Aunque el gas natural de Rusia abastece cada día más a la Unión Europea, el tráfico por Ucrania es cada día menor. El gas ruso representa ya el 34% del consumo europeo, frente al 26% que suponía en 2010 según los datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Pero al mismo tiempo, tanto Europa como Rusia han conseguido sortear en parte la ruta ucrania que apenas opera al 50% de su capacidad frente a los canales nórdicos y de Bielorrusia con unos del 70 y 90% respectivamente. Esas cifras de la economía se traducen en una consecuencia política inmediata en las tensiones prebélicas actuales: Moscú es cada día más fuerte y Kiev, cada vez, menos importante en el tablero de la energía.
Con esa premisa en mente, todos los bancos de inversión trabajan a día de hoy en responder una pregunta: ¿puede una eventual guerra en Ucrania hundir el mercado energético europeo y la recuperación económica? El consenso, por el momento, es un rotundo “no”.
Según los datos de la AIE, dos factores juegan en contra de una crisis energética: el primero, es que el invierno prácticamente ha terminado y el segundo es que los países han aprendido de crisis anteriores y han aumentado sus reservas de gas para evitar sobresaltos como los vividos en 2009.
Esta vez la crisis ocurre en marzo, con el invierno prácticamente ya agotado y tras unos meses inusualmente cálidos en la mayoría de Europa, es decir, con una demanda de gas mucho menor a la vivida en otros episodios de crisis como los registrados en 2005 y en 2009, ocurridos en diciembre y enero respectivamente:
- A finales del año 2005, Gazprom planteó elevar el precio del gas que cobraba a Ucrania de los 50 dólares por cada 1.000 metros cúbicos a 230 dólares. Cuando Ucrania se negó a pagar, Francia, Austria, Alemania, Hungría, Italia y Portugal denunciaron que la presión de sus suministro había caído hasta un 30%. El invierno dejó en evidencia la dependencia de Rusia.
- Tres años después, en 2009, Gazprom volvió a plantear un aumento de precios a más de 400 dólares. El día de año nuevo, Kiev se negó a pagar. La contundencia rusa entonces fue mayor: Bulgaria tuvo que cerrar sus fábricas, Eslovaquia declaró el estado de emergencia y la UE tuvo que mediar para evitar una crisis energética.
En segundo lugar, los países han aumentado sus niveles de reservas de gas natural a raíz de esas crisis. Los stocks alcanzan los 38,5 Bcm a fecha del 24 de febrero de 2014, es decir, un 27% más que el año pasado y un 31% que la media de los últimos cinco años. Esas reservas adicionales permiten limitar el impacto inmediato en caso de conflicto, argumentan entidades como Barclays.
Las consecuencias económicas imprevistas
La conclusión de los bancos de inversión consultados es que esta tensión no habrá temblar la economía global. De hecho, el Brent ha subido un 2% desde que comenzó el acoso ruso a la península de Crimea. Barclays duda seriamente de que las amenazas a Rusia terminen concretándose en sanciones. Esas amenazas (que de momento se limitan a suspender la participación en la reunión del G-8 en Sochi, la prohibición de visados, la congelación de activos a los responsables rusos del despliegue y la suspensión de actividades militares) son “algo menos que robustas” –dice el banco-- “porque puede faltar unidad entre los países occidentales”.
De hecho, entidades como Deutsche Bank concluyen dudan de que el mercado del crudo pueda quedar afectado. Sin embargo, añade la entidad, hay dos sectores que sí pueden verse “tocadas”: el de los metales que Ucrania produce, tales como el paladio, el níquel o el aluminio y el de los cereales porque Kiev se ha convertido en el tercer exportador de maíz del mundo y el sexto de trigo.
Los bancos internacionales prevén que la tensión continúe pero minimizan el impacto económico que el conflicto puede tener y concluyen: pueden beneficiarse los "refugios seguros". De momento, Japón, Estados Unidos y Alemania se han beneficiado ya de la llegada de fondos internacionales. Ahora sólo falta saber si España entra también en esa categoría.