Realmente, no son tantos los territorios europeos que afrontan una admonición independentista inminente: Flandes y Cataluña. Una llama que no se apagará tan fácilmente, debido al desenlace escocés en las urnas. Les sigue un País Vasco en ‘calma chicha’ y, muy de lejos, esa fábula llamada Padania. Córcega aspira a menos autonomía que la de las CCAA. Escocia preocupó tanto al PP que esta semana ha sido muy intensa para sus eurodiputados en Estrasburgo.
“Aquí, ni referéndum como en Glasgow ni manifestaciones masivas como en Barcelona”, resume el semanario belga Le Vif. En Bruselas se siguió con interés desde el jueves el desenlace del referéndum sobre la independencia de Escocia (55% de votos negativos), pero esta ciudad con 85% de residentes francófonos no solo es la capital europea y de la OTAN, sino también la de Flandes. Y del Gobierno Federal, que está a punto de formarse y que por primera vez va a contar con un solo partido francófono, por tres flamencos. Y estará liderado por el N-VA, independentista.
Cuidado: todo en Bélgica es complejo. En Flandes solo el 15% es independentista, pero una abrumadora mayoría quiere asumir más competencias (¡como los escoceses, y probablemente los catalanes!) Así que el plan del líder del N-VA, Bart de Wever, es el siguiente: dado que tanto el gobierno flamenco como el que se está negociando para el país tienen un sesgo conservador, cristiano y liberal, la idea es obligar a la francófona Valonia (dominada por los socialistas) a asumir competencias aunque no las quieran, para evitar, por ejemplo, futuros recortes. Así avanza Bélgica hacia la confederación.
Claro que, los flamencos constituyen el 60% de la población y los catalanes el 20%. Así, no es raro que el espejo de Artur Mas sea Escocia (7% de la población del Reino Unido), especialmente ahora, tras la derrota del sí: por un lado, Alex Salmond y David Cameron pactaron un referendo dentro de la ley, como pretende el dirigente catalán, y por otro Westminster se verá abocado ahora a cumplir lo que prometió a la desesperada en la recta final del plebiscito y transferir más competencias a Escocia (pero también a Gales), incluyendo una casi plena autonomía fiscal. Una concesión que se parece mucho al concierto fiscal que persigue Mas, el principal aspecto negociable que podría desactivar la consulta catalana, según ha expresado en alguna ocasión el propio dirigente.
Significativa es la cautela que se mantiene en el País Vasco sobre el tema: región pacificada desde el final de ETA y sin mucho que negociar debido al aforamiento que blinda las competencias vascas, declaraciones como las del lehendakari Urkullu (“Escocia marca el camino a seguir”) están medidas a cuentagotas y suenan, por el momento, como un brindis al sol antes que como desafío al poder central. Las palabras de un portavoz del PNV sobre el pacto escocés son reveladoras: “Es justo el modelo que nosotros defendemos, basado en un acuerdo primero dentro de la comunidad escocesa, nosotros queremos que sea dentro de Euskadi, y después un acuerdo con el Estado para ver cómo superamos el conflicto, la cuestión nacional pendiente”. Bildu apoya trasladar cuánto antes el debate sobre la consulta, frente a la vía pragmática de los nacionalistas vascos.
Más difícil lo tiene la Liga Norte y su Padania en el norte italiano –una región inexistente delimitada por el Río Po que se encaramó desde los años noventa a la cúspide de la política transalpina, y que se basa en un norte trabajador frente a un sur zángano y en políticas ultra contra la inmigración y los homosexuales-. Los italianos del norte, e incluso algunos dirigentes de LN, no están tan convencidos de la independencia padana, por lo que sus proclamas son una cacofonía de críticas a los sureños y de reclamación de más autonomía y de estatutos especiales para Lombardía o el Véneto, mezcladas con soflamas independentistas.
Los flamencos intentan que la francófona Valonia asuma competencias aunque ellos no las quieran, en un avance total hacia la confederación
El eurodiputado de la Lega, Mario Borghezio, tiró de épica y la leyenda en un discurso que causaría sorna en España: “Damos la bienvenida a los caballeros escoceses, feroces de su propia identidad, demostrando sus mejores valores en esta hermosa batalla. Una batalla perdida con honor. Mejor una derrota a lo Braveheart que cien años como siervos de los bancos”. La Lega no atraviesa su mejor momento, bajando al 5% de votos en las últimas elecciones (han llegado a superar el 10% concurriendo solo en estados del norte) y corroída como está por decenas de escándalos de corrupción. Pero ya habían pasado antes por momentos malos, y una pérdida de popularidad del Gobierno de Matteo Renzi les permitiría remontar.
Muy lejos del escenario escocés se sitúa Córcega, isla francesa. Tras el referéndum, el alcalde nacionalista de Bastia, Gilles Simeoni, defendió el pragmatismo frente a una salida unilateral. “Un Estatuto que nos diera tanta autonomía como la que Escocia consiguió en 1997 me parecería una solución absolutamente satisfactoria”, declaró Simeoni.
Flandes, pero sobre todo Cataluña. No fue casualidad que Mariano Rajoy fuera de los pocos mandatarios europeos en congratularse de manera tan vehemente y temprana de la decisión de los escoceses de votar no a la independencia. Y es que el asunto ha mantenido en vilo al PP, aunque nadie lo dijera abiertamente: de hecho, el partido ha estado esta semana activo, muy activo, en los pasillos del Parlamento Europeo, cuya sesión plenaria arrancó el lunes en Estrasburgo.
¿El motivo de la hiperactividad? Secundados por dirigentes de UPyD, según algunas fuentes, los eurodiputados han tratado de convencer al mayor número posible de colegas del Partido Popular Europeo (221 escaños) para bloquear la eventual entrada en la UE de una Escocia independiente. La estrategia contó con un aliado improvisado, un movimiento similar de las filas del grupo Socialistas & Demócratas (191 asientos), espoleado por eurodiputados belgas francófonos.
La maniobra, que algunos califican de “precipitada”, ya no tiene ningún sentido, pero es la prueba del miedo a que Escocia inflamara las pretensiones flamencas y catalanas ante la hipotética victoria del yes, augurada por algunas encuestas.
Desde la Comisión Europea, Barroso señaló que el resultado “es bueno para la Europa unida, abierta y fuerte que la Comisión defiende”. Su comunicado, leído por una portavoz, provocó un aluvión de preguntas sobre si la “bondad” del no escocés es aplicable a otros casos, como las citadas Cataluña y Flandes. Hasta una decena de veces la portavoz rechazó esta premisa, lo que hubiera sido del deseo de Rajoy, revela una fuente en representación del Gobierno español en Europa. Pero Barroso no se comprometió.
Más catastrofista fue el comisario en funciones Karel De Gucht sobre el escenario post-referéndum: "Si Escocia hubiera optado por la independencia, habría sido un terremoto político de naturaleza similar al desmembramiento de la Unión Soviética”. De Gucht es precisamente un flamenco que dejará su plaza con la nueva Comisión
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