Internacional

Serbia y Hungría: los ‘caballos de Troya’ de Putin en el corazón de Europa oriental

Mientras Europa sigue lanzando nuevas sanciones al país de Putin, no todos los territorios del continente siguen el emblema de la “unidad” que tanto busca y promulga la presidenta Ursula Von der Leyen

Propaganda a favor de Moscú, desinformación sobre la masacre de Bucha y persecución a periodistas. A primera vista, estas tres realidades trasladan a cualquiera a Rusia, pero también son circunstancias que se viven a diario en Hungría, Serbia y otros países de Europa del este como Rumanía, Macedonia del norte o Bosnia. La guerra en Ucrania ha polarizado el mundo y ha repartido los apoyos, casi como ‘dejavú’ de la guerra fría, entre Rusia y Occidente. Mientras Europa sigue lanzando nuevas sanciones al país de Putin e intenta coartar su dependencia energética, no todos los territorios del continente siguen la sintonía de la “unidad” que tanto busca y promulga la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Hungría es la principal ‘china’ en el zapato europeo en su estrategia conjunta contra Putin. Prueba de ello es que el sexto paquete de medidas se ha estancado por la negativa húngara en la reunión de este viernes. Para solventar las reticencias, durante toda esta semana la Comisión Europea ha buscado adaptarse a las necesidades de todos sus Estados para que salgan lo menos perjudicados posible al plantear el embargo de petróleo ruso. Pero aún así, Hungría aseguró ayer que cortar el grifo del oro negro supondría una "bomba nuclear" para el país.

Actualmente, Hungría importa de Rusia el 60% del petróleo y el 85% del gas que usa, por lo que es plenamente dependiente de la Federación. Eslovaquia también corre la misma suerte, por lo que la Comisión Europea ha querido hacer una excepción y dar año y medio a ambos países para que tengan margen de cambio y poder sacar adelante el sexto paquete se sanciones. Sin embargo, la retórica húngara es la más agresiva, por lo que se ha convertido en un ‘caballo de troya’ de los intereses rusos en Europa. Así, su postura fractura el bloque de los 27 al ser Estado miembro y formar parte de la Alianza Atlántica.

Su presidente ultraderechista, Viktor Orbán, que acaba de ser reelegido en abril, se negó desde el principio a entregar armas a Ucrania e incluso a vetar que Hungría fuera un corredor para el envío de material militar. A esto se le suma, como informa el portal Balkan Insight, que la propaganda prorusa campa a sus anchas en las plataformas sociales y medios digitales en Hungría. Como informan, el mes pasado con la masacre de Bucha, se difundieron en “varios sitios de propaganda rusa en idioma húngaro informaciones falsas sobre los informes de víctimas civiles. Decían que eran falsos”. Además, antes de la masacre, el presidente húngaro reafirmó que el país no tomaría ninguna medida contra el Banco Internacional de inversiones fundado en Rusia, una posición que esta vinculada con un megaproyecto que la empresa rusa Rosatom tiene pendiente en Hungria: la construcción de nuevos bloques en la central nuclear de Parks.

Serbia, el actor incierto de los Balcanes

A parte de Hungría, hay otro país que también acaba de reelegir a su presidente y que se muestra como un bastión ruso en la frontera europea: Serbia. Su presidente, Aleksandar Vucic, de tendencia populista y nacionalista, tiene una estrecha relación con el Gobierno del Kremlin. Ambos países no solo tienen una afinidad ideológica sino que también identitaria porque ambos son ortodoxos. La influencia de Rusia dentro de la política serbia no es actual, sino que hunde sus raíces en la desintegración de Yugoslavia con la muerte de Tito en 1980 y la posteriores guerras de Serbia contra Bosnia y Kosovo en los 90. El país mira a Moscú como quien admira a un hermano mayor y se convierte un factor bisagra que puede marcar la diferencia en las afinidades bélicas en los Balcanes.

La forma de vivir la historia de un país determina, como factor de justificación, la estrategia actual de éste. Así se está viendo con Rusia, que difunde a diario información sobre las batallas del ejército rojo contra los nazis en 1945 para asemejar a Ucrania con las filas de Hitler. Pero su ‘hermana pequeña’ también recurre a lo mismo. Serbia es el único país de Europa-sin ser aún país miembro- que no ha cancelado sus vuelos con Rusia, por lo que convierte el territorio en un puente aéreo con la capital enemiga de Kiev en la frontera europea. El presidente Vucic justificó su posición, además de rechazar, por supuesto, las sanciones a Rusia, de esta forma: “Mantenemos estos vuelos, literalmente por principios, porque queremos demostrar que somos un país libre y que tomamos nuestras propias decisiones”, y agregó: “¿Cancelaron sus vuelos cuando 19 países bombardeaban Serbia? Al menos 30 países, estados miembros de la OTAN, ahora están ayudando.Nadie nos ayudó cuando fuimos atacados por los 19 países más poderosos".

Esas bombas son las bombas de la OTAN que cayeron sobre Belgrado a medida que avanzaba la ofensiva serbia sobre Bosnia en 1992. Una estrategia por parte de la alianza que no evitó la mayor masacre de la historia reciente de Europa, la matanza de Sbrenica, y que obligó a EEUU a mediar por el fin del conflicto planteando la Paz de Dayton. Una paz cosida a trozos que vertebra la Carta Magna de Bosnia y que ha quedado obsoleta. En ese momento, Vladimir Putin lideraba el Servicio Federal de Seguridad, el ente que relevó a la guardia secreta de la Unión Soviética, el KGB. No socorrer a Serbia en ese momento es algo que pesa en la memoria de Putin, que está embelesado con las efemérides. También se refirió a esa ofensiva hace unas semanas: “La guerra contra Yugoslavia, que fue desatada por la OTAN, fue una operación militar a gran escala que incluyó ataques aéreos”.

Bosnia, víctima del magnetismo serbio

A medida que avanza la guerra en Ucrania, la posición beligerante de Serbia atrae con hipnosis las ansias secesionistas de la República Sperska. Se trata del territorio que fue ocupado por el ejército serbobosnio y que forma una república fronteriza en el seno de Bosnia. Su líder, Dodik, ha endurecido su retórica, ya agravada antes de la pandemia, para que la República Spreska rompa con todos los órganos que conforman Bosnia y que hacen que las instutuciones mantengan un equilibrio étnico.

La cronología del líder serbobosnio a lo largo del año es bastante gráfica: En verano amenazó con sacar el ente de las instituciones centrales del país. En diciembre anunció la elaboración paulatina de leyes de desvinculación del Ejército, poder judicial y el sistema fiscal central para crear propias del ente serbobosnio.Además, dentro de sus tendencias separatistas, el ente aprobó una polémica ley que declaraba como propios los bienes del Estado central bosnio, pero que fue suspendida por poderes especiales del alto representante internacional para Bosnia, Christian Schmidt.

El mes pasado, Reino Unido sancionó a Dodik con unas medidas parecidas a las aplicadas a los oligarcas rusos. Las restricciones incluyen que se le congelen los activos y prohibiciones de viajes, y están justificadas, como expresó la secrtaria de Relaciones Exteriores británica, Liz Truss, por un intento de socabar la paz ganada y por haber sido “alentado” en sus acciones por Putin.

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