Ucrania, con su fértil suelo negro y sus abundantes exportaciones de trigo, maíz y semillas de girasol, era conocida hasta ahora como el granero de Europa, un papel que se ha visto alterado con la invasión rusa del pasado 24 de febrero. El clima favorable, los modernos equipos agrícolas y la disponibilidad de fertilizante permitían a los agricultores recolectar de dos a tres cosechas al año, en un país que recién empezaba a explotar su gran potencial.
Sin embargo, gran parte del terreno agrícola se concentra en el centro y sur de Ucrania, bajo ataque de Moscú, con los mayores campos arables en el "oblast" (provincia) de Jersón, actualmente ocupada por fueras rusas. La presión que sienten los agricultores en la retaguardia para garantizar la cosecha de este año es todavía mayor en las regiones del frente. Viktor, agrónomo jefe del conglomerado Agrokompleks, todavía no puede creer que una profesión tan pacífica se haya vuelto tan peligrosa, explica a EFE.
Relata que quienes realizan tareas de siembra en las regiones meridionales de Zaporiyia y Nikolaev, en el frente de guerra, necesitan llevar chalecos antibalas para protegerse del fuego de artillería. En ocasiones también les acompañan desminadores, debido a la gran cantidad de proyectiles rusos -algunos cargados de minas terrestres- que han impactado en los campos.
"Nosotros trabajamos para alimentar a la gente y no para matar," asegura Viktor, tras hacer referencia a los ya legendarios tractoristas ucranianos, que remolcan tanques rusos para después fundirlos y adquirir nueva maquinaria agrícola. Igor es un agricultor que vivía en Pology, en la región de Zaporiyia, pero tuvo que refugiarse con su familia en el oeste de Ucrania, más tranquilo, en casa de un amigo, después de que la escasez de alimentos y los combates cercanos a su granja les obligaran a abandonarla. Los solados rusos saquearon su almacén y se llevaron sus tractores, relata a EFE.
Cuenta además que los ocupadores robaron maquinaria de un concesionario local, que mediante el rastreo por GPS logró localizar sus tractores y cosechadoras en Chechenia. El fabricante, John Deere, bloqueó de forma remota la maquinaria, de forma que quienes la robaron no podrán utilizarla y sólo podrán desmantelarla para utilizar las piezas, agrega. Más allá de las hostilidades, el mayor problema al que se enfrentan los agricultores ucranianos es en estos momentos de índole logística.
Hasta ahora, los productores vendían la cosecha a intermediarios y la entregaban directamente en los puertos, que ahora se encuentran en su totalidad bloqueados, lo que deja el ferrocarril como único medio de transporte. Sin embargo, el ancho de las vías ucranianas es más amplio que el de las de la Unión Europea (UE), por lo cual los vagones necesitan detenerse en la frontera y su cargamento ser trasladado a contenedores compatibles con el sistema europeo. Este punto flaco de la cadena se ha convertido en blanco de ataques rusos y la semana pasada un par de subestaciones usadas para el transporte de cereal fueron destruidas por misiles.
Los agricultores ponen su esperanza en que sea posible reabrir los puertos en un futuro próximo, lo que les permitiría vender el grano almacenado y así liberar terminales y depósitos para la cosecha de este año. Esto les permitiría obtener ingresos que necesitan para pagar a sus empleados, reparar su maquinaria y comprar fertilizantes para la próxima temporada. Ucrania exporta alrededor del 75% del cereal que produce, lo que quiere decir que incluso en el peor de los casos hay suficiente para suplir la demanda nacional.
"No creo que nunca nos vayamos a morir de hambre, hay demasiada producción aquí," afirma Jonathan, que dirige Norbilc Agri, un negocio agrícola familiar, que ahora está tratando de encontrar una forma de suministrar el grano que produce a través de puertos de Polonia o de Rumanía. "Pero son el norte de África y el sudeste asiático los que dependen de estas exportaciones y pueden enfrentarse a una enorme crisis alimentaria," agrega.
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