Internacional

¿Por qué ha fracasado la "cumbre por la democracia" en los Estados Unidos de Biden?

Acaba de celebrarse en EEUU la segunda “Cumbre por la Democracia” (Summit for Democracy), un evento (o invento) del presidente Biden para r

Acaba de celebrarse en EEUU la segunda “Cumbre por la Democracia” (Summit for Democracy), un evento (o invento) del presidente Biden para reivindicar el liderazgo yanqui sobre las democracias mundiales. Según la administración del Partido Demócrata, la primera cumbre fue necesaria tras el desprestigio institucional que sufrió EEUU cuando los sectores trumpistas del Partido Republicano no reconocieron el último resultado electoral. Yo añadiría el desprestigio causado por los propios Demócratas cuando impugnaron también las elecciones previas a aquellas, inventándose una conspiración rusa para intervenir la democracia. Y desde entonces siguen buscando encarcelar al líder de la oposición por cualquier medio.

Pero, pese a su vocación de “evento histórico”, tanto la primera como la recién concluida segunda cumbre han pasado sin pena ni gloria para nuestra población y esfera mediática occidental. Seguramente sea este el único artículo que el lector encuentre sobre la cumbre. Y encima, es para ponerla a parir. Para colmo, lo que sí se está siguiendo con gran interés desde la opinión pública occidental son los movimientos de China, el gran rival de EEUU. Sus cónclaves del Partido Comunista, sus propuestas de paz en Ucrania y sus foros internacionales. Duro revés comunicativo para “el bloque de las democracias”.

Los líderes de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) celebran reuniones multitudinarias con otros tantos representantes de África o Asia. Estrechan sus manos, se abrazan y se prometen luchar por un orden internacional nuevo. Mientras, el “bloque de las democracias” se reúne por Zoom o por Skype (con la excusa del distanciamiento por protocolo covid) y envían impersonales mensajes pre-grabados. Por mucho que presuma de haber rejuvenecido y de fortalecerse en la lucha contra Vladimir Putin y Xi Jinping, el bando de Biden transmite la misma decrepitud y falta de vigor que el propio Biden. Veamos tres motivos.

1.- Un punto de partida falso

El tema de la cumbre no es realmente promover la democracia, sino dividir el mundo en dos y proclamar una nueva Guerra Fría: Washington y sus aliados contra el resto (concretamente, Moscú y Pekín). A cambio de la lealtad a EEUU, Biden concede a sus países aliados el título de “democráticos”, a la par que calumnia a sus enemigos con el título de “autoritarios”. Es la enésima reedición, ya bastante quemada, de un mecanismo propagandístico dualista y maniqueo. En las guerras mundiales, los de EEUU eran las liberales repúblicas contra los tiránicos imperios. En la Guerra Fría, el “mundo libre” contra las dictaduras comunistas. A finales del siglo pasado, “la paz” en la guerra contra “el terror”, o “el bien” contra “el eje del mal”. En el argumentario estadounidense, todas estas palabras (paz, bien, libertad, democracia) acaban vaciadas de significado, más allá de la hegemonía del dólar y sus bases militares.

El propio Borrell, aun siendo un títere de la política exterior gringa, advirtió el pasado octubre contra esa narrativa, sabedor de la necesidad occidental de aliados poco democráticos (desde Qatar o Egipto hasta Tailandia o Birmania).

Tampoco tiene nada de particularmente democrático el conflicto internacional aquí planteado (bloque de EEUU contra bloque ruso-chino). En primer lugar, porque es una cruzada para la que no se ha consultado a las poblaciones occidentales, en buena medida contrarias a librar tal batalla hasta sus últimas consecuencias. En segundo lugar, porque dicho alineamiento (con sus sanciones de parte y sus “desacoplamientos” unilaterales) es una ruptura definitiva con cualquier esperanza de asamblea internacional mundial. Y en tercer lugar, porque este esquema crudamente geopolítico acaba produciendo un listado de asistentes que no siempre representan lo mejor de la democracia (como veremos en el siguiente punto).

La premisa propagandística de Biden es simplemente una falsedad. “Las democracias avanzan y se fortalecen, los autoritarismos retroceden y se debilitan”, dice. Pero según los más diversos índices, el estado global de la democracia lleva casi 20 años decayendo. El instituto sueco Varieties of Democracy (V-Dem), dice que media humanidad vivía en democracia hace una década, mientras que ahora solamente una cuarta parte. Y no es precisamente porque Rusia o China estén conquistando el mundo para ponerlo bajo el autoritarismo, sino por el fracaso en varios países de las campañas occidentales de “cambio de régimen” y “exportar la democracia”, así como por el viraje autoritario de varios regímenes aliados de EEUU. Empezando por España, que perdió puntos en varios estándares internacionales, por la dependencia judicial del poder ejecutivo.

2.- Unos invitados poco democráticos

La lista de invitados ha sido convocada by finger, es decir, a dedo de Biden. De nuevo, ningún mecanismo democrático. Lo único que tienen en común los asistentes es ser aliados estratégicos de EEUU. Caben democracias de bajo nivel como las Filipinas: en la cumbre anterior estuvo Duterte (investigado por crímenes contra la humanidad) y en esta Ferdinand Marcos hijo (nostálgico de la brutal dictadura militar de su padre). O como el Perú, que se jodió con un intento de golpe de estado y una posterior represión con masacres de disidentes. Saben mucho de golpismo en EEUU, que han invitado como delegación venezolana y nicaragüense a elementos como Lesther Alemán, implicado en la intentona violenta de Nicaragua en 2018.

Caben también países apenas democráticos, pero interesantes para contener a Rusia o China: Moldavia, Georgia, Macedonia del Norte, Montenegro, el Nepal, las Fiji, Indonesia, Malasia, Nigeria o Kenia (cuyo presidente responde a las acusaciones de fraude electoral con represión policial a la oposición). Y bienvenidos sean países directamente considerados anti-democráticos: Angola, Níger, Irak o la República Democrática del Congo (que arrastra la crisis de refugiados menos mediática del siglo). Estos últimos son casos fallidos de “democracy-building” que EEUU no ha sabido ocultar.

Se invitó también a Pakistán, cuyo gobierno golpista emergió en abril de 2022 de una operación estadounidense de “cambio de régimen” contra el líder electo Imram Khan. Y para absoluta vergüenza guiri, los pakistaníes rechazaron la invitación para no incomodar a sus principales socios económicos… los chinos.

Estuvieron también Brasil, la India y México. Todos ellos vienen de tener problemas democráticos con la oposición, pero son imprescindibles para el plan de Biden de atraerse a los países neutrales de la órbita BRICS. En palabras del exdirector de la CIA Mike Pompeo, se trata de intentar enfrentar a la “B” y la “I” contra la “R” y la “C”. No parece fácil.

Tampoco podía faltar Israel, conocido como "la única democracia laica en Oriente Medio". La única tras destruir a las demás, claro, desde Siria al Líbano. Su líder, Netanyahu, compareció en la cumbre poco después de intentar aprobar una ley para poner los tribunales nacionales bajo su control.

Y, por supuesto, Ucrania tuvo un papel protagonista. La verdad es que de su calidad democrática no se puede decir nada malo. Me refiero a que, literalmente, no es posible decir nada malo sobre ello si es que uno quiere ver su artículo publicado en prensa occidental. Diré, por tanto, que el gobierno ucraniano en absoluto ha prohibido todos los partidos socialistas y comunistas, que de ninguna forma ha cerrado más de una decena de medios de comunicación y que sus críticos y opositores están ahora mismo cómodamente en sus casas y lejos de cualquier prisión.

Hay que dar la bienvenida también a fichajes estrella que no estuvieron en la primera cumbre: desde Honduras a Tanzania y Mozambique. Definitivamente, no es que la democracia avance, es que el imperialismo baja el listón. Mención aparte merecen dos invitados: Taiwán y Kosovo, que no es que no sean democracias, es que ni siquiera son países plenamente reconocidos. Pero figuran por ser molestos para China y para Serbia (y por ende, Rusia). 

Lamentablemente, también hay un par de ausencias. Aunque Israel y Turquía reciben semejantes críticas a su falta de democracia, solo se ha invitado a uno de los dos. Lo mismo en el caso de Polonia y Hungría. ¿Por qué misterio se invita a Israel pero no a Turquía y viene Polonia pero no Hungría? Pues resulta que Israel y Polonia son aliados militares clave de EEUU en el frente persa y el frente ruso. Mientras que Turquía y Hungría, aun siendo miembros destacados de la mismísima OTAN, han mostrado un perfil mínimamente independiente. Mínimamente. Se oponen a participar en la escalada armamentística y prefieren llamar a un proceso de paz. Intolerable: fuera.

3.- Un objetivo fallido

              Como es habitual en este tipo de eventos, el propósito final es la aprobación de un documento conjunto que sea muestra de unidad de acción. El panfleto, en este caso, se trata de una cosa tan básica como intentar definir lo que es una democracia y cuáles han de ser sus objetivos. Pues bien, el fracaso ha sido estrepitoso. De unos 120 invitados, solo 60 llegan a firmar el documento.

              De entre los que han firmado, muchos lo han hecho solo parcialmente, dejándose algún párrafo sin rubricar. Polonia no firma el párrafo 1, que caracteriza la democracia como un régimen de “igualdad de género”. Armenia, India y México no firman el párrafo 3, que condena únicamente a Rusia por la guerra de Ucrania. India, Israel y Filipinas no firman el objetivo 4: someterse a la Corte Penal Internacional en cuestiones de genocidio y crímenes diversos. Bulgaria, República Dominicana, Irak, Mauritania, Paraguay, Polonia y Zambia (¡que es una de las cuatro naciones organizadoras de esta cumbre!) no firman el objetivo 8: la lucha contra la discriminación por razón sexual, religiosa, política o de clase económica. República Dominicana, Paraguay y Polonia no firman el objetivo 9: atacar los prejuicios culturales y estereotipos de género y luchar por los “derechos reproductivos”. India no firma el objetivo 13: renunciar a las restricciones gubernamentales del internet. Malawi no firma el objetivo 17: comprometerse con los “objetivos climáticos”.

              Eso sí, EEUU (el país que dirige la mayor red global de espionaje) se compromete a luchar contra la tecnología de espionaje… de los demás. Y firma también 690 millones de dólares para “promover la democracia”, casi casi casi llega a ser la centésima parte de lo que gastó el año pasado en la guerra en Ucrania.

Buenísimo todo. Con ustedes, señores, la Cumbre por la Democracia. Luego nos llamarán prochinos y prorrusos.

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