Los premios “César”, el equivalente de los “Goya” españoles, celebrarán su 49 edición el 23 de este mes. La ceremonia, como sucede con sus colegas españoles, propicia entre los protagonistas de “la ceja francesa” una noche de soflamas izquierdistas y “wokistas”, con críticas y burlas al ministro de Cultura del momento si el responsable no pertenece al autodenominado “progresismo”.
Este año, los representantes de una de las industrias más subvencionadas del país contaban con una presa fácil, tras el nombramiento por Emmanuel Macron de Rachida Dati, una “sarkozista” convencida, como ministra del ramo.
Pero el guion oficial que preparaba “la familia del cine” va a tener que ajustarse tras las denuncias por violación y acoso sexual lanzadas por la actriz Judith Godreche contra dos directores emblemáticos de la izquierda cultural: Benoit Jacquot y Jacques Doillon.
Godreche, de 51 años, y Benoit Jacquot, de 77, no sólo compartieron trabajo, sino que vivieron juntos durante seis años, una relación que se inició cuando ella tenía 14. La actriz, que denuncia a su exdirector y excompañero por primera vez en estos días, sabe que el supuesto crimen de “violación sobre menor de 15 años” ya ha prescrito, pero ha afirmado querer levantar su silencio pensando en su hija adolescente.
Jacquot, un director que ha contratado para sus películas a las principales figuras femeninas del cine francés: Virginie Ledoyen, Isild Le Besco, Isabelle Huppert, Catherine Deneuve, Léa Seydoux o Isabelle Adjani, ha negado las acusaciones.
Godreche ha vaciado su saco acusando también a otro clásico del cine francés, Jacques Doillon, de “agresión sexual” durante el rodaje de “La fille de quinze ans”, en 1987, cuando ella tenía precisamente 15 años.
45 tomas para una escena de sexo
La actriz contó en la radio pública esta semana que, en ese filme, Doillon, entonces con 45 años (79 hoy), despidió al actor que había contratado y protagonizó con ella una escena de sexo que exigió 45 tomas; 45 repeticiones de tocamientos de los senos de Godreche, desnuda de cintura para arriba. La actriz reveló también que durante esa escena la mujer de Doillon, la actriz inglesa Jane Birkin (ex de Serge Gainsbourg) estaba presente fuera de cuadro. Birkin describió en sus memorias, “Munkey Diaries”, publicadas en 2018, ese momento: la besaba veinte veces seguidas y me preguntaba cuál era la mejor toma. Una verdadera agonía”.
El abogado de Jacques Doillon ha asegurado que su representado “rechaza con fuerza las acusaciones y que se explicará ante la Justicia”. Doillon tiene tres hijas actrices: Lou Doillon, Lola Doillon y la hermanastra de estas, Charlotte Gaisnbourg.
Tras las recientes nuevas acusaciones contra al actor Gerard Depardieu, el presidente Macron entró en la polémica en diciembre subrayando el principio de la presunción de inocencia, a la espera de una decisión de los tribunales. Pero, por supuesto, el llamado “delito de telediario” ya ha “cancelado” a los dos recientes incriminados. El Festival de cine italiano, “Viva il cinema”, de la ciudad de Tours, cuyo jurado debía presidir el 21 de febrero Jacques Doillon, ha eliminado del programa al realizador.
Caza de brujas y pedofilia aplaudida
Judith Godreche no ha recibido un apoyo unánime de sus colegas. Algunas, como la también actriz, Anne Duperey, ha declarado a la revista “Gala” que no cree en la caza de brujas tardía” y señaló que seis años de convivencia “bajo influencia” sin consentimiento parece exagerado”.
Difícil para otras entonar el “hermana, yo sí te creo”, cuando en declaraciones de 2010 Godreche afirmaba que Jacquot, hoy denunciado como violador, era calificado, entre risas por ella como “alguien extremadamente seductor, inteligente y brillante”. Yo estaba bajo su influencia, pero una influencia inspiradora”, decía hace 14 años.
Las acusaciones y denuncias de la actriz destapan, según algunos, y sobre todo algunas periodistas y ensayistas francesas, el ambiente post-mayo del 68 en el escenario cultural de Francia. Godreche ha afirmado también que el libro “El consentimiento”, de Vanessa Springora, le ha ayudado a destapar los casos aludidos. Springora relata en la obra su relación de dos años con el escritor y periodista, Grabriel Matzneff. Ella tenía 14 años; él, 50.
Gabriel Matzneff, 87 años, ha publicado varios libros con un contenido casi único: su atracción sobre niñas menores y la defensa de la pedofilia. Agasajado con premios - el último, el Renaudot de 2013 - era una figura que siempre disfrutó de invitaciones en los platós de televisión. En una de estas emisiones culturales, en 1990, una participante le acusó de alardear en sus libros de sodomizar a muchachas menores. Pero nadie en el “ámbito cultural” se inmutaba, sus obras siguieron vendiéndose y él continuaba escribiendo para “Le Monde”. La madre de Springora, conocida del escritor, prefirió no perturbar la relación de su hija; hubiera pasado por una retrógrada en Saint-Germain-des-Prés. En enero de 2020, el libro escrito por la antigua “víctima” de Matzneff se convirtió en un best-seller con ventas en 25 países. La historia también ha pasado al cine en una película con el mismo nombre que el libro.
“Tráfico de menores” y sexo bajo hipnosis
Para la izquierda francesa heredera del 68 (“disfrutar sin límites”) está siendo difícil encajar la mentalidad de entonces con un MeToo que tiene especialmente efectos retroactivos. Del sexo con menores, defendido por personajes como Daniel Cohen-Bendit en televisión, y aconsejado por diarios como “Libération” y “Le Monde” en los años 70, se ha pasado casi al contrato firmado con dos copias de consentimiento, no ya para aceptar el sexo, sino incluso para iniciar un ligue.
Pero la izquierda cultural no abandona fácilmente a sus iconos. EL mismo diario “Libération”, convertido en hoja volandera del “melenchonismo” más radical, elogiaba a Benoit Jacquot en 2019 como “el último Casanova”. “Dandy radical e intelectual seductor, no renuncia a nada ante su pasión por las películas y las chicas”. Así encabezada el periódico portavoz de la extrema izquierda un retrato del realizador hoy puesto en la picota.
Pocos años antes, el propio Jacquot abordaba en un documental titulado “Los trucos del deseo”, su relación con actrices jóvenes: “Se trata de una transgresión, está claro; una chica como Judith, con 14 años y yo con 40… Yo no tenía derecho, pero a ella le importaba un pimiento, incluso le excitaba. Hacer cine es una especie de cobertura para tráficos de todo tipo, incluido el de menores”.
Una confesión que no escandalizaba simplemente porque su autor pertenece a la izquierda. Precisamente, el realizador de ese documental, el psiquiatra Gerard Miller, gurú de la izquierda mediática francesa, inquisidor en jefe de comportamientos sospechosamente fascistas, jefe de la policía moral anti “fachosphère” (término francés importado por “spin doctors” celtibéricos), ha sido acusado esta semana de violación y agresión sexual por 41 mujeres a las que “curaba” mediante hipnosis.
El psiquiatra no ha sufrido la hoguera merecida por otros acusados, no porque se le aplique la jurisprudencia macronista que no le ha servido de nada a Depardieu, sino porque es, simplemente, una figura de la burguesía de extrema izquierda.
Como denuncian periodistas e intelectuales de la “réacosphére” (reaccionarios, para quien no entienda), desde el pogrom del 7 de octubre en Israel, la izquierda francesa y el neofeminismo aplican un doble rasero a la violación de mujeres, según quien sea el autor. Cadalso mediático para unos; silencio para los denunciados si pertenecen a la izquierda, como Miller o los terroristas de Hamás, asimilados equivocadamente a esa posición política por los defensores de la “causa palestina”. Una causa que, sin duda, estará presente en la ceremonia de los premios “César” del cine francés. Para abordar las violaciones y agresiones sexuales, los presentadores y galardonados deberán hacer piruetas verbales si no quieren hundir, todavía más, a sus camaradas hoy incriminados.
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