El mundo puso sus ojos sobre Nigeria hace ahora seis años. En abril de 2014 un comando del grupo terrorista Boko Haram asaltó un internado y raptó a 276 chicas menores de edad. Personalidades de todo el mundo, encabezadas por la primera dama de EE.UU. Michelle Obama, mostraron su solidaridad con las víctimas. Seis años después, 113 de ellas siguen en paradero desconocido en un país partido en dos por una crisis que dura ya una década y ha dejado miles de muertos.
El documental A golpe de trinchera realizado por los periodistas Xaquín López y Sonsoles Meana, se adentra en los territorios más castigados por el terrorismo yihadista. Uno de ellos es la localidad Maiduguri, capital del estado de Borno, al noreste del país. Cada día, a las 18 horas se cierra a cal y canto y nadie puede entrar ni salir. Un confinamiento diario obligado en una ciudad sitiada por Boko Haram, desde hace años la filial de Estado Islámico en la zona.
Maiduguri es la cuna de Boko Haram. Allí nació y predicó su fundador, Mohamed Yusuf, un imán radical obsesionado con aplicar la sharia y eliminar la educación occidental. Fue asesinado en 2009 por las fuerzas nigerianas después de cuatro días de enfrentamientos y bombardeos. Su testigo lo recogió Abubakar Shekau, actual líder, que en 2015 juró fidelidad a Daesh.
Una carretera une Maiduguri con el resto de Nigeria. Es una vía plagada de controles militares en la que los terroristas se hacen pasar por miembros del ejército para lanzar ataques y emboscadas. A los musulmanes les dejan continuar, pero a los cristianos les raptan o les asesinan. Nigeria está dividida en dos. Al norte hay mayoría musulmana y el sur son cristianos o animistas. “Después de nueve años en el seminario, ahora me siento como un héroe”, dice un sacerdote cristiano recién ordenado antes de oficiar su primera misa en Maiduguri.
El trabajo de Meana y López incluye diversas entrevistas y testimonios recabados por todo el país, desde un niño con 14 años víctima de los disparos terroristas, los refugiados en campos improvisados sin ninguna ayuda estatal o hasta un familiar que sigue buscando a sus dos sobrinas, secuestradas en Chibok en 2014. La primera de ellas tardó tres años en ser liberada. Muchas de ellas regresaron con bebés nacidos de violaciones o matrimonios forzados. “Los niños son nuestros, no hay ningún problema con las familias”, dice este familiar que sigue esperando poder abrazarse con sus sobrinas.
Boko Haram se ha extendido por la región a los países limítrofes. Cuenta con 5.000 insurgentes preparados en sus campamentos clandestinos. Les planta cara el ejército nigeriano, uno de los más potentes de África, con la ayuda de dos grupos paramilitares, los Hunters y los Civilian. Un jefe de este segundo grupo no escatima en detalles al describir cómo torturan a los yihadistas usando motosierras para decapitarles.
La corrupción también asoma en esta crisis humanitaria que dura ya diez años. “Las cosas se pueden hacer mejor desde el Ejército y el Gobierno si expulsasen a todos los corruptos”, lamenta el obispo de Maiduguri, monseñor Oliver Dasho.
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