La melodía del flaustista de Hamelín procedente de la capital germana que atrajo en los años 90 a pintores, escultores, diseñadores y fotógrafos, entre otros, perdío resonancia con el paso del tiempo a medida que los precios de la vida fueron subiendo. En ese contexto donde la renta de un aquiler de un estudio marca la frontera para que un artista pueda desarrollar su trabajo o por el contrario deba desisitr, Leipzig adopta la forma de un pozo de ideas que emanan de una especie de arca de Noé que refugia creatividad y talento. Spinnerei, una antigua hilandería de algodón, se ha convertido en un espacio donde el artista y el visitante se dan la mano para que la ciudad no deje de tejer cultura.
La caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 fue el detonante para que muchas personas dejaran atrás a la Alemania Oriental con destino la Occidental y por consiguiente el abandono y el deterioro que supuso para muchos barrios industriales, como es el caso de Plagwitz al oeste de Leipzig, donde se encuentra Spinnerei. De aquel centro del sector textil de principios del siglo XIX, uno de los más florecientes de Europa, hoy quedan los esqueletos de aquellas fábricas rodeadas por las viviendas de los obreros que allí trabajaban. La imagen ruinosa de grandes y viejas fábricas de la antigua Alemania del Este hacía pensar que no existiría inversor interesado en transformar esa mezcla de ladrillos con cristales rotos de ventanas oxidadas en un espacio para artistas.
Espacios a precios razonables
Regina Lenk, una administradora de la hilandería durante los años de la República Democrática Alemana (RDA), estuvo abierta a nuevas ideas para dar otro uso a la fábrica y tuvo en cuenta lo que los jóvenes y artistas necesitaban: espacios con un precio de alquiler razonable. De esta manera en 2001 Florian Busse y Karsten Schmitz de Munich, Tillmann Sauer-Morhard de Berlín y Betram Schultze de Leipzig compraron la propiedad basándose en la intuición por el potencial que veían en Spinnerei.
El destartalado complejo tiene unas dimensiones considerables: 10 hectáreas repartidas entre 20 edificios, por consiguiente comenzaron alquilándolo y remodelándolo por zonas o “Halls”, siempre en unas condiciones favorables para el arrendado, lo que fue clave para atraer a jóvenes creativos, a la vez que se conservaba su fisonomía industrial.
Todos se benefician
El joven pintor Jan Pötter, procedente de Nordhorn, alterna su labor artística con el trabajo que realiza en el mostrador de información del recinto. Comparte taller con otro colega, Florian Hoppe, también pintor. Son muy pocos los artistas que se ganan la vida con su obra. Una de esas excepciones notables es la del pintor local Neo Rauch quien fue de los primeros en asentarse en Spinnerei. Marlies Pahlenberg, oriunda de Berlín y guía del centro, comenta que los visitantes que se acercan hasta aquí para ver las obras de los artistas de renombre aprovechan para darse una vuelta y descubrir las creaciones de los artistas menos conocidos. De esta manera todos se benefician.
El 1 de mayo de 2005 se abrió oficialmente el espacio y lo visitaron 10.000 personas. Con este hito Leipzig se posicionaba en el mapa del mundo del arte. Los padres del proyecto continúan caminando en el filo entre ser un espacio de trabajo y un foco de atracción para los visitantes. Spinnerei alberga talleres y estudios y a la vez es un lugar atractivo para el público que puede ver trabajar a los artistas, interactuar con ellos, ver exposiciones y sin pagar un solo euro por la entrada.
Arne Küehn, guía turístico de Leipzig y nacido en Berlín, antes de empezar su tour bromea y presenta a la ciudad como Hypezig, debido al incremento que experimentan los precios. Cuando artistas como Jan o Florian emigren de Spinnerei, entonces es posible que los peores presagios ya sean realidad y los nuevos jóvenes creadores deberán buscar otra antigua fábrica abandonada para dar vida a sus obras.
Agradecimientos a la Oficina de Turismo de Leipzig y a Spinnerei.
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