El pacto entre el presidente Emmanuel Macron y las izquierdas unidas ha conseguido impedir la victoria de Marine Le Pen en unas legislativas que conceden al Nuevo Frente Popular una mayoría relativa. La remontada de las izquierdas integradas en el NFP (La Francia Insumisa de Jean-Luc Melenchón, socialistas, ecologistas y comunistas) ha contado con la ayuda inestimable de los candidatos macronistas que se retiraron en las circunscripciones donde una elección triangular podía favorecer la victoria de RN.
Las izquierdas vencen (182 diputados de 577) y exigen dirigir el gobierno con un primer ministro de su cuerda, como es la tradición, pero no la obligación del presidente. Está por ver si Macron está dispuesto a nombrar jefe de su gobierno y cohabitar con cualquier representante del NFP. Entre los coaligados en esta plataforma heteróclita hay personalidades tan dispares como los partidos que la integran, y no es lo mismo elegir a Jean-Luc Melenchón – al que incluso dentro de la izquierda muchos se oponen – que a un socialista cercano al expresidente François Hollande.
Melenchón insiste en que no cambiarán una coma de su programa común. Si esto es así, las reformas de las pensiones,del paro y de la inmigración serán abrogadas, el salario mínimo pasará a 2000 euros brutos (1600 netos), se recuperará el impuesto a las grandes fortunas, se aumentará el IRPF para los sueldos altos, se congelarán los precios de los alimentos básicos y de los combustibles, se controlarán los alquileres, entre otras medidas, con un coste estimado de más de 230.000 millones de euros, lo que, según sus críticos, aumentaría espectacularmente la deuda y los déficits por los que Francia está en bajo vigilancia de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y las agencias de notación internacionales. Un programa que prevé también el abandono del pacto de estabilidad presupuestaria europeo, el fin de los acuerdos de libre comercio.
Además, preocupaciones mayoritarias entre la población, como la inmigración y la inseguridad quedarán en un rincón, mientras según, su propio programa, se liberará un número indefinido de presos.
Izquierdas unidas, de momento
Melenchón lo tiene claro; las izquierdas no tienen mayoría en la Asamblea, pero pueden gobernar por decreto ley, es decir utilizando el artículo 49.3 de la Constitución, lo que los macronistas han hecho para aprobar, por ejemplo, la reforma de las pensiones y que tantas críticas despertó entre la propia izquierda y el grupo de Le Pen.
Dentro de la coalición de izquierdas, los socialistas y los verdes empiezan a dejar ver que, si lo que queda del bloque central macronista intenta formar otra mayoría minoritaria con ellos, a fuerza de acuerdos aislados, podrían abandonar a Mélenchon. Es, de momento, una posibilidad para aislar el extremismo, pero tanto las declaraciones del expresidente François Hollande – enemigo mortal de Melenchón - como las de otros responsables socialistas no cierran la puerta a esa posibilidad. Las navajas empiezan a afilarse también entre los vencedores.
El centro salva los muebles
La hasta ahora mayoría presidencial, la coalición centrista de Macron (su partido, “Ensemble”, Modem y “Horizons”) sufre una pérdida de casi un centenar de diputados (163) y confirma el harakiri electoral provocado por el todavía jefe del Estado al disolver el legislativo, aunque gracias a los desistimientos de la izquierda obtiene más diputados que Marine Le Pen. El hasta ahora primer ministro, Gabriel Attal presentó su dimisión, como es tradicional cuando la mayoría pierde las elecciones. En su primera reacción al veredicto popular se distanció del presidente al insistir en su desacuerdo con la disolución. Está por ver si Macron acepta su dimisión o le pide seguir en el cargo esperando eventuales negociaciones. En todo caso, Attal se independiza del actual presidente pensando en su propio futuro político.
La derecha tradicional de “Los Republicanos”, en horas bajas desde la derrota de François Fillon en 2017, ganan algún escaño, 8 más de los 60 que tenían desde las últimas legislativas de hace dos años. Se convertirán también en posibles apoyos parlamentarios, medida por medida, de posibles acuerdos entre “moderados”, o ayudarán modestamente a bloquear iniciativas de la izquierda más extrema.
La frustración de Le Pen: tres años para las presidenciales
Le Pen convirtió a su partido, Reagrupación Nacional (RN), en el preferido de los franceses en las europeas y en la primera vuelta de las legislativas, pero su éxito se ve frustrado por el “cordón sanitario” que Emmanuel Macron y todas las formaciones de izquierdas han anudado para impedir el control total de la Asamblea que hubiera llevado a RN a la dirección de la política del país y, a pesar de que casi doblan su presencia en el hemiciclo, se quedan 143 escaños, muy alejados de la mayoría absoluta (289) que esperaban La resistencia del estamento político, económico, cultural, sindical y deportivo a la “desdemonización” emprendida en los últimos siete años por la formación heredera del “Frente Nacional” de Jean-Marie le Pen ha conseguido frenar las aspiraciones de los dirigentes y votantes de RN, que soñaban hace una semana cohabitar con Macron y ocupar el palacio de Matignon, sede del primer ministro.
Es una bofetada para los más de 10 millones de franceses que habían puesto su esperanza en la “unión de las derechas” diseñada por Marine Le Pen y el expresidente tránsfuga de “Los Republicanos”, Eric Ciotti. La jefa de RN calmó a sus partidarios afirmando que en realidad se trata de “una victoria diferida hasta 2027”, año de los próximos comicios presidenciales.
La incertidumbre que Francia vive desde la disolución sorpresa decidida por Macron no se ha disipado con el resultado de las legislativas. La tensión, la polarización y la rabia, tampoco. La primera reunión de la nueva Asamblea de celebrará el próximo 18 de julio. Los franceses esperan la primera reacción de su presidente. Esta semana asistirá a la “cumbre” de la OTAN, lo que dilata aún más la toma de decisiones. Los resultados de las legislativas le han mermado legitimidad; es un presidente debilitado, pero con dos años y medio más de mandato. Nada le obliga a nombrar primer ministro ni mañana, ni en un mes. Puede esperar a septiembre y dejar pasar las vacaciones y, sobre todo, los Juegos Olímpicos.
Comienza hoy también una nueva batalla hasta el 8 de julio de 2025. Ese día, el presidente, si continúa en el Elíseo, podrá convocar nuevas elecciones legislativas y, quizá, adelantar al mismo tiempo las presidenciales de 2027. Después de lo vivido estas últimas semanas en Francia, nada parece ya descabellado.
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