El papa emérito Joseph Aloisius Ratzinger ha fallecido este sábado a los 95 años en la Ciudad del Vaticano. Alejado de los focos desde su renuncia en el año 2013, Benedicto ha residido los últimos años de su vida en el protegido y hermético Convento Mater Ecclesiae, en los jardines vaticanos. Ratzinger, reputado teólogo, pasará a la historia como el pontífice que renunció, lo que no ocurría desde Celestino V en 1294.
Ratzinger había expresado su deseo de reposar en la antigua tumba de su predecesor, el papa Juan Pablo II, en la cripta de San Pedro. Su testamento espiritual se hará público en los próximos días. La salud del papa emérito, debido a su edad, era muy frágil, pero su mente aún funcionaba muy bien, según había explicado en varias ocasiones su secretario personal, Georg Gänswein.
Ratzinger se convirtió en el papa 265º de la historia de la Iglesia el 19 de abril de 2005, después de cuatro rondas de votaciones y en el segundo día del cónclave. Benedicto llegaba a la jefatura del Vaticano como un firme defensor de la pureza del dogma católico y su rechazo a las innovaciones en la Iglesia. Se hizo con la tiara papal con 78 años, escogiendo el nombre de Benedicto, el tercero más utilizado por los papas tras Juan y Gregorio. También se convertía en el primer papa alemán en casi un milenio. Benedicto se caracterizó por ser un papa conservador. Tuvo el reto de sustituir al emblemático Juan Pablo II, que gobernó la Iglesia 27 años.
De las juventudes hitlerianas a su papel con los pederastas
Ratzinger nació en Marktl am Inn, en Baviera (Alemania), el 16 de abril de 1927. Tras estudiar Filosofía y Teología, fue ordenado sacerdote en 1951, antes de convertirse en catedrático de Dogma y ofrecer una contribución como experto en el Concilio Vaticano II (1962-1965) que le hizo destacar. Fue ordenado cardenal en 1977 y, cuatro años después, Juan Pablo II le nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El 19 de abril de 2005 fue elegido Sumo Pontífice de la Iglesia católica tras la muerte de Juan Pablo II. Su faceta de hombre humilde y disponible llegó ya en la primera homilía de su pontificado: "Mi programa de gobierno es no hacer mi voluntad y seguir mis propias ideas, sino ponerme junto con toda la Iglesia a escuchar la palabra y la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él".
Una de las primeras polémicas de su mandato apareció un día después de ser proclamado papa, cuando se hizo pública su participación en el Ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Dos años más tarde de estallar el conflicto bélico, el Gobierno alemán también obligó a los seminaristas a afiliarse a las Juventudes Hitlerianas. Este es el motivo por el que, en 1941, Ratzinger se incorporó a la organización juvenil del nazismo.
En abril de 1943, con 16 años, Ratzinger fue llamado a filas para participar en la Segunda Guerra Mundial. Primero defendió, con una batería antiaérea, la fábrica de BMW de Múnich y, después, en 1944, fue enviado a la frontera con Hungría. El alemán desertó al final de la guerra. Según declaró en uno de sus libros, durante la contienda no llegó a disparar "ni un solo tiro".
La incógnita de su renuncia
El papado de Benedicto XVI no se salvó de las polémicas. Se le acusó de haber sido "blando" con el escándalo de los abusos contra menores cometidos por sacerdotes en diferentes países. Un controvertido caso que empañó su papado fue el de Barnard Law, a quien mantuvo en su puesto de arcipreste de Santa María La Mayor en Roma, a pesar de haber sido señalado como encubridor de decenas de casos de pederastia durante su etapa como arzobispo de Boston. Los colaboradores de Ratzinger, sin embargo, siempre han defendido su labor contra la "cultura del silencio en la Iglesia". De hecho, fue el propio Benedicto XVI quien castigó al fundador de la poderosa congregación Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel.
Pero a Benedicto le quedaba aún otro capítulo que afrontar en el polémico tratamiento de la Iglesia sobre los abusos a menores. En 2008, durante su viaje a Estados Unidos, fue acusado directamente al final de su vida de haber estado al corriente de cuatro casos de curas pederastas en su etapa como arzobispo de Múnich (1977-1982). Pese a negar estas acusaciones, el entonces Sumo Pontífice publicó una carta expresando su "profunda vergüenza" y "gran dolor" por los errores que pudo cometer.
Una de las grandes incógnitas que rodean a Benedicto XVI fue el motivo real de su renuncia, pese a que el mismo la achaco a su falta de fuerzas para ejercer como máximo responsable de la Iglesia católica. Uno de los motivos de su desgaste fue el conocido como caso 'Vatileaks', la mayor filtración de documentos de la Santa Sede, que se produjo durante su papado, y que vinculaban al Vaticano en asuntos de corrupción.
En febrero de 2013, Ratzinger renunció, siendo el primer papa en tomar esta decisión desde el siglo XIII. Tras su renuncia, resumió sus ocho años de pontificado: "Hubo días de sol y ligera brisa, pero también otros en los que las aguas bajaban agitadas, el viento soplaba en contra, y Dios parecía dormido". Benedicto XVI prometió estar "oculto ante el mundo" en el retiro que se impuso tras su renuncia, pero su silencio roto causó algunos problemas en la inédita convivencia entre los dos papas.
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