La izquierda francesa ha exigido al presidente Emmanuel Macron el nombramiento de un primer ministro de su cuerda, a cambio de comprometerse a no utilizar la aprobación de leyes por decreto y evitar una nueva moción de censura. Macron ha anunciado un nuevo jefe de gobierno antes del fin de semana y ha asegurado que se mantendrá en su puesto hasta el final de mandato, en 2027.
Al menos ninguno de los representantes de las fuerzas que se han dado cita hoy en el jardín de invierno del palacio del Elíseo ha dado un portazo en una reunión que ha durado casi tres horas. Socialistas, ecologistas y comunistas, la derecha tradicional y el bloque centrista y macronista no han llegado a ningún acuerdo, pero han podido dejar claro hasta dónde podían mover sus famosas “líneas rojas”, sus condiciones irrenunciables.
Los socialistas se han mostrado moderadamente optimistas para seguir discutiendo siempre que el nuevo “premier” salga de las filas de una izquierda que hoy ha dado un paso más para independizarse de la tutela de “La Francia Insumisa” de Jean-Luc Melenchón. Olivier Faure, su secretario general, ha declarado que Macron les ha dicho que no es con él con el que se discutirá un eventual programa de gobierno, sino con el futuro primer ministro.
PSF: no a la “gran coalición”, pero abierto a seguir negociando
Si los 67 diputados socialistas aceptaran un eventual acuerdo fuera del llamado “Nueve Frente Popular”, sus votos, más los de la derecha moderada y el bloque central podrían llegar, al menos, a una mayoría minoritaria que evitaría tanto la guillotina de Melenchón como la de “Reagrupación Nacional” de Le Pen.
El PS ha dicho claramente también que no habrá “gran coalición” con las fuerzas de la derecha tradicional, la “Derecha Republicana” (DR), antes “Los Republicanos”. Los socialistas, que parecen haber recuperado, de golpe, un leve rostro socialdemócrata sin la tutela del caudillo Melenchón han afirmado estar de acuerdo en buscar compromisos que conduzcan a un acuerdo de “no censura”.
Sus colegas ecologistas, tradicionalmente mucho más radicales, y no solo verbalmente, dicen no haber llegado ni a compromisos ni a concesiones y que Macron no se ha movido ni un centímetro de sus posiciones. Marine Tondelier, la líder “verde”, confirmó, sin embargo, el compromiso de no recurrir al artículo 49.3 de la Constitución que permite aprobar leyes sin pasar por el voto de los diputados. Para los ecologistas y los socialistas lo más importante del encuentro - han subrayado - es que el jefe del Estado parece haberse convencido de que ninguna solución debe depender de Marine Le Pen, como fue el caso en la pinza de extremos que derribó a Michel Barnier.
Le Pen, "satisfecha"; Melenchón, "triste"
Marine Le Pen ha mostrado, por su parte, su satisfacción porque su partido ha sido reconocido como “primer grupo parlamentario de oposición y antiMacron”. Con sus 148 diputados (Con los adheridos de Ercic Ciotti), superaría a un bloque de izquierda amputado de “La Francia Insumisa”, que tiene 71 diputados. Jean-Luc Melenchón ha reaccionado al encuentro mostrando su “trsiteza” por el jecho de que socialistas, ecologistas y comunistas “busquen una coalición con las derechas”.
No era, como deseaban muchos franceses, una reunión para montar un gobierno. El presidente Macron pretendía que su llamado bloque central a la derecha tradicional y la izquierda liberada de su extremo, de Jean-Luc Melenchón, acuerden al menos un programa mínimo para comprometerse a no censurar al próximo primer ministro. Pero es un empeño tan delicado y difícil como poner de acuerdo a posturas opuestas no solo sobre la persona que dirigirá el próximo gabinete francés, sino sobre cuestiones que dividen a los reunidos el martes: la abrogación o no de la reforma de las pensiones - que ha rebajado la edad de jubilación de 64 a 62 años-, el impuesto a las grandes fortunas, los medios para aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores más precarios o la necesidad la política de inmigración.
Macron puede, de momento, sentirse ufano es por haber resquebrajado el cemento que une a las cuatro formaciones políticas que integran la alianza electoral llamada “Nuevo Frente Popular: “La Francia Insumisa, Partido Socialista, Partico Comunista y “Europa Ecología, Los Verdes”. A pesar de que las cuatro votaron la censura del gobierno de Michel Barnier, Macron no cede en su empeño de aislar a Melenchón de sus camaradas socialistas y arrastrar con ellos a comunistas y verdes.
Los primeros en acudir al Elíseo el pasado viernes y también hoy fueron los socialistas, que por primera vez osaban independizarse del “gran hermano”. Obligados a permanecer ligados a Melenchón por cuestiones electorales (en solitario obtendrían menos escaños con el actual sistema electoral), ven la posibilidad de desprenderse de la tutela de la extrema izquierda pro-Hamás y antijudía, que ha convertido los barrios poblados por inmigrantes musulmanes como su primordial caladero de votos. Melenchón, en todo caso, ha sido claro con los socialistas: ¿Creen que van a ganar un escaño sin nosotros?
Para nadie es un secreto que el secretario general del PSF, Olivier Faure, y Melenchón se detestan. El jefe de LFI, submarino trotskista en su etapa de militante socialista, humilla a Faure cada vez que este muestra un desacuerdo con el “conducator”. Las desavenencias entre Melenchón y el jefe de los comunistas, Fabian Roussel, son incluso más fuertes. Los dirigentes comunistas han dejado claro que no están por el caos, en acusación directa a Melenchón. Y, a diferencia de los socialistas, no exigen que el nuevo jefe de gobierno pertenezca a la izquierda obligatoriamente.
Melenchón advirtió a socialistas, comunistas y verdes de “no hacer una tontería” y les previno en tono burlón que, en dos o tres días, tras el fracaso, volverían al redil. Uno de sus lugartenientes, Manuel Bompard, hizo un llamamiento a sus colegas de izquierda para “no ceder a la tentación de integrar un gobierno de gran coalición, porque eso “les llevaría renegar del programa defendido durante el último año”. Para los “insumisos” de Melenchón, la única salida que le queda a Macron es la “dimisión digna y responsable”, o “la destitución”.
Para los olvidadizos, hay que recordar que ya tras su derrota ante RN en las elecciones europeas del 9 de junio y su catastrófica disolución de la Asamblea, Emmanuel Macron lanzó la idea de formar un “arco” que uniera a esos tres partidos de izquierda con el centro y la derecha tradicional de los antiguos “Los republicanos”, hoy “Derecha Republicana”.
El centrista Bayrou, en las quinielas para ser el nuevo primer ministro
Macron aplicó esa idea en su pacto de desistimientos con Melenchón, el resto de la izquierda y el bloque central para evitar una previsible mayoría absoluta de Marine Le Pen en las legislativas de julio. Ese acuerdo obtuvo su objetivo, pero a cambio de desembocar en un Hemiciclo donde ningún bloque tiene la mayoría y se hace imposible llegar a compromisos para sacar adelante al país de la grave crisis económica, social y de imagen que está sufriendo.
Toda Francia espera ya, con cierto cansancio y en plena crisis antes de las Navidades, el nombre del próximo primer ministro que tendrá que poner de acuerdo a una derecha frustrada por el fracaso de Michel Barnier y el retorno de una izquierda que parecía engullida por el extremismo de Melenchón. En las quinielas vuelve a sonar con insistencia el nombre del histórico líder centrista, François Bayrou, un político aceptado en teoría por los socialistas, que hoy han dado un paso espectacular aislando a “La Francia Insumisa” y arrastrando a comunistas y ecologistas hacia un posible, aunque difícil, compromiso para la estabilidad de Francia.
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