Incursión en zona enemiga. Emmanuel Macron se interna en el territorio de Marine Le Pen en su primer día de campaña para la segunda vuelta presidencial del 24 de abril. El actual inquilino del Elíseo se presentó el lunes por la mañana, sin apenas dormir y con la adrenalina de la noche electoral todavía en las venas, en Denain, en la depauperada región Norte. Una zona que representa un ejemplo de los que se consideran víctimas de la “globalización feliz” de la que se acusa a Macron. Una región que añade las cicatrices del cierre de minas a la desaparición de una industria deslocalizada que jamás volverá.
Macron, acusado de haber ninguneado estas zonas en la campaña de la primera vuelta, emprende una gira regional para centrarse en el asunto que preocupa a los franceses y que va a determinar el resultado en dos semanas, el poder adquisitivo. En ese aspecto, el candidato/presidente parte en desventaja frente a su rival, Marine Le Pen.
“El presidente de los ricos”, a por el voto de izquierda
Macron tiene menos de dos semanas de campaña para intentar sacudirse el sambenito de “presidente de los ricos”, con el que se le ha etiquetado desde el principio de su mandato y que fue subrayado – a veces con gran violencia– en las acciones de protesta de los “chalecos amarillos”.
En ese lustro de mandato, Marine Le Pen ha querido convertirse en la representante de la Francia olvidada por los medios de comunicación, de la Francia vacía, de la Francia periférica, de la Francia rural, de las zonas donde los servicios públicos -desde las maternidades a los bancos, pasando por las oficinas de correos– van desapareciendo por falta de rentabilidad.
Plantado este panorama, el duelo a dos deberá contar con el fantasma, o el espíritu de un tercer aspirante ya eliminado. El buen resultado de Jean-Luc Mélenchon, que llegó a un 21,95% de votos, obliga a los aspirantes a tener en cuenta a un electorado que ha votado a la izquierda más radical, tan crítico con las medidas económicas y sociales de Macron, como con las políticas sobre inmigración, inseguridad y preferencia nacional que defiende Le Pen.
Captar a ese segmento es una de las prioridades de ambos. Macron lo afirmó claramente en su primer periplo electoral. “He hablado con jóvenes que me han dicho que votaron a Mélenchon; voy a intentar convencerles”. Para ello, empezó a desgranar lo que considera que la prensa no ha reflejado con claridad: “Mi programa es justo y social”. Social se convierte en el término fetiche de la segunda vuelta, una vez que el término poder adquisitivo es ya “copyright” de Le Pen.
El buen resultado de Mélenchon obliga a los aspirantes a tener en cuenta a un electorado tan crítico con las medidas económicas y sociales de Macron como con las políticas sobre inmigración y preferencia nacional que defiende Le Pen"
Para el sindicato Solidaires- Finances Publiques, Macron no puede vanagloriarse de su política social: “El desmantelamiento de los servicios públicos, la reducción del financiamiento de la protección social y el recorte de las prestaciones más modestas han marcado el quinquenio macronista”. Según el mismo sindicato, cada año de Macron en el cargo ha supuesto una supresión o reducción de 60.000 millones de impuestos, de los que no se ha beneficiado el sector más necesitado de la sociedad.
Obstáculos a las reformas de Macron
Macron triunfó en 2017 con la promesa de reformar el “mamut social” que convierte a su país en el paraíso del gasto sin hacer caso al déficit. Un país en el que un empresario es automáticamente un explotador; en el que ser rico es siempre sospechoso; en el que la imposibilidad de reformar, aunque sea para eliminar burocracia, lleva a muchos a emprender en el extranjero.
Macron prometió reformas que, primero por la protesta de los chalecos amarillos y, luego por la pandemia, no ha podido llevar a cabo como pretendía. Al mismo tiempo, es consciente de que tener en contra a tres de cada cuatro ciudadanos significa que las hechas y anunciadas reformas no satisfacen a los más necesitados.
El 10% de la población más pobre ha visto aumentados sus ingresos en 600 euros en cinco años; una cifra cuatro veces inferior al beneficio percibido por los más ricos, según la Oficina Francesa de Coyunturas Económicas (OFCE), un organismo independiente. Macron puede presumir de algo que en Francia era necesario, como la descarga fiscal a las empresas, pero no le conviene airear esos datos ahora que ha lanzado las redes en el estuario de Melenchón, el representante del populismo de izquierda cuyos votantes pueden dar la victoria al “presidente de los ricos y los rentistas”.
Según una encuesta previa a la primera vuelta, sólo un 27% de los franceses cree que el presidente comprende los problemas de la gente. En su visita al Norte de Francia, Macron fue interpelado por una mujer que le votó pero que, le aseguró, no volverá a hacerlo a causa de la propuesta para aumentar la edad de jubilación de los 62 años actuales a los 65. Marine Le Pen fija la edad de la jubilación en 62 años, pero se rebajaría a 60 si el afectado empieza su labor a los 17 o 20 años y presenta 40 de ejercicio completo.
Las línea rojas de la izquierda
Otra medida hándicap de Macron es su sugerencia para que los beneficiarios del “Ingreso de solidaridad activa” (RSA) dediquen algunas horas a la semana a trabajos de interés público. El RSA (Revenue de solidarité active) es una ayuda económica que reciben las personas sin recursos – incluidos inmigrantes legales- y que varía según la situación familiar. La cantidad es de 575, 52 euros por individuo. Para la izquierda la propuesta supone un casus belli; para Le Pen es un ejemplo de “la lógica neoliberal” de Macron.
Según diferentes encuestas, alrededor de un 30% de los votantes melenchonistas podrían decantarse por Le Pen el 24 de abril. Esa parte y el resto, volverá a estudiarse el programa de los contendientes.
La fiscalidad también parece que jugará en contra de Macron. La eliminación del impuesto a las grandes fortunas es una herida que en la izquierda nunca se le perdonará. El líder centrista- o como él dice ahora, “de izquierda y derecha”, sustituyó el ISF (Impôt de solidarité sur la fortune) por un impuesto a la fortuna inmobiliaria, que reporta al Estado tres veces menos que el anterior. Marine Le Pen quiere eliminar ambos para convertirlos en un Impuesto a la fortuna financiera.
Macron sorprendió eliminando el impuesto local sobre la vivienda a las rentas más bajas, para desesperación de los alcaldes. Propone ahora eliminar el canon televisivo (138 euros al año por hogar), rebajar el impuesto de sucesiones, y aplicar a las personas viviendo en concubinato la misma reducción fiscal que disfrutan los casados o las uniones de hecho.
“Devolver el dinero a los franceses”
Le Pen propone lo mismo en ese último punto, pero una de sus medidas estrella es la exoneración total de impuesto sobre la renta a los menores de 30 años, para favorecer el empleo juvenil. También estarían exentas de impuestos las donaciones de abuelos y padres a hijos y nietos, hasta los 100.000 euros cada diez años.
“Devolver el dinero a los franceses”. Para hacer realidad ese eslogan lepenista, la candidata de Reagrupación Nacional propone a los empresarios que aumenten en un 10% los salarios a cambio de una eliminación de impuestos. Entre otras medidas de urgencia, Le Pen presenta una lista de cien productos de primera necesidad a los que se aplicará una reducción del IVA del 5,5% para algunos y la eliminación para otros. La bajada del IVA para el gas, la electricidad y los carburantes variaría entre el 20% y el 5,5%. Además, en otra iniciativa que le acerca a la izquierda, Marine Le Pen aboga por la renacionalización de las autopistas. Con su programa, la aspirante del “campo nacional” asegura que los franceses ganarán 200 euros al mes.
Frente a las promesas de su rival, Macron podrá presumir de su “Programa de resiliencia energética”, de la congelación del precio del gas, de la limitación a un 4% del aumento del precio de la electricidad o de los 18 céntimos de “regalo” por litro de combustible en las gasolineras. Según él, un total de 25.000 millones de euros en ayuda para superar la crisis energética y el aumento de la inflación.
El segundo partido Macron-Le Pen en cinco años será diferente al primero por una evidencia. Macron deberá defender las medidas aplicadas en su mandato. Le Pen presentará un programa adaptado a las carencias de su oponente y susceptible de atrapar el voto más sensible al aspecto social, el apartado desatendido por el “presidente de los ricos”.