No hay ninguna duda, Hugo Chávez Frías fue una figura política de primer orden, no sólo en Venezuela sino en el ámbito latinoamericano y tal vez mundial. De una personalidad avasallante, carisma indiscutible, gran astucia y fuerzas inagotables para reponerse en las peores circunstancias, el presidente venezolano supo hacerse un hueco en todos los escenarios y momentos, y usar el instrumental político e institucional para la edificación de un proyecto personal al que muy pocos pudieron hacer frente con éxito.
En los 14 años que gobernó Venezuela, el comandante-presidente, como le gustaba que le llamasen, copó todos espacios políticos posibles, subyugó a los poderes del Estado, impuso una nueva legalidad como un traje a la medida de sus ambiciones, pulverizó a sus enemigos borrando del mapa el viejo y agotado bipartidismo, buscó aliados en Teherán, La Habana, Moscú y Pekín, y definió un filoso discurso antiimperialista con el que logró abrirse un lugar en el tablero internacional.
Chávez fue un animal político e imbatible candidato presidencial. Ganó trece de las catorce votaciones en las que le tocó competir de manera personal o indirecta, al conectar con las masas de desposeídos que durante décadas asistieron a la escena política de manera fragmentaria, en cada cita electoral. Su interés por los pobres era genuino, no una pose de campaña, podría afirmarse sin temor a errar.
Montado sobre la ola antisistema, venció en su primera elección en diciembre de 1999, el final de una década que se inauguró con un estallido social contra las medidas neoliberales dictadas por el Fondo Monetario Internacional y que pasó por dos intentos de golpe de Estado –el primero encabezado por él mismo-, y la llegada al poder de Rafael Caldera en 1994 con las banderas del antipartidismo.
En abril de 2002, después de una manifestación de la oposición en Caracas que culminó en los alrededores del palacio de gobierno con un enfrentamiento armado en el que murieron 19 personas, el presidente venezolano sorteó un golpe de Estado que lo sacó del poder por 48 horas, al cabo de las cuales regresó a Miraflores, entre otras causas por la estupidez de una oposición dominada en ese entonces por sectores reaccionarios y conservadores, con poca o nula experiencia política.
En los doce meses siguientes, el gobernante soportó estoico un paro petrolero, un pronunciamiento militar y un referéndum para pedir la revocatoria del mandato, del que salió vencedor en 2004.
Con millones de dólares provenientes de la renta petrolera y la asesoría y ayuda de Fidel Castro, implantó un exitoso programa social –en clave electoral, desde luego- para suplir las necesidades más básicas de esos sectores (educación, salud, alimentación), que fueron su clientela más fiel.
Las tesis del socialismo fidelista le sirvieron para fundar el Socialismo del S.XXI y exportarlo a sus países vecinos
Después de haber ensayado inicialmente con las teorías del argentino Norberto Ceresole (pueblo + líder + militares), Chávez abrazó en 2004 las tesis del socialismo fidelista del que hizo una relectura para incorporar elementos de la historia venezolana y fuertes componentes de populismo. Así se hizo con la bandera del Socialismo del siglo XXI, que después exportó a otros países de la región como Bolivia, Ecuador y Argentina.
Militarización de la política y la politización de lo militar
El correlato de una efectiva y masiva obra social fue su acción política. De estirpe castrense, Chávez fue el artífice de la militarización de la política y la politización del estamento militar; jugó a la polarización y a la división lo que le brindó los principales réditos electorales.
Chávez escribió una nueva gramática política en Venezuela, basada en la descalificación automática, apelaciones a un pasado histórico y la más oscura de las sombras del período precedente de 40 años, con la cual logró encantar a millones de personas dentro y fuera del país que vieron en él una suerte de ángel vengador que, al fin de tanto años, les ofrecía, más que una promesa, un sueño: el paraíso de Bolívar, la patria grande.
Con una oposición maltrecha desde la derrota de 1999, el comandante-presidente tuvo cancha amplia para recomponer la institucionalidad política y jurídica venezolanas, empezando por la Constitución. Sepultó la democracia representativa para darle paso a la “democracia participativa y protagónica”, a pesar de que en la práctica se acentuó más el presidencialismo.
Cerco a los medios, sindicatos y empresarios
Protagonizó una enconada lucha contra los medios de comunicación independientes, sindicatos, universidades y empresarios, bien acorralándolos hasta casi la asfixia o bien implantando estructuras paralelas. Quienes firmaron para pedir su revocatoria del mandato fueron expoliados y expulsados de sus cargos. Se calcula que en la empresa petrolera, el gobierno de Chávez echó a la calle a 19.000 funcionarios, tras el paro petrolero de 2004.
Sin embargo, la torpeza política de la oposición, que en 2005, en una fútil maniobra abandonó las elecciones de diputados con el objeto de deslegitimar el parlamento, le puso el camino mucho más fácil al líder socialista.
El Legislativo resultante de aquella elección, absolutamente plegado a Chávez, designó a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, colocó a sus piezas en el Poder Electoral y en el Poder Ciudadano cuya principal tarea fue abrir procedimientos contra líderes opositores.
Radicalización del proyecto socialista
Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina se beneficiaron de los cheques de petróleo venezolano
Un año después Chávez volvió a ganar las elecciones para un período de seis años. Fue en ese momento cuando radicalizó el socialismo del siglo XXI, al abandonar el escaso diálogo político con los dirigentes de los partidos tradicionales y emergentes, a quienes dedicó un amplio glosario de epítetos y descalificaciones.
La cúpula empresarial y las compañías transnacionales, entre ellas varias españolas, también recibieron el sablazo del comandante con expropiaciones y otras acciones administrativas de dudosa legalidad.Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina y algunas naciones pobres del Caribe se alinearon con sus políticas y se beneficiaron del talonario de cheques del petróleo venezolano, con la abierta queja de los sectores de la oposición y de los medios críticos.
Chávez arrasó en 2012 pese a la inflación y la delincuencia
Con una oposición reagrupara en torno a la figura del joven gobernador y candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, y el país con altos niveles de inflación, delincuencia desbordada, colapso de los servicios públicos y corrupción grosera, un Chávez enfermo ganó las elecciones del 7 de octubre de 2012 con más de dos millones de votos sobre su adversario.
Al cabo de dos períodos presidenciales, el líder socialista cambió por completo la arquitectura institucional del país. Sería aventurado asegurar que instauró una dictadura, pero tampoco es acertado decir que su gobierno corrió por los cauces más democráticos, debido al talante autoritario que caracterizó su desempeño político.
¿Podrá ahora el chavismo sin Chávez seguir alimentando la ilusión de un pueblo que avaló a su líder durante 14 años? Es difícil reunir en un solo paquete todos los componentes del fallecido presidente. Al menos, en el panorama actual no despunta ni por asomo alguien de su calado. Las comparaciones con el vicepresidente Nicolás Maduro, a quien nombró como su legítimo sucesor en diciembre, no soportan el más elemental análisis.
(*) Antonio Fernández Nays es periodista venezolano.
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