La promesa de Donald Trump en 2016 de construir un muro en la frontera de Estados Unidos con México fue uno de los ejes más polémicos de su mandato y uno de los mayores símbolos de su administración, que ahora, también se recuerda en plenas elecciones estadounidenses. Aunque el objetivo inicial era construir una barrera de casi 2.000 kilómetros, durante los cuatro años de su presidencia se erigieron alrededor de 600 kilómetros de barrera en diversas zonas de la frontera, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, con la llegada de Joe Biden a la presidencia en 2021, la construcción se detuvo de inmediato, marcando un viraje hacia un enfoque más “humanitario” que buscaba atender las causas de la migración desde una "perspectiva diplomática y de ayuda internacional", según el presidente, en lugar de ampliar las medidas en la frontera. A pesar de esta intención, el flujo migratorio de Centroamérica y México no ha disminuido, lo que mantiene la crisis migratoria como una de las principales preocupaciones de la nación.
La política migratoria de Biden: ¿Una vuelta a Trump?
La frontera entre México y Estados Unidos sigue siendo una de las más peligrosas y transitadas del mundo, con cifras alarmantes de mortalidad entre quienes intentan cruzarla. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), tan solo en 2022 se registraron 686 migrantes fallecidos o desaparecidos en la región fronteriza. La ruta está marcada por temperaturas extremas, terrenos inhóspitos y una creciente presencia de grupos criminales que, aprovechando la desesperación de los migrantes, les extorsionan o trafican con ellos.
A pesar de los riesgos, el flujo migratorio sigue aumentando. Además de México, migrantes provenientes de países tan distantes como India, Siria o Angola, junto a otros de América Latina como Guatemala, Honduras y Colombia, intentan cruzar a territorio estadounidense para escapar de la violencia, la pobreza y las crisis políticas en sus lugares de origen.
Aunque la administración de Biden prometió un enfoque migratorio más comprensivo, el aumento en los cruces irregulares lo ha forzado a recurrir a medidas más restrictivas. Uno de los cambios que realizó el presidente durante su mandato es una regla que limita el derecho de asilo en los cruces fronterizos cuando se superan los 2.500 encuentros diarios con migrantes, aplicando una regulación que ya había sido utilizada por la administración Trump.
Esta medida permite la expulsión rápida de aquellos migrantes que intentan cruzar irregularmente, devolviéndolos a México sin la oportunidad de solicitar asilo, una acción que ha sido ampliamente criticada por defensores de los derechos humanos. Al mismo tiempo, Biden ha destinado recursos para mejorar las condiciones en los países centroamericanos, aunque el impacto de estas medidas a largo plazo sigue siendo incierto.
La estrategia republicana: un regreso al muro y políticas de deportación masiva
Con la mirada puesta en las elecciones, Donald Trump se ha presentado nuevamente como un candidato comprometido a “restaurar la seguridad” en la frontera sur. De hecho, hay que recordar que en su discurso en la Convención Nacional Republicana en Wisconsin, Trump prometió terminar la construcción del muro y calificó la migración irregular como una “invasión”, un lenguaje que ha caracterizado su retórica desde 2016. Además, Trump anunció que, de llegar a la Casa Blanca, lanzará una “operación masiva de deportaciones” para reducir la población de migrantes irregulares en Estados Unidos, señalando que “restaurará la integridad” del país.
El muro y el aumento de las deportaciones se mantienen como los pilares de la propuesta republicana, que sigue apelando a una parte significativa de la población que percibe a la migración como una amenaza para la economía y la seguridad nacional. En este sentido, Bill Wells, candidato republicano al Congreso, ha manifestado que la migración representa una amenaza cultural, asegurando que los estadounidenses “sienten que les van a quitar su lengua y su cultura” y que “se perderá la esencia del país”.
Kamala Harris y el enfoque demócrata: gestión migratoria con “mano firme”
Por otro lado, Kamala Harris, actual vicepresidenta y candidata demócrata a las elecciones, ha asumido una postura que busca equilibrar las necesidades de control fronterizo con una mayor colaboración con los países de origen de los migrantes. Harris ha enfatizado durante toda su campaña electoral la necesidad de abordar las causas de raíz de la migración, tales como la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades en Centroamérica.
Sin embargo, Harris ha tenido que mostrar una posición más firme en la frontera para contrarrestar las críticas republicanas. Recientemente, ha declarado que su administración implementará una serie de acuerdos bilaterales con México y países centroamericanos para frenar los flujos migratorios, incentivando políticas de desarrollo económico y fortalecimiento institucional en estas regiones. La candidata demócrata también ha propuesto mejorar los procedimientos de solicitud de asilo para que estos sean más rápidos y accesibles, reduciendo así la cantidad de migrantes que esperan en las zonas fronterizas.
La crisis migratoria en el centro del debate electoral
La migración, que ha sido un tema históricamente relevante en la política de Estados Unidos, vuelve a posicionarse como un eje determinante en las próximas elecciones. La retórica republicana continúa llamando a un electorado que percibe la migración como una amenaza, mientras que los demócratas buscan defender una postura que equilibre el control con un enfoque humanitario.
En cuanto a las encuestas, el debate sobre el muro sigue dividiendo a los votantes. La construcción del muro de Trump, vista por unos como una medida de seguridad y por otros como un símbolo de xenofobia, se ha convertido en un elemento central de la política migratoria que enfrenta a ambas partes del espectro político.
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