El escenario es idéntico. En un contexto de crisis política entre dos países, una avalancha migratoria amenaza directamente la seguridad nacional de un Estado miembro de la OTAN con la connivencia de un país vecino. Sin embargo, mientras la Alianza Atlántica ha respaldado sin ambages a Polonia tras el "ataque híbrido" de Bielorrusia en la frontera, su respuesta en Ceuta fue diferente. Cuando el pasado mes de mayo, en medio de un choque diplomático sin precedentes entre España y Marruecos, Rabat lanzó a 12.000 de sus ciudadanos como munición humana contra España gracias a una masiva campaña de desinformación, la OTAN se puso de perfil a pesar de que los dos países víctimas de estas tácticas de 'guerra híbrida' son miembros de la organización internacional.
Varias razones explican la postura de la OTAN sobre los acontecimientos que se están viviendo estos días. En primer lugar, la crisis migratoria en la frontera polaca puede entenderse como un choque entre bloques. Polonia, al igual que los países bálticos, es un escenario clave para la Alianza Atlántica en sus esfuerzos por contrarrestar la influencia de Rusia en su frontera oriental. El Kremlin, principal apoyo del régimen bielorruso de Alexander Lukashenko en la táctica de trasladar a miles de personas procedentes de terceros países hasta la frontera para desestabilizar al Gobierno de Varsovia, lleva tiempo en el candelero por la crisis migratoria que se vive en Lituania, Letonia o la propia Polonia para poner a prueba la seguridad fronteriza de la Alianza. Una guerra gris -académicos y mandos militares lo califican de "ataques híbridos"- que comenzaron antes de verano en la frontera de Lituania, también miembro de la OTAN y la Unión Europea.
Polonia ha aumentado a 15.000 los efectivos desplegados en la frontera -a los que se suman 1.000 efectivos de las Fuerzas de Defensa Territorial, un cuerpo militar paramilitar que ha movilizado a 8.000 combatientes- y se prepara para la invocación de consultas dentro de la OTAN -esto es, aplicar el artículo 4 del Tratado de la Alianza Atlántica para reunir a la organización-. Mientras, Varsovia denuncia que "hombres uniformados" disparan balas de fogueo contra guarniciones polacas y que los militares bielorrusos custodian, dan instrucciones y conducen a los grupos de migrantes de forma coordinada hasta la valla fronteriza.
La estrecha alianza Marruecos-EEUU
Escenario similar al que se vivió en la frontera entre Marruecos y Ceuta el pasado mes de mayo. Las imágenes difundidas mostraban la connivencia, cuando no el apoyo directo, de las autoridades marroquíes a los grupos de inmigrantes que daban el salto a territorio español por vías ilegales. Todo ello en un contexto de grave crisis diplomática entre Madrid y Rabat, marcada por el ingreso médico de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, en un hospital de Logroño y por la postura de una parte del Ejecutivo español -representada por Unidos Podemos- sobre la celebración de un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental.
El Parlamento Europeo condenó el uso de menores por parte de Marruecos en su estrategia de "presión" a España y, en definitiva, al Viejo Continente, en tanto que la frontera de Ceuta también lo es de Europa. Sin embargo no se escuchó una voz tan contundente desde la Alianza Atlántica. Porque si las relaciones entre Madrid y Rabat eran tensas, las de Washington con el reino alauí atravesaban -aún lo hacen- un momento dulce, especialmente desde que la administración Trump reconociese la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
En ese contexto, la posición de Estados Unidos -y por tanto de la OTAN- se encuadró en la tibieza. Un apoyo sin fisuras a España suponía irritar a un aliado estratégico en el norte de África. Y Washington no tiene interés en echar por tierra su hermanamiento con Marruecos, a quien considera una fuerza de contención de todas las inestabilidades que azotan el Sahel, con el terrorismo yihadista como principal amenaza.
Una afinidad que también se escenifica en el plano militar: Estados Unidos y Marruecos van de la mano en la organización del African Lion, las mayores maniobras militares de todo el continente africano; una exhibición de músculo que cobra vital importancia cuando el reino alauí mantiene un nuevo pulso diplomático, esta vez con Argelia. El think tank Instituto de Seguridad y Cultura detalla en un informe que "desde 2018 Marruecos ha declarado que adquirirá material militar a Estados Unidos por más de 12.000 millones de dólares". La carrera armamentística impulsada por Mohamed VI tiene como objetivo desbancar a Argel como principal fuerza militar de la región.
Ceuta, Melilla y la OTAN
Pero sobre el papel hay otra duda difícil de responder y que marcaría la posición de la OTAN sobre la crisis Madrid-Rabat. ¿Está obligada a responder a un ataque directo o indirecto contra Ceuta y Melilla? No hay duda de que España es un miembro destacado de la Alianza Atlántica y que aporta sus capacidades militares y estratégicas en los despliegues que la OTAN mantiene en diferentes escenarios del mundo.
No obstante, la protección de ambas ciudades autónomas no está especificada en el Tratado de Washington de 1949, sobre el que se articula el ámbito de actuación de la organización. Y cuando España se incorporó como miembro de pleno derecho no se modificaron los artículos que delimitan los territorios que quedan bajo responsabilidad de la Alianza, que no incluían ni Ceuta ni Melilla. Así las cosas, hay un limbo jurídico sobre el que no hay unanimidad.
La OTAN, que ahora respalda sin fisuras a Polonia tras los acontecimientos que se están viviendo en sus fronteras, evitó una sentencia firme sobre los episodios de Ceuta. Porque si en el primer caso todos los caminos apuntan a Rusia, principal foco de tensiones con la Alianza, en el segundo se encuentra Marruecos, un aliado estratégico en torno al que Estado Unidos articula uno de sus principales ejes de actuación en el futuro inmediato.
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