Los sudafricanos han comenzado este viernes una vida sin el expresidente Nelson Mandela, el símbolo de la lucha contra el 'apartheid', y algunos de ellos no han dudado en reconocer que temen que la muerte de Madiba deje al país vulnerable a las tensiones raciales y sociales que tanto se esforzó en aplacar.
Al romper el alba y mientras los sudafricanos se dirigían a trabajar en la capital, Pretoria, el eje comercial del país, Johannesburgo, y en Ciudad del Cabo, en el Sur, muchos aún se encuentran conmocionados por la muerte de un hombre que fue un símbolo mundial de la reconciliación y la convivencia pacífica.
Los sudafricanos han escuchado al presidente del país, Jacob Zuma, anunciar el jueves última hora que el exmandatario y premio Nobel de la paz falleció pacíficamente en su casa de Johannesburgo, en compañía de su familia después de una larga enfermedad.
A pesar de las garantías de los líderes y figuras públicas de que la muerte de Mandela, aunque triste, no detendrá el avance de Sudáfrica desde su amargo pasado de división, algunos todavía expresan una sensación de malestar por la ausencia física de un hombre famoso por ser un pacificador.
Una avalancha de homenajes continúa llegando este viernes para Mandela, que estuvo aquejado durante casi un año por una enfermedad pulmonar recurrente que se remontaba a los 27 años que pasó en las cárceles del 'apartheid', incluyendo la famosa colonia penal de Robben Island.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el primer ministro británico, David Cameron, han sido algunos de los líderes mundiales y dignatarios que han rendido tributo a Mandela como un gigante moral y un ejemplo para el mundo. La presentadora estadounidense de televisión Oprah Winfrey ha sumado su voz a los tributos y ha asegurado que Mandela "siempre será mi héroe". "Su vida fue un regalo para todos nosotros", ha afirmado, en un comunicado.
Para Sudafrica, la pérdida de su líder más amado llega en un momento en que la nación ha estado experimentando sangrientos disturbios laborales, protestas crecientes contra los malos servicios, la pobreza, la delincuencia y el desempleo y los escándalos de corrupción que empañan al Gobierno de Zuma.
Muchos ven a la Sudáfrica actual --la mayor economía del continente africano, pero también una de las de más desiguales del mundo-- aún lejos de ser la "Nación Arcoiris", el ideal de paz social y prosperidad compartida que Mandela proclamó en su salida triunfal de la cárcel en 1990.
Las banderas ondean a media asta en todo el país y Zuma ha anunciado un funeral de estado para el primer presidente negro de Sudáfrica, quien salió de la cárcel para ayudar a guiar al país hacia la democracia, dejando atrás el derramamiento de sangre y la agitación.
"La vida continuará"
Apenas unas horas después de que se conoció la noticia de la muerte de Mandela, uno de sus compañeros en la lucha anti-apartheid, el exarzobispo de Ciudad del Cabo, Desmond Tutú, trató de disipar los temores de que la ausencia del venerado estadista podría revivir algunos de los fantasmas violentos del 'apartheid'.
"Sugerir que Sudáfrica podría arder en llamas --como algunos han pronosticado-- es desacreditar a los sudafricanos y el legado de Madiba", ha asegurado Tutú. "El sol saldrá mañana y el día siguiente y el próximo (...) puede que no parezca tan brillante como ayer, pero la vida continuará", ha afirmado.
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