La feria de los desistimientos ha terminado. Lo que algunos llaman peyorativamente "la cocina electoral", donde se guisa la política a espaldas de los ciudadanos, es una maniobra permitida por la Constitución de la V República y por tanto legítima, pero sin duda va a contribuir al desprestigio de la democracia y, quizá, al aumento de la abstención, el voto blanco y el nulo el próximo domingo, después del récord de participación de la primera vuelta.
Confirmada la lista de candidatos a la segunda vuelta de las elecciones legislativas del domingo, las izquierdas han retirado a sus candidatos en las circunscripciones -151 de un total de 577- donde se celebraban triangulares en las que el partido de Marine Le Pen estaba en cabeza después de la primera vuelta. Los macronistas, por su parte, les devuelven la jugada, pero con menos unanimidad y ciertas negativas, y renuncian a 59.
Tras una campaña relámpago y con tres bloques con programas completamente opuestos, a los electores se les comunica ahora, sin consultarles, que el político local -del que le aseguraron dependía el futuro del país- se retira para dejar paso al enemigo irreconciliable de hace una semana.
Según los sondeos, solo uno de cada cuatro electores va a seguir las consignas de los “apparatchiks” de su propio partido. Un dato que refleja la desconexión entre la casta política y el electorado. En otro sondeo publicado el martes por el instituto Ifop, un 53% de los franceses apoyan una mayoría del partido de Le Pen, “Reagrupamiento Nacional (RN), aunque, entre ellos, un 16% preferiría que fuera relativa.
Los defensores de sacrificar a su candidato justifican la maniobra alegando que dos rivales pueden tener valores en común por encima de sus respectivas ideologías. Son los que justifican que un macronista o centrista (capitalista, liberal, globalista, pro-Ucrania y reformista) y un melenchonista (anticapitalista, proteccionista, proKremlin, proHamás y antipolicía) puedan dejar de lado esas diferencias para cerrar el paso a Le Pen.
Desde la victoria de RN el 30 de junio, el presidente llamó a una “unión claramente democrática y republicana para la segunda vuelta”. Con lo de “republicana” pretende descalificar al partido de Le Pen, cuando hace poco, antes de la disolución, consideraba a RN como un partido con todo el derecho de existir dentro de la República, lo que desde el punto de vista legal y democrático es obvio.
Disensiones en la “macronía”
En el bloque central, algunos pesos pesados del actual gobierno no van a seguir las directrices del Elíseo. El responsable de las Finanzas, Bruno Le Maire, es partidario del “ni-ni”, es decir, ni un voto a “La Francia Insumisa de Melenchón” y cero votos a RN. Una manera de decir, como señalan muchos electores, evitar elegir entre la peste y el cólera. En un tuit, Le Maire lo deja más claro: «Me niego a votar por LFI, cuyo proyecto, abiertamente comunitarista e insidiosamente antisemita, es contrario a nuestra nación. A RN se le combate con nuestros valores no con los de La Francia Insumisa”.
El presidente de la formación centrista “Modem”, François Bayrou, también aliado de Macron, opta por elegir “caso por caso”, es decir, apoyar al candidato del “Nuevo Frente Popular” que represente a los socialistas, ecologistas o comunistas, pero no a los candidatos de “La Francia Insumisa”.
Es la esperanza, desesperada, del presidente y de su primer ministro, Gabriel Attal, que defiende lo que ha definido como una “mayoría plural”. El sueño macronista, una vez eliminada la “amenaza” de una mayoría que daría el gobierno a Jordan Bardella, sería intentar formar una alianza con diputados provenientes de diferentes partidos: desde el comunista, pasando por socialistas y ecologistas, todos los centristas y la derecha tradicional de “Los Republicanos” que no han emigrado a RN.
¿Una gran coalición con comunistas y sin Melenchón?
Una “grosse koalition” que dependerá no solo de los resultados que obtenga el domingo cada formación política, sino del programa común que pueda ser después negociado entre fuerzas tan dispares. Una entelequia, según sus críticos dentro de sus hasta ahora allegados. La última opción para el presidente Macron podría ser un gobierno técnico, como en Italia, a la “Mario Dragi”, opción difícil de trasplantar a una Francia polarizada, con dos grandes fuerzas radicales enfrentadas en la futura Asamblea y un bloque moderado raquítico.
Entre la deprimida derecha tradicional de “Los Republicanos” no hay consigna de voto. Los Republicanos, lo que queda del partido tras la escisión provocada por su presidente, Eric Ciotti, transfugado a RN, no quieren llamar a hacer barrera al partido de Le Pen y Bardella. Uno de sus dirigentes, Xavier Bellamy, manifestó en la noche del domingo que los electores son suficientemente inteligentes para votar sin consignas de partido. Días antes, afirmó que, personalmente, prefería un gobierno de RN a uno dirigido por “La Francia Insumisa”.
La pinza Macron-Melenchón ha sido calificada de “alianza contra natura y del deshonor” por Jordan Bardella. Él y su jefa, Marine Le Pen, siguen haciendo campaña para pedir una mayoría absoluta (289 de 577 diputados) que le permita acceder a la dirección de un gobierno de cohabitación con el presidente Macron. En todo caso, Le Pen ha matizado que con un número de 270 escaños podrían gobernar con apoyos de otros diputados conservadores, tanto de “Los Republicanos” como de otros de similar ideología, los integrados en el grupo “Divers droite” (DVD).
Analistas y expertos en sondeos estiman que las posibilidades de mayoría absoluta para Reagrupamiento Nacional disminuyen tras el cierre de candidaturas. Pero la esperanza de RN sigue viva, a pesar de los desistimientos. Se agarran a otra variable: En las presidenciales del 2022, el partido de Marine Le Pen obtuvo 13,2 millones de sufragios; el domingo pasado llegó a 10,6 millones. Teóricamente, existe una reserva de votos que podría romper todos los cálculos prelectorales y las maniobras entre Emmanuel Macron y las izquierdas lideradas por Jean-Luc Melenchón.
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