El día que Donald Trump ganó a Hillary Clinton, a las encuestas y a prácticamente toda la prensa estadounidense, el mundo contuvo el aliento. El aire de muchos dirigentes del mundo occidental se quedó atrapado en los pulmones. Un fanfarrón populista había logrado las llaves del despacho más poderoso del planeta y de las armas de destrucción masiva más temidas. Paralizados, congelados los gestos, se mantuvieron así hasta que dos días después el empresario y showman llegó a la Casa Blanca a visitar su futura residencia y preparar con Barack Obama el traspaso de poderes. La foto de los dos juntos trasladó frialdad en el encuentro. En cambio, las declaraciones de ambos lograron que se soltase el aire que estaba atascado desde que el presidente electo se impuso en número de delegados electorales. Las palabras de Obama, que se mostró "alentado", y las de Trump, que aseguró que tuvo "una gran química", provocaron que el estado de ánimo se calmase y que la idea de que las bravuconadas de Trump durante la campaña se quedarían en la contienda electoral. Nada más lejos de la realidad.
Donald Trump actúa como un niño caprichoso. Cuanto más le digas que no haga algo, más va a querer hacerlo. Antes por dinero y ahora también por poder político, puede hacer casi lo que quiera. A pesar de no ganar en ninguna ciudad de más de un millón de habitantes, de las advertencias de que su política puede romper el país en dos, de las llamadas a la serenidad de los medios y del propio Obama... Trump ha hecho de Trump y ha elegido para puestos claves de la seguridad y la justicia de EE.UU. a viejos y polémicos halcones políticos. Lo que no logró la ultraconservadora Sarah Palin en 2008 con su Tea Party y como candidata a vicepresidenta de John McCain, lo ha conseguido Donald Trump sin el respaldo del Partido Republicano, de los medios, de las calles de las grandes ciudades y casi sin nada más que una lengua rápida, mordaz e impía.
Un fiscal acusado de racismo
Si el empresario fijó en su lucha contra la inmigración una parte de su campaña, uno de sus primeros nombramientos demuestra que no va destensar la cuerda. Jeff Sessions, senador por Alabama, ha sido el hombre elegido para ocupar el Departamento de Justicia. Su elección viene cargada de simbolismo -la anterior fiscal general, Loretta Lynch, era una mujer negra que fue la primera en ocupar ese puesto-; de polémica -Sessions fue acusado ya en 1986 de racista cuando aspiraba a ser juez federal-; y de protestas -el congresista demócrata por Illinois ha dicho que "ningún senador ha luchado más que Sessions contra las esperanzas y aspiraciones de latinos, inmigrantes y personas de color". Unas palabras que recuerdan mucho a las pronunciadas hace 30 años por el fallecido Edward Kennedy, que aseguró que "el señor Sessions es símbolo de una era vergonzosa para nuestro país, que estadounidenses tanto blancos como negros pensaban superada".
El señor Sessions es símbolo de una era vergonzosa para nuestro país, que estadounidenses tanto blancos como negros pensaban superada
Y para que no quede duda de que lo que pensaba en 1986 sigue en su mente hoy, Sessions ha defendido la construcción del muro entre México y Estados Unidos y ha llegado a afirmar, durante la Convención Republicana, que "de 2000 a 2014, mientras nuestra población existente aumenta por millones, el número de puestos de trabajo ocupados por estadounidenses disminuyó. Sorprendentemente, todo el crecimiento neto del empleo durante ese periodo fue para los inmigrantes".
El perfil conservador se acentúa con otro de los fichajes de Trump. El próximo director de la CIA, Michael Pompeo, es miembro del Tea Party y de la Asociación Nacional del Rifle, dos colectivos situados en la extrema derecha norteamericana.
El azote de Hillary Clinton
Pompeo, que en las primarias norteamericanas apoyó a Marco Rubio en vez de a Donald Trump, es un firme detractor del aborto. Incluso en casos de violación o de peligro para la vida de la madre. Y en cuanto a la inmigración se sitúa incluso más a la derecha que Sessions y se opone a la inmigración sea legal o ilegal. Aunque estas son opiniones personales sobre temas que no son estrictamente de su competencia.
En lo que sí está bajo su paraguas, Pompeo es claro: está a favor del espionaje masivo a través de la NSA -de hecho, espera que Edward Snowden sea detenido por traición y condenado a muerte-; apoya la tortura -cree que el Estados Unidos "debería actuar con más dureza que en la aplicación del llamado 'submarino' (una forma de ahogamiento del interrogado)" -; recela del acuerdo nuclear con Irán; se opone al cierre de Guantánamo; y pone a todo el mundo islámico como "potencialmente cómplices" del terrorismo. De hecho, ha llegado a afirmar que "cuando los ataques terroristas más devastadores de los últimos 20 años los comenten personas de la misma creencia religiosa, cae una obligación especial sobre los líderes de esa fe".
Michael Pompeo considera al islamismo como "potencialmente cómplice" del terrorismo
Pero si algo ha caracterizado a Michael Pompeo, al margen de sus posturas políticas, ha sido la beligerancia con la que atacó a Hillary Clinton cuando fue investigada por los ataques terroristas que sufrió la embajada estadounidense en Bengasi (Libia) y en la que murieron el embajador y otros tres funcionarios.
Los puestos de Jeff Sessions y Michael Pompeo deben ser aprobados por el Senado, de mayoría republicana. En cambio, Michael Flynn -futuro consejero de Seguridad Nacional- simplemente necesita ser nombrado por el presidente Trump.
Simpatías con Putin y Erdogan
Flynn es otro de los halcones que pisará la alfombra del despacho oval a partir del 20 de enero. El general retirado, hasta hace poco en las filas demócratas pero cuyo discurso y orientación política han dado un giro de 180º, es un declarado islamófobo que ha llegado a decir que el islam tiene "un componente enfermizo" y que, por lo tanto, "el miedo a los musulmanes es racional".
Al igual que Trump, Flynn muestra una gran simpatía por el presidente de Rusia, Vladimir Putin. El año pasado llegó a viajar a Moscú para participar en la gala del canal propagandístico ruso RT en la que se sentó a la vera del dirigente exsoviético y cobrando por su presencia. También, en este caso también por motivos 'comerciales', Flynn se muestra cercano al presidente turco Recep Tayip Erdogan. El general montó una asesoría tras abandonar el ejército que ayudó al Gobierno de Ankara. Ahora, se muestra favorable a extraditar al clérigo Fetulá Gülen, archirrival de Erdogan y señalado por el presidente turco como responsable de los últimos disturbios vividos en su país.
La homofobia, en la Casa Blanca
A pesar de que Donald Trump se ha mostrado a favor de las uniones homosexuales, su vicepresidente Mike Pence -y quien puede sustituirle- está absolutamente en contra. Según sus propias palabras, es "un cristiano, un conservador y un republicano, en ese orden".
Pence es un firme defensor de lo que él considera que son los valores tradicionales de la familia. Enarbolando esa bandera, muestra su total aversión hacia el aborto y el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Es tan contrario a la homosexualidad, que está convencido de que es una enfermedad que se puede curar y ha solicitado fondos públicos de su estado para 'curar' a los gais. Y va un paso más allá. Pence cree que la libertad religiosa es argumento suficiente como para que comercios y establecimientos de hostelería puedan vetar la entrada a personas homosexuales.
El próximo vicepresidente ha llegado a pedir ayuda de fondos públicos para curar a los gais
Estos planteamientos no parecen molestar al futuro presidente, ya que ha encargado a Mike Pence la delicada tarea de hacer la transición entre la Administración Obama y la futura Administración Trump.
Romney y Giuliani, en cartera
Aunque de momento no está confirmado, los nombres del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, uno de los pocos apoyos explícitos republicanos que Trump tuvo en campaña, y del excandidato Mitt Rommney -que se enfrentó al futuro presidente-, suenan con fuerza para ocupar alguna de las carteras que quedan disponibles. En el caso de nombrar para algún puesto -podría ser la Secretaría de Estado- a que fuera candidato a presidente frente a Barack Obama en 2012, la lectura que hacen diversos medios americanos es la de que Trump haría así un guiño de moderación a sus socios en el resto del mundo. Pero ni los medios han acertado últimamente con sus predicciones ni Trump parece que, de momento, sea amigo de moderados ni de gestos que calmen a quienes todavía aguantan la respiración por su victoria.