere vender como un baluarte frente a los excesos de lo woke, pero es que no deja de ser un país profundamente nihilista. No es para nada el paradigma de país favorable y propicio para las familias. Para nada, vamos. Lo interesante es cómo sus dirigentes han adaptado ese discurso a diversas audiencias para tratar de influir desde en una parte de la izquierda hasta de la derecha. A unos les venden antifascismo soviético y a otros, conservadurismo.

P: ¿Le sale rentable a Rusia el acercamiento a China para compensar las sanciones de Europa?

R: No. Primero, porque China nunca va a pagar esos precios y, segundo, porque China no invierte en Rusia como mercado que les interesa, al igual que hacían, por ejemplo, los alemanes. Para Pekín, Rusia es un suministrador de materias primas que posee cierta tecnología punta en algunos segmentos militares. También sigue teniendo un fuerte peso diplomático y es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero ya está. China nunca será un socio comercial tan fuerte para Rusia como la UE.

P: ¿Y para Europa?

R: Pues vivir sin el gas ruso no va a ser sencillo y eso va a generar dilemas importantes, sobre todo a partir de enero, febrero y marzo. Son los derivados de cómo se va a reemplazar el gas ruso. Ésa es una de las cartas que seguramente jugará el Kremlin: sabe que Europa no tiene grandes alternativas para los precios que está dispuesta a pagar.

P: Siempre pensé que el comercio global iba a impulsar el famoso ‘fin de la historia’. Pero parece que al final siempre caemos en los mismos errores…

R: Es que para Europa el 24 de febrero supuso el recibir un golpe de realidad. Se despertó con una invasión que está motivada, para el Kremlin, en un conflicto existencial por el que considera que su territorio está en riesgo y que merece la pena pagar casi cualquier coste por eso. La interpretación de la historia reciente que se hace en Moscú no se entiende bien en Alemania, Francia, Italia o España y es normal. Nosotros nos preguntamos quién gana aquí, entre tantos perdedores, pero los rusos consideran que si no actúan, están en peligro.

P: ¿Qué papel juega el imperialismo en la actitud de Rusia y cuál podrá tener en el futuro, por ejemplo, en potencias crecientes como China?

R: Este caso tiene que ver con el trauma imperial ruso. Rusia siempre se ha concebido a sí misma como un imperio, incluso en la época de la Unión Soviética. Por eso sigue sin reconocer el derecho de Ucrania a existir como entidad independiente y soberana. Así ocurre con Bielorrusia, con partes del territorio de Kazajistán, de Moldavia, las repúblicas bálticas… Polonia, Finlandia, Georgia… Son varios países que están en el menú del Kremlin y que ven, en su mayor parte, con mucha inquietud la deriva del Kremlin.

P: ¿Y China?

R: China tiene el caso singular de Taiwán, que, al final, no es más que una consecuencia que colea desde su guerra civil. Pero es verdad que a medida que se ha ido haciendo más fuerte, se ha ido haciendo cada vez más confiada e impositiva con sus vecinos. Pero yo creo que todavía queda mucho para que China tenga abiertamente apetencias territoriales. Por ejemplo, en el Mar del Sur, donde tiene unas aspiraciones totalmente fuera de la realidad y que quiere dominar por la vía de los hechos.

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