"La cuestión del Sahara constituye los lentes con los que Marruecos mira al mundo y es el criterio claro y sencillo con el que mide la sinceridad de las amistades y la eficacia de las asociaciones". Así de rotundo se mostró el pasado 20 de agosto el rey Mohamed VI en un mensaje cuyo destinatario final era, principalmente Francia, pero también otros países europeos que se resisten a avalar sus tesis respecto a la antigua colonia española.
El mensaje en Twitter que publicó el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, el 10 de diciembre de 2020 reconociendo la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara supuso un punto de inflexión en la campaña que la diplomacia marroquí ha venido desplegando para sumar partidarios a su causa de que forma parte de su territorio y por tanto no está por descolonizar como propugna la ONU.
La carta que envió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en marzo pasado a Mohamed VI, en la que le trasladaba que consideraba que el plan de autonomía marroquí para el Sáhara de 2007 es "la base más seria, creíble y realista" para resolver el conflicto, dio alas a Rabat en su particular cruzada.
El propio monarca lo puso en valor en el citado discurso, en el que se refirió a la "inamovible posición de Estados Unidos" que supuso "un verdadero incentivo" y también encomió "la posición clara y responsable de España, nuestra vecina, que bien conoce el origen y la realidad de este diferendo".
Tanto Mohamed VI como el Gobierno marroquí no han ocultado su deseo de que otros países sigan los pasos de España y a ser posible de Estados Unidos, que con Trump llegó más lejos al reconocer la marroquinidad del Sáhara.
El primer ministro, Aziz Ajanuch, aprovechó una entrevista en un periódico francés el pasado enero para defender que "París no puede ser simplemente un observador" mientras se producen "grandes evoluciones en el reconocimiento, por las grandes potencias, de la soberanía de Marruecos sobre nuestras Provincias del Sur", en referencia al Sáhara.
Pulso con Francia
Para Rabat es especialmente importante que Francia dé este paso y así se lo han hecho ver en repetidas ocasiones, pero el Gobierno galo no ha dado su brazo a torcer por ahora. París ha dejado claro que respalda el plan de autonomía para el Sáhara, como hizo desde el principio, sin embargo no cree que se le deba considerar como la única solución posible.
La relación bilateral entre los dos países, tradicionalmente buena, atraviesa una crisis que se ha visto agravada en el último mes por la votación en la Eurocámara de una moción crítica con Marruecos y que en el reino alauí se ha denunciado que estuvo promovida por el líder de los liberales de Renew, Stéphane Sejourné, un estrecho aliado del presidente francés, Emmanuel Macron.
En este contexto, Macron ofreció una rama de olivo esta semana, expresando su voluntad de "avanzar" a pesar de las "polémicas" y puso en valor su buena relación personal y de amistad con Mohamed VI. La reacción de Rabat fue fulminante: "Las relaciones no son ni amistosas ni buenas, ni entre los dos gobiernos ni entre el Palacio Real y el Elíseo", trasladó una fuente gubernamental autorizada al diario 'Jeune Afrique'.
La fuente cuestionó que tanto la aprobación de la resolución en la Eurocámara como también las acusaciones de la prensa francesa de que Marruecos habría espiado a Macron y otras personalidades con el software 'Pegasus' pudieran haberse hecho "sin una implicación de las autoridades francesas". Ambas cuestiones forman parte de "una ofensiva cuyo objetivo es tener un ascendente sobre Marruecos y contener sus decisiones internas y de política exterior", denunció.
Apoyo de Austria
Mientras se producía este nuevo rifirrafe con Francia, visitaba Rabat el canciller austríaco, Karl Nehammer, y se firmaba una declaración conjunta en la que Austria sostiene que el plan de autonomía marroquí es "una base de solución al diferendo en torno al Sáhara marroquí, aceptada por todas las partes".
Esta declaración, que no llega al nivel de la realizada por España y mucho menos a la expresada en su día por Trump, ha sido vista tanto por el Gobierno como por la prensa marroquí como un nuevo logro para su causa.
El ministro de Exteriores, Naser Burita, celebró el posicionamiento y también la incipiente apertura de consulados por algunos países en Dajla y El Aaiún, que calificó como un "mensaje" para otros, mientras que el diario 'Le Matin' destacaba al día siguiente que ya eran doce los países de la UE alineados con la tesis marroquí: España, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Hungría, Eslovaquia, Chipre, Francia, Rumanía, Portugal y ahora también Austria.
Victorias tácticas
Para el investigador del Real Instituto Elcano Haizam Amirah Fernández tanto estas declaraciones como la apertura de consulados anunciada por casi una treintena de países --sobre todo africanos-- en el Sáhara constituyen "victoria tácticas". "La realidad sobre el terreno y el equilibrio de fuerzas va por otro lado", subraya en declaraciones a Europa Press.
"Marruecos está presionando a otros países para que sigan los pasos de Trump" pero por ahora ningún país de peso lo ha hecho, como tampoco ninguna organización internacional como la ONU, la UE, la Unión Africana o incluso la Liga Árabe, apunta este experto, que incide en que con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca aunque no se dio marcha atrás a lo declarado por Trump no se ha seguido ahondando en este posicionamiento.
Así, recuerda que por el momento no se ha abierto el consulado que Trump prometió en Dajla, tampoco se han llevado a cabo maniobras militares conjuntas en territorio saharaui como quería Rabat y "desde Washington no se ha invitado a otros países a seguir los pasos de Trump" quien además tomó la decisión tras perder la reelección.
Además, Washington sostiene ahora cada vez que se habla del plan de autonomía marroquí que es "un enfoque potencial para alcanzar las aspiraciones del pueblo del Sáhara Occidental", lejos de considerarlo como la mejor base para resolver el conflicto, como vino a hacer Sánchez con su carta a Mohamed VI.
Por otra parte, Amirah Fernández llama la atención sobre el hecho de que pese a que Trump dio ese paso para acompañar el restablecimiento de relaciones entre Marruecos e Israel, este último país sigue sin reconocer el Sáhara como marroquí mientras que Marruecos aún no ha abierto su embajada en territorio israelí. Israel no lo ha hecho "porque sabe que enfadaría mucho a algunos de sus socios africanos, lo que molesta a Marruecos", valora.
Así las cosas, el analista del Instituto Elcano advierte de que la intención de Marruecos de "resolver sin acuerdo político ni consulta a la población no soluciona el conflicto y podría generar enfrentamientos mayores" en el Magreb y por extensión en el Sahel, toda vez que la rivalidad entre Rabat y Argel se encuentra en una de sus máximas cotas y existe "un riesgo de escalada o de accidente" entre los dos países, sumidos además como están en una carrera armamentística.
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