En su visita de tres días a Tierra Santa -Jordania, Autonomía Palestina (AP) e Israel- el papa Francisco ha deleitado con el estilo franco que ha mostrado en los pueblos de la zona. Tanto en las reuniones políticas de máximo nivel como en sus actividades religiosas y civiles ha logrado generar confianza y una poderosa ola de simpatía hacia su persona.
Tras ser recibido con los máximos honores en el aeropuerto israelí de Ben Gurión por el presidente Shimón Peres y el 'premier' Biniamín Netaniahu, el sumo pontífice mantuvo reuniones con el rey Abdala II y el rais Majmud Abbas, y visitó el campamento palestino de Deishe -que en la práctica es un barrio de Belén- donde exhortó a los jóvenes a evitar la violencia.
Muro de los lamentos y Yad Vashem
En Jerusalén, Francisco realizó un peregrinaje cargado de simbolismo para musulmanes, cristianos y judíos. Visitó al Gran Muftí en la mezquita Al-Aqsa, tercer santuario en importancia del Islam. Luego llegó al Muro de los Lamentos, parte del segundo templo hebreo, destruido en el año 70 por los romanos tras sofocar una poderosa rebelión judía contra su dominio. Allí Francisco rezó y colocó una petición entre sus piedras, siguiendo la tradición de sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Al ser el lugar más sagrado del judaísmo, este gesto posee un gran valor para Israel.
Después de su plegaria, el Papa se abrazó con el rabino argentino Abraham Skorka, un amigo personal, y con el musulmán Omar Abboud, quienes lo acompañaron en este viaje, simbolizando la necesaria convivencia y respeto entre las religiones.
El Papa ha realizado un peregrinaje en Jerusalén cargado de simbolismo para musulmanes, cristianos y judíos
Posteriormente, el Papa se dirigió al Monte Hertzl, donde está enterrado Teodor Hertzl, padre del sionismo moderno, quien impulsó la creación de un estado judío en la Tierra Prometida. Allí depositó una corona de flores. Francisco invitó además a los presidentes de Israel y la AP a reunirse con él en Roma para avanzar en el camino hacia un acuerdo de paz justo para sus pueblos.
Su siguiente escala en la capital israelí fue Yad Vashem, el museo que honra la memoria de los hebreos que fueron asesinados o cayeron luchando contra el nazismo, así como también a los Justos de las Naciones, aquellas personas que arriesgaron sus vidas para salvar a los perseguidos. Entre ellos se encuentra Ángel Sanz Briz, llamado el Ángel de Budapest, un diplomático español que salvó a 5.000 judíos húngaros del Holocausto. En la Segunda Guerra Mundial murieron 55 millones de seres humanos, de los cuales se calcula que unos seis millones eran judíos.
Paz y respeto
El discurso de Francisco tuvo una enorme fuerza. “El Padre –afirmó- conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podía perderse... pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como esta, un abismo tan grande. Ese grito: '¿Dónde están?', aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo”. El Papa zanjó este episodio afirmando que el Holocausto fue "un mal como jamás sucedió antes bajo el cielo".
El Papa calificó el Holocausto como "un mal como jamás sucedió antes bajo el cielo"
Francisco concurrió luego a la Gran Sinagoga de Jerusalén, donde se reunió con los principales rabinos del país, para más tarde dialogar con el presidente Peres y el primer ministro Netanyahu. En la tarde, el Papa argentino visitó la iglesia ortodoxa del Monte de los Olivos y la Iglesia de Getsemaní donde Jesús rezó, en sus jardines, antes de ser arrestado por los romanos. Allí él mismo plantó un nuevo árbol.
La última actividad en esta nutrida visita fue una misa en la Sala del Cenáculo, donde según la tradición cristiana tuvo lugar la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Francisco hizo de la paz y el respeto las claves de su viaje a Tierra Santa, criticando a quienes se escudan en la religión para matar. "Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Que nadie utilice el nombre de Dios para la violencia".
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