Enric Sala nació en Gerona en 1968 y su primer recuerdo de niño es del día que vio una estrella de mar. Aprendió a practicar snorkel antes que a nadar y soñaba con convertirse en buzo del Calypso, el mítico buque de investigación de su adorado Cousteau. Los peces le rodeaban, dentro del mar y fuera, porque su familia tenía un restaurante pero pronto se dio cuenta de que los grandes peces no vivían en el Mediterráneo, sino en mares exóticos y tropicales. Unos años después, en ese mismo mar y muy cerca de su casa, en la Reserva Marina de las Islas Medas, vio todos los peces que nunca antes había visto y fue consciente de que hubo una época en la que todo el Mediterráneo debía de ser así, antes de la sobrepesca y la contaminación. Fue entonces cuando decidió dedicarse profesionalmente a la creación de las reservas marinas.
Enric Sala es uno de esos hombres cuya imagen coincide plenamente con la que todos tenemos de un aventurero, un explorador, un hombre de mar. Es guapo, joven, de aspecto deportivo y triunfador, con un aire ya más americano que español, después de más de una década viviendo en Estados Unidos. Estudió biología en Barcelona, se especializó en ecología marina en Marsella, pero se marchó con una beca de investigación a San Diego, California, para dos años, que se convirtieron en más de diez. Empezó como profesor de ecología marina y ha terminado como “explorador profesional”.
Un explorador que no se conforma con investigar
Pero hay más: Sala no se limita a lo que hacen todos los exploradores (dejarse la piel en el terreno, dedicar horas y horas a investigar in situ jugándose la piel en lugares lo más remotos e inaccesibles posible). No: Sala es ante todo un magnífico comunicador que se ha empeñado en convencer a los líderes mundiales de que dediquen esfuerzos y fondos para proteger el océano. Con su proyecto ‘Zonas prístinas’ intenta convencer a los gobernantes de todo el mundo de que la creación de reservas marinas beneficia tanto a los peces como a las personas. La vida marina puede recuperarse hasta alcanzar niveles similares a las zonas que no se han alterado, y no solo ganan los mares: los pescadores también obtienen un entorno más favorable para sus actividades. “Con la ciencia podemos demostrar que hay zonas marinas de gran valor ecológico y económico que vale la pena proteger”, explica Sala. “Pero para conseguir que estas áreas se protejan, los datos científicos deben llegar a los líderes políticos y económicos”.
En los últimos años Sala ha conseguido crear nuevas zonas marinas protegidas en las costas de Chile, Costa Rica, Belice y Estados Unidos. Está convencido de que para conseguir mejorar la salud del océano es preciso administrar mejor nuestras zonas pesqueras, mejorar la acuicultura y aplicar las leyes de contaminación marina.”
Enric Sala sabe combinar bien investigación y divulgación, algo muy frecuente en el mundo anglosajón, pero no tanto en España. Él resume así sus logros: "Cinco años, cinco expediciones, cinco reservas marinas". Es decir: cinco destinos marinos paradisiacos en los que ha realizado trabajos de investigación y documentales para convencer a las autoridades de que sean protegidos como reservas marinas. "Las reservas marinas son una fórmula cuya eficacia está demostrada para recuperar las especies. Son como cuentas ahorro; los intereses que producen en recursos son tan altos que las especies se recuperan en un área mucho más amplia". Las cifras hablan por sí solas:"El parque marino de las Islas Medes (declarado por la Generalitat de Cataluña) tiene un kilómetro cuadrado protegido para la pesca, pero proporciona seis millones de euros anuales de beneficios por turismo. El parque de la Gran Barrera Coralina de Australia supone más de 50.000 puestos de trabajo y 5.500 millones de dólares de beneficios al año".
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