Enfrascado en concesiones y negociaciones con los socialistas para intentar aprobar el presupuesto de 2025, François Bayrou se enfrenta a una inusual rebelión de las grandes empresas francesas, descontentas con las nuevas tasas que van a tener que pagar según los planes del nuevo gobierno.
Cinco de los responsables de las grandes empresas francesas con mayor éxito internacional, LVMH (lujo), Total (hidrocarburos), Michelin (neumáticos), Air France-KLM (aviación) y Airbus (espacial) han integrado el grupo de descontentos y críticos con el plan financiero del gobierno Bayrou, que intenta frenar la caída al abismo de la deuda y los déficits públicos del país.
Según el proyecto del ministro de Finanzas, Eric Lombard -próximo al Partido Socialista francés- las 400 empresas con una cifra de negocios (no de beneficios) de más de mil millones de euros van a pagar una sobretasa “excepcional”, por un año, de 8.000 millones de euros.
Los grandes “patrons” de la industria francesa culpan al gobierno de aumentarles los impuestos que ya pagan y de ser incapaz de reducir el gasto de la Administración. El déficit del PIB para 2025 está previsto que alcance el 5.4%, según las perspectivas más optimistas.
“Un impuesto al made in France”
El primero en disparar contra la “contribución excepcional” fue Bernard Arnault, uno de los hombres más ricos del mundo, como presumen los franceses, cuando no le atacan. Arnault, PDG del grupo LVMH (Louis Vuitton-Moët-Henessy), que posee más de 75 marcas de lujo, considera que esa sobretasa supone “un impuesto al “made in France” que “empuja a la deslocalización”. Bernard Arnault, que fue uno de los pocos franceses invitados -y contribuyentes- a investidura de Donald Trump, comparó la bajada al 15% que el presidente norteamericano quiere aplicar al impuesto de sociedades con “el aumento de un 40% que el gobierno francés piensa cargar a las empresas que fabrican en Francia”.
En el caso de LVMH, la acusación de “trumpización” puede ser justificada. Arnault y el mandatario de EEUU se conocen desde los años 80. Trump asistió a la inauguración de un taller de Louis Vuitton en Texas en 2019. Esa cercanía, o amistad, le valió al empresario francés evitar a sus famosos champanes, “Moët & Chandon” y “La Veuve Clicquot”, el impuesto de 25% con el que el inquilino de la Casa Blanca golpeó en su primer mandato a los viticultores franceses.
Sin hacer comparaciones con Estado Unidos, el presidente de Michelin, Florent Menegaux, apuntaba esta semana también que la parte de impuestos a la producción en el PIB de Francia es del 4.5%, cuando la media en la Unión Europea es del 2,2%. “¿Cómo se puede exportar en esas condiciones?”, se preguntaba, para advertir que “no habrá que sorprenderse si las industrias abandonan el país”.
El Estado se come el salario bruto
Menegaux, interrogado por el cierre de dos fábricas de “Michelin” en su país, dijo que es difícil competir cuando «por 100 euros brutos pagados a un asalariado en Francia, el coste medio para la empresa es de 142 euros y el trabajador solo percibe un neto de 77,5. “En Alemania", subrayó, "los 100 euros cuestan a la empresa 120 y el empleado recibe 80”.
Para el máximo responsable de “Airbus”, Guillaume Faury, también presidente del «Grupo de industrias francesas aeronáuticas y espaciales” (Gifas), existe el riesgo de ver muchas empresas abandonar el país, “porque la situación es inviable”. Faury ha alertado a los poderes públicos sobre el exceso de impuestos y la complejidad burocrática, «palos en las ruedas» que, según él, pueden conducir a un lento declive de la industria aeronáutica que representa 210.000 empleos; el mismo riesgo, dice, que está experimentando el sector francés del automóvil.
Para su colega de “Air France-KLM, Benjamin Smith, la tasa al billete de avión que el proyecto de presupuesto de Bayrou prevé es “una medida irresponsable que convertiría a Francia en el país que sufre una mayor carga impositiva en el transporte aéreo”. “El Estado", afirma, "considera que es fácil tasar el transporte aéreo porque somos percibidos como el de los ricos”. Smith recalcó que, en 20 años, Air France-KLM ha perdido un 2% de parte de mercado con respecto a sus rivales extranjeros. “No es una tasa sobre los billetes de avión, sino un impuesto de acceso a Francia que tendrá repercusión sobre nuestra economía”, aseguró.
“Invertir en Francia es un infierno”
No son solo los impuestos y nuevas tasas lo que enerva a los grandes “capitanes de la industria” francesa; también denuncian la complejidad normativa. Así, el PDG de la petrolera “total”, Patrick Pouyanné, denunciaba que, mientras en Estados Unidos puede construir 2 GW en un año, para desarrollar energías renovables en Francia, 500 desarrolladores llegan difícilmente a 400 megavatios en el mismo periodo. Coincide con él el máximo responsable de la empresa pública de energía “EDF”, Luc Remont; ambos consideran que “invertir en Francia es un infierno”.
Por eso, entre “el delirio burocrático francés” y el de la UE, los dirigentes de empresas francesas citados y otros muchos que prefieren no pronunciarse en público, pero piensan lo mismo, envidian también el “DOGE” creado por Trump y Elon Musk, el “Departamento de eficacia gubernamental”, ideado para facilitar el emprendimiento y eliminar trabas administrativas, en definitiva, evitar el “vuelva usted mañana con estos de miles de pliegos rellenados”. Para el presidente de la empresa “Vinci”, Xavier Huillard, mientras en Europa impera la cultura del “reporting”, del que se aprovechan solo los gabinetes de consultoría, “en Estados Unidos se impone la cultura de la acción”.
En el apartado político, François Bayrou espera una semana crucial. Una comisión mixta Asamblea-Senado se puso de acuerdo el viernes sobre un proyecto de presupuesto. Las exigencias de los socialistas para evitar su voto de censura han elevado la factura en unos tres mil millones de euros de un plan que debería servir para reducir los gastos del Estado; pero es el precio a pagar, aunque ello no garantice nada. Como dicen los “bayrousistas”, más vale un presupuesto más caro que la ausencia de presupuesto.
Otra semana crucial para el gobierno
El lunes, Bayrou puede verse obligado a recurrir al artículo 49.3 de la Constitución para aprobar su proyecto de finanzas, lo que desencadenará, sin duda, una nueva moción de censura de parte de los insumisos de Jean-Luc Melenchón que se votaría el miércoles siguiente. En ese “día D” para el nuevo primer ministro se mantendrá el suspense hasta el final. El PS preferiría que el partido de Marine Le Pen, Reagrupamiento Nacional (RN) votara la censura a Bayrou, para no ser acusado de mantener la incertidumbre y la inestabilidad que los franceses ya no soportan más. El RN amenaza con la guillotina al jefe de gobierno, pero temen ser considerados como una formación de simple protesta sin ambición de gobernar.
En esta tesitura, el presidente, Emmanuel Macron, muestra en privado su crítica a ciertos aspectos del plan de Bayrou, pero prefiere manifestarse en público sobre asuntos menores en TikTok, o hacerse una autofoto con la Gioconda a su espalda, como un turista gregario más, con la excusa de la reforma del Museo del Louvre. Su cota de apoyo entre sus compatriotas se sitúa en un 27%. Una cifra tan abismal como las de la deuda y los déficits de su país.