Internacional

Muere Fidel y llega Trump: ¿Puede haber marcha atrás en el deshielo?

El verdadero punto de inflexión para la transición cubana llegará en 2018, cuando Raúl Castro abandone el poder. Donald Trump endurecerá las condiciones de un proceso de aperturismo difícilmente reversible, en el que España, el Vaticano y la UE están llamados a ser decisivos.

La muerte de Fidel iba a ser el trascendental punto de inflexión. Años y años llevamos escuchando que el castrismo acabará con Castro, que el aperturismo en Cuba llegará con su deceso, que la transición a la democracia será imparable una vez muerto el dictador. El traspaso de poderes a su hermano Raúl, entre 2006 y 2008, se leyó como un último intento de poner puertas al campo y tratar de perpetuar un régimen condenado a desaparecer junto a sus jerarcas. Ocurre que la apertura se ha iniciado antes de que comience el desmantelamiento del sistema, por el atajo del capitalismo y gracias al impulso de la Administración Obama, estableciendo vías distintas hacia ese destino sin el consenso de la comunidad internacional. Raúl Castro toma el ejemplo de China y Estados Unidos abandona un enroque histórico en aras del posibilismo.

Fidel muere con la transición asomando, con el comunismo concediendo su enésima derrota, y protagoniza un adiós que tendrá pocos efectos más allá de lo simbólico. Habrá nueve días de duelo oficial, sus admiradores maquillarán los crímenes del régimen -“sombras”- y el aparato seguirá desarrollando una agenda decidida ya al margen del comandante, cuyos principales obstáculos vendrán del giro que se avecina en el país más poderoso del planeta y de las zozobras de una Unión Europea sumida en su peor crisis.

El horizonte ofrece tres hitos para el devenir de Cuba: cuán grande será el frenazo al deshielo que promueva Donald Trump, en qué quedará el nuevo acuerdo de cooperación con la UE y cómo se gestionará la retirada de Raúl Castro.

Los republicanos, con mayoría absoluta en el Congreso, revisarán los acuerdos de Obama con el castrismo

Trump ha prometido revisar lo pactado por Obama y endurecer las condiciones del desbloqueo. En esto tiene el respaldo del Partido Republicano, muy crítico con el presidente saliente en los dos principales logros que lega en política internacional: el acuerdo nuclear con Irán y el inicio del deshielo en Cuba. Los republicanos tienen mayoría absoluta en el Congreso y están decididos a imponer una línea distinta. “No puede haber marcha atrás, quizá no la haya tampoco hacia adelante, pero no puede haber marcha atrás”, decía este sábado al respecto el exministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo. Es el sentir generalizado en la diplomacia internacional: se ha iniciado un camino de no retorno, aunque pueda tardarse más de lo previsto en llegar al final.

El Vaticano, España y las instituciones europeas -con Federica Mogherini a la cabeza- jugarán un papel decisivo. El Papa Francisco fue clave para que comenzara a hacerse realidad el deseo que expresó Juan Pablo II en su histórico viaje a la isla en 1998: “Que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades, y que el mundo se abra a Cuba”. Y también está llamado a seguir siéndolo en el futuro, de la mano de una UE atenazada por el Brexit, el auge de los extremismos y la inestabilidad política de sus principales líderes.

El Papa Francisco contribuyó a hacer realidad el deseo de Juan Pablo II: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”

No será fácil cohesionar una postura común mientras la República Checa, Hungría o Polonia sigan en sus trincheras, la ultraderecha se mantenga al alza en Francia y Alemania y permanezcan ausentes los grandes liderazgos que siempre tiraron del carro de la convergencia comunitaria. “Acercamiento crítico”, ha recetado el ministro Alfonso Dastis, decidido a que “se sigan fortaleciendo los vínculos” con Cuba tras la muerte del dictador. España, por su condición de puente entre Europa e Hispanoamérica, debería figurar a la vanguardia de ese proceso que ahora debate un cambio legislativo para enterrar las condiciones de aperturismo democrático que la UE siempre puso para entrar en un nuevo periodo de relaciones con la isla. 

Todo ello con la vista puesta en 2018, cuando llegará el abandono del poder por parte de Raúl Castro. La auténtica fecha decisiva, el gran momento de la verdad. Esa transición servirá para ver las verdaderas voluntades de un régimen ya huérfano -liberado- de su mayor símbolo, de su mito fundacional. Es evidente que el sucesor de Raúl no se elegirá en elecciones libres, sino por un mecanismo similar al que siguió su hermano diez años atrás, postulando al que consideraba el mejor después de él. Pero del proceso saldrá una declaración de intenciones determinante.

Para entonces, el presidente de Cuba tendrá 87 años y su población habrá empezado a acostumbrarse a las mieles del libre mercado, la punta de lanza elegida por Occidente para llevar de una vez por todas la democracia a la isla. El tiempo dirá si el caballo de Troya de la desregulación económica funciona o habrá que cambiar de montura a mitad de la carrera.

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