Plaza de Santo Domingo, en Madrid, 10 menos cinco de la mañana. François, profesor de francés de 24 años, nacido en Nantes, sale a la calle a fumar el segundo cigarrillo del día, el último antes de entrar a trabajar. "Bonjour, ça va?", le pregunta su compañera Marie, que llega algo más apurada de tiempo. "Bien, et toi?" Un servidor es incapaz, con sus conocimientos de la lengua de De Saint-Exupéry, de seguir el resto de la conversación al detalle, pero rápido comienzan a entenderse algunos términos: "élections", "Le Pen", "gauche", "honte", "danger" ("elecciones", "Le Pen", "izquierda", "vergüenza", "peligro", en francés).
Ha sido el tema de la semana, este domingo más de 50 millones de franceses acuden a las urnas, más de 87.000 de ellos desde España, que junto a Portugal, Andorra y Mónaco conforma una circunscripción. Tanto François como su compañera en esta céntrica academia de idiomas de Madrid no quisieron perderse la posibilidad de votar en la primera vuelta del domingo pasado y delegaron el voto mediante una procuración a un familiar que votó en su nombre en su ciudad natal.
"En la redes sociales cada vez veo a más gente pidiendo el voto para la derecha, es algo que está en aumento desde 2002. En las ciudades la gente vota más a la izquierda, pero en el campo cada vez hay más miedo al extranjero. A mí me parece que es una corriente racista", explica François. "Yo creo que no es un fenómeno exclusivo de Francia, sino de toda Europa. Antes, el auge de la derecha era un miedo que tenía, ahora ya se ha hecho realidad. Conozco a gente que era de izquierda y ahora vota a la derecha y que me intentan convencer para que cambie mi voto", cuenta su compañera, natural de París y de unos 35 años. Ellos son dos de los 215.000 franceses que viven en España.
El éxito de la derecha no gusta, pero comprenden la deriva política de su país
A 2 kilómetros de allí, en la cafetería del Instituto Francés cercano a la Plaza de Colón —c/ Marqués de la Ensenada— toman un café a las 11 de la mañana otros tres compañeros de trabajo. En este caso, tres varones de entre 40 y 55 años que la única condición que piden para dar su opinión a Vozpópuli es que sus nombres no aparezcan.
"Se nota el cambio de tendencia y a mí me asusta", explica el primero de ellos. "Tengo dos hijos jóvenes en Francia cuyos amigos tienen ideas de derecha radical", asegura. "Los míos sé que no porque van a manifestaciones contra Le Pen", matiza. Su compañero cree que hay mucha inmigración y que existe mucha inseguridad, "pero la derecha de Le Pen no es la solución", asegura a Vozpópuli. "El miedo que yo tengo es que mi hijo, que tiene 29 años, vote a la derecha si la única otra opción que le queda es meter la papeleta de la extrema izquierda". Ambos, sin embargo, entienden la deriva política que se está viviendo en su país, una tendencia que siguen en la distancia.
El tercero de ellos, el más joven, sin hijos y que tiene un círculo de amigos exclusivamente de izquierdas muestra la postura más escorada de todas las que hemos encontrado: "No tengo amigos de derechas ni quiero tenerlos. Me parece una tendencia horrible. Son gente tonta", asegura este francés que lleva 6 años en Madrid y apenas tiene contacto con su familia, "mayoritariamente de derechas", de un pueblo del oeste de Francia donde abunda el conservadurismo y al que no tiene intención de volver.
Aunque ninguno de los encuestados hasta el momento dice haber votado a la derecha en la primera vuelta, muchos parecen empatizar con ese 29,25% de compatriotas que se ha decantado por la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. Son las opiniones más frecuentes entre los franceses que viven en Madrid, como nos reconoce Camille en la terraza de la misma cafetería: "Yo he vivido en Marsella y siempre ha habido inmigración. Claro que hay problemas, pero la solución no es la extrema derecha. De todos modos, hay que respetar y entender el enfado de la población". Su pareja, con la que emigró del país galo hace ahora 5 años, coincide: "Yo ahora tengo amigos y compañeros que intentan convencerme de que vote a la derecha. Me da pena, pero hay que respetarlo, no se puede decir que la gente que vota a Le Pen es tonta". Ahora, ninguno de los dos quiere pensar en volver en su país; en Madrid son felices con sus dos hijos de 5 años.
La derecha gana simpatías entre los jóvenes
Después de pasar más de media hora revoloteando por las mesas de la terraza de esta institución y pagando la cuenta con más miedo que vergüenza —6,40 por un café y una tostada con tomate y jamón— salimos a la calle camino de la redacción de Vozpópuli. Dos jóvenes parisinas de 23 años explican que llevan 5 años en España y no han experimentado la inseguridad con la que tienen que convivir en su ciudad natal: "Somos de una zona muy turística y hay problemas de que roban y todo. Nos han acosado un montón de veces por la calle, ya sea para lanzarnos piropos o para robarnos".
"Hay que hacer algo cuando hay gente que se lleva todas las ayudas sin trabajar y se pasan el día robando", coinciden ambas, votantes de derechas, según cuentan. "El peligro real es la extrema izquierda de Mélenchon. Ellos sí que son unos nazis", apuntan.
Y por último, junto a ellas, una pareja pasea de la mano. Él, de raza negra, reconoce que entiende "por qué votan por el partido de Le Pen, pero no es la solución, porque la ultraderecha no va a salvar a Francia. Se están mintiendo a ellos mismos". Ella, española, ha vivido en París durante 2 años, y coincide: "Se está naturalizando esta tendencia a la derecha. Y es normal. Surge del descontento y de los problemas sociales y económicos por los que están pasando los jóvenes y los no tan jóvenes. La gente, al final, busca alternativas".
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación