La negociación del Brexit no es comparable a la tarea de formar el primer gobierno del "experto negociador" Michel Barnier, pero sus propios compatriotas le están haciendo sufrir tanto como los británicos y le están obligando a sudar tinta para dar a luz la lista de sus ministros.
Los franceses esperaban conocer los componentes del nuevo ejecutivo este sábado, pero en las últimas horas del viernes y cuando parecía que el presidente Emmanuel Macron había dado su visto bueno a la última selección de Barnier, se presentaron nuevos problemas; en especial, la amenaza de los centristas de MoDem, el partido del veterano François Bayrou, que se negaban a participar en un gobierno que consideran "demasiado a la derecha". Al MoDem se le ofrece ocuparse de las carteras de Exteriores y de Sanidad.
Según el plan de Michel Barnier, el gobierno de unión nacional soñado por el presidente Emmanuel Macron será en realidad el gabinete más virado a la derecha en sus siete años de presidencia. Tras el pulso entre Macron y el nuevo primer ministro, el conservador Michel Barnier, la derecha tradicional se puede hacer con tres ministerios, entre ellos, el de Interior, uno de los más importantes y sensibles, pero ha tenido que aceptar las líneas rojas marcadas por los macronistas, especialmente en la negativa a aumentar los impuestos a la clase media.
El nuevo gabinete francés, si MoDem acaba aceptando la propuesta del nuevo "premier", será paritario y contará con 16 ministros y 22 secretarios de Estado. De los 16 principales, siete serán ocupados por miembros del partido “Ensemble pour la République, (EPR, 97 diputados), la formación macronista dirigida por Gabriel Attal, exprimer ministro que, junto al presidente, ha plantado batalla a Barnier tanto en la elección del equipo gubernamental como en la futura política económica.
La derecha de "Los Republicanos", el partido de Barnier, tendría que conformarse con tres carteras, la ya citada de Interior, el ministerio de Familia y otro sin definir. Menos de lo que esperaba, pero demasiados para otros, si se tienen en cuenta sus 47 diputados en una Asamblea de 577.
Otros partidos del llamado bloque central tendrán representación gubernamental; dos pertenecientes al centrista MoDem (rebautizado "Los Demócratas", con 36 escaños); y un representante del partido “Horizons” (33 diputados), de Edouard Philippe, primer ministro de la era Macron y autodeclarado candidato presidencial en 2027, contará también con un puesto en el gobierno. Tanto Philippe, como Bayrou y Attal son candidatos a las presidenciales de 2027 y están jugando con esa variable en las complicadas negociaciones de gobierno.
Un “halcón” anti-inmigración, a Interior
El responsable de Interior, si no hay veto de último minuto, será Bruno Ratailleau, jefe de la derecha ("Los Republicanos") en el Senado. Un representante del ala más dura en lo que respecta al control de la inmigración legal o clandestina y a la respuesta a la imparable delincuencia que sufren los franceses, especialmente los más pobres. Es uno de los puntos de desencuentro entre los centristas de Bayrou y Barnier. Macron tuvo que hacer un llamamiento a los partidos en la tarde del viernes para "facilitar la labor de Barnier". Era un mensaje dirigido especialmente al centrista Bayrou.
Horas antes, uno de los últimos vetos del presidente fue la propuesta de Laurence Garnier como ministra de la Familia. Garnier, senadora de la derecha tradicional, se hizo conocida como opositora al matrimonio homosexual y a la introducción del aborto en la Constitución.
Otro ministerio bajo la lupa de los franceses, el de Justicia, será dirigido, si se confirman las quinielas, por Didier Migaud, un especialista en finanzas que ha trabajado en el pasado bajo administraciones socialistas (cuando estas eran socialdemócratas) y que fue elegido en 2020 por Macron para el puesto de presidente de la "Alta autoridad para la transparencia de la vida pública", una institución neutral que puede descalificar a cualquier responsable político o candidato a puestos oficiales tras investigaciones sobre cuestiones deontológicas, especialmente en el terreno económico. Migaud estaba considerado como un ortodoxo en la reducción del gasto público y es, por lo tanto, descalificado por la izquierda actual como parte de su familia política.
Prohibido aumentar los impuestos
Michel Barnier ha anunciado para el 1 de octubre su discurso programático en la Asamblea, donde ya se medirá el rechazo o apoyo con el que cuenta entre los diputados, aunque en teoría, no habrá voto. Por el momento, solo se conocen algunas líneas generales de sus intenciones: "mejorar el nivel de vida de los franceses y el funcionamiento de los servicios públicos, especialmente la escuela y la sanidad", "garantizar la seguridad, controlar la inmigración o hacer progresar la integración". Asimismo, el inquilino de Matignon quiere animar a las empresas y a los agricultores a "afianzar la atractividad económica de Francia" y pretende controlar las finanzas públicas.
En ese sentido, en plena negociación con su predecesor, Attal, sobre su equipo, Barnier definió la situación económica de Francia como "muy grave", lo que los macronistas entendieron como una ofensa a su gestión, pero que los datos objetivos demuestran como absolutamente cierto: un déficit público del 5,5% del PIB (159.000 millones de euros, en 2023) y una deuda pública de más de tres billones de euros, es decir, un 110,6% del Producto interior bruto: medalla de bronce del endeudamiento en la UE, tras Grecia e Italia, pero campeona continental en aplicación de impuestos y cotizaciones sociales: 48% del PIB.
Fue en ese momento en el que Attal y otros pesos pesados de la macronía advirtieron a Barnier que ni se le ocurriera subir impuestos y le amenazaron con no darle la su confianza en la Asamblea. Barnier parece, pues, obligado a reducir gastos, una tarea tan impopular como el aumento de cargas impositivas a particulares en un país donde más de la mitad de la población no contribuye al fisco; solo un 45% de los franceses pagan impuestos. Hasta última hora del viernes, no se conocían nombres para ocupar el puesto clave de ministro de Finanzas, el sustituto de Bruno Le Maire, que se marcha a Suiza como profesor de economía, tras ser acusado por muchos especialistas de ser responsable de la explosión de los déficits en su país.
La alianza de partidos representados en el nuevo equipo gubernamental ha sido calificada por la izquierda como una "unión de perdedores", pero en la Asamblea, aunque lejos de los 289 escaños que les daría la mayoría legislativa, podrían sumar, según las votaciones (El partido centrista "Liot" tiene 21 escaños y no vota siempre proMacron), entre 213 y 234 voces; como mínimo 20 más que los 193 del Nuevo Frente Popular, que aglutina a "La Francia Insumisa" de Jean-Luc Melenchón, a socialistas, comunistas y ecologistas. El NFP sigue insistiendo en que, como alianza legislativa ganadora en los comicios de julio, debería dirigir el gobierno y ha vuelto a convocar una nueva protesta callejera para este sábado.
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