Este domingo 18,9 millones de venezolanos están convocados a una nueva elección presidencial, la primera en 14 años en la que no participará el principal líder y referencia de la izquierda, Hugo Chávez Frías, fallecido el pasado 5 de marzo en Caracas después de dos años de tratamiento contra un agresivo cáncer. Sea cual sea el resultado, se trata de un punto de inflexión en la política venezolana que dependerá en gran medida de la fuerza que logre obtener el Partido Socialista Unido de Venezuela y sus aliados, y la coalición de la Mesa de la Unidad Democrática, en un país muy polarizado políticamente, que parece aproximarse a un complejo panorama económico.
Si los analistas y las encuestas aciertan, es muy probable que Nicolás Maduro, vicepresidente encargado y ungido por el propio Chávez en diciembre antes de partir a su cuarta intervención quirúrgica en La Habana, se haga con el triunfo. También podría darse la sorpresa de último momento, con la que pocos cuentan inclusive en la oposición, de un resultado muy ajustado a favor de Henrique Capriles Radonski, gobernador del estado Miranda que perdió el 7 de octubre del año pasado contra Chávez por un margen de 11%.
“La clave para el triunfo opositor es lograr, como mínimo, todos los votos obtenidos el pasado octubre y que la abstención del chavismo sea considerable”
“Hasta el final de la campaña electoral, Capriles ha venido cerrando la brecha que lo separa de Maduro. La clave para el triunfo opositor es lograr, como mínimo, todos los votos obtenidos el pasado octubre y que la abstención del chavismo sea considerable”, apostilla Edgard Gutiérrez, consultor político consultado por Vozpópuli. Lo crucial, sin embargo, está en el tamaño de esa diferencia.
Margarita López Maya, historiadora y profesora universitaria que al principio acompañó el proyecto bolivariano hasta que Chávez trazó una línea de carácter personalista, indica a este diario que ese margen será muy importante en caso de ganar Maduro, porque “dirá a sus bases si su liderazgo interno es sólido, y al país si tiene músculo para gobernar”.
López Maya recuerda que en el proceso electoral anterior, 1.800.000 simpatizantes del “chavismo popular” no votaron al PSUV, aunque sí a Chávez; esa cantidad de votos fue la diferencia que prácticamente el líder socialista impuso sobre su adversario en una pelea desigual, de un titán con muchísimos recursos y todos los poderes del Estado a sus órdenes, contra un político joven aunque experimentado, probablemente el mejor candidato que ha tenido la oposición en 14 años, al que le tocó reaglutinar y reanimar el fragmentado puzzle opositor, y que logró acortar la distancia en el último proceso.
La variable emocional del voto favorece también al candidato oficialista porque, “aun cuando no es endosable a Maduro, sí capitaliza parte de la carga simbólica”
El analista político Farith Fraija no alberga la menor duda de la victoria de Maduro al subrayar que gobiernos regionales de importante población electoral, como los de los estados Carabobo y Zulia, anteriormente estaban en manos de la oposición y en las últimas elecciones regionales el 16 de diciembre pasado quedaron en poder del PSUV.
“El refrescamiento de los líderes regionales y la ratificación de los anteriores capitalizan un salto organizacional importante”, destaca Fraija, quien agrega que la variable emocional del voto favorece también al candidato oficialista porque, “aun cuando no es endosable a Maduro, sí capitaliza parte de la carga simbólica”.
Problemas heredados al próximo Presidente
Si Maduro logra superar la votación de Chávez será legitimado por todo el electorado revolucionario, aunque las cosas no las tendrá fácil. El chavismo no es una fuerza monolítica. Dentro de él conviven facciones e intereses diversos y contrapuestos que sólo eran contenidos por Chávez. “Maduro deberá ser muy hábil para que su peso político sea firme y no ceda frente a las presiones y conflictos intestinos”, precisa Gutiérrez.
Venezuela sufre también apremiantes problemas básicos, como la inseguridad personal, la escasez de alimentos, alta inflación o cortes frecuentes de luz eléctrica. Durante estos 14 años, el Estado se recreció para sostener los programas sociales y su descomunal clientela política. Se calcula que entre 1999 y 2011 se consumieron 981.000 millones de dólares provenientes del petróleo.
“Al no contar en el escenario un liderazgo carismático, la impaciencia e intolerancia de los ciudadanos con sus problemas y vicisitudes será mayor. La política nacional podría recrudecerse y radicalizarse”, apunta Gutiérrez.
Fraija también considera que la economía y la inseguridad son asuntos a los que deberá meter pecho el próximo mandatario, aunque su visión es diferente: “Sobre la delincuencia no podemos desconocer que el gobierno ha estado diseñando planes, y en el tema económico se viene trabajando para reducir los niveles de especulación, un flagelo muy difícil de controlar”.
“Más temprano que tarde se planteará una situación muy difícil y la única manera de sortearla con algún nivel de gobernabilidad es abriendo el espacio al diálogo”
No lo percibe tan claramente López Maya: “Nosotros estamos caminando hacia un precipicio. Más temprano que tarde se planteará una situación muy difícil y la única manera de sortearla con algún nivel de gobernabilidad es abriendo el espacio al diálogo entre esos dos países. Con Chávez vivo se empezaron a hacer contactos con la agroindustria porque el aparato productivo está postrado”.
Fraija cree que ese será uno de los grandes retos del gobierno próximo gobierno, introducir “dentro de la política comunicacional y de las dinámica políticas del gobierno espacios para la oposición”, algo que –afirma- el propio Chávez venía adelantando.
¿Y si gana Capriles?
Un eventual triunfo del candidato opositor supone para Venezuela un escenario de “choque institucional” muy fuerte, alerta Gutiérrez al señalar que tendría los otros poderes, los militares y el pueblo chavista en contra. “Su principal desafío será ganarse rápidamente al menos “el beneficio de la duda” del electorado que lo adverso y simultáneamente, deberá manejar un conjunto de crisis en lo económico y lo social”, añade.
Así lo ve López Maya, a quien esa posibilidad le hace recordar la Nicaragua de Violeta Chamorro. “Las condiciones estarían dadas para que se abra una mesa de negociación ante un soberano que pide alternancia. Iríamos hacia un régimen más constitucional, posiblemente un híbrido entre el socialismo y la socialdemocracia, apegado a la Constitución de 1999”.
Fraija ni se plantea ese supuesto. “Esta elección está como el agua clara”, sentencia.
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