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El Hierro: los grandes secretos de la más desconocida de las Canarias

La más pequeña y occidental de las Canarias sigue siendo una absoluta desconocida para los millones de turistas que visitan cada año el Archipiélago y gracias a eso sus poco más de 10.000 habitantes siguen manteniendo intacto un inconfundible espíritu isleño. El viaje a El Hierro concentra los tesoros del Archipiélago en poco menos de 300 kilómetros cuadrados salpicados de volcanes, bosques y pueblos en los que, con un poco de imaginación, no es difícil llegar a creer que uno está en una escena de realismo mágico.  

El territorio

El Hierro es una isla de límites: la más pequeña, la más occidental, la más meridional, la más despoblada… y también la más joven de las Canarias, con sólo un millón de años. Los episodios eruptivos se han sucedido hasta hace bien poco y sus huellas recorren toda la geografía insular. Aunque las carreteras son algo sinuosas, gracias a sus reducidas dimensiones resulta sencillo recorrer en poco tiempo diferentes pisos volcánicos y comprobar las cicatrices de las erupciones que le han dado forma. De todos modos, los que quieran información más detallada pueden acercarse hasta el modernísimo Centro de Interpretación Vulcanológica, en el sur de la isla.

En el centro de la isla, suaves mesetas húmedas como la de Nisdafe están salpicadas de conos volcánicos hasta llegar al mirador de Jinama, a 1.200 metros de altura. Desde él se puede contemplar todo el norte, dominado por el impresionante valle de El Golfo, una formación de unos veinte kilómetros de diámetro creada por el hundimiento del terreno y su deslizamiento sobre las aguas del Atlántico. Al suroeste, la isla desciende hasta la zona del mar de las calmas –cerca de las erupciones submarinas de 2012– con inclinadas pendientes de hasta 45 grados y pequeños barrancos en la zona de El Julán.

La naturaleza

No resulta extraño que toda la superficie de El Hierro esté catalogada como reserva de la biosfera por la Unesco: su abrupta orografía y la constante acción de los vientos alisios convierten a la isla en un pequeño laboratorio de biodiversidad. En la costa, tabaibas, bequejes y verodes dominan el áspero paisaje, pero a medida que se asciende (la carretera HI-1 desde Tigaday es un buen modo) se suceden los bosques de fayal-brezal y la exuberante laurisilva para llegar a las grandes masas forestales de pino canario que recorren las cumbres hasta el pico de Malpaso.

Entre los endemismos de la isla se encuentra uno de los reptiles más simbólicos de Canarias, el lagarto gigante de El Hierro, que puede llegar a medir más de medio metro. Aunque su población se vio diezmada casi hasta la extinción, el esfuerzo de los científicos del centro de recuperación del poblado de Guinea (abierto al público) ha logrado reintroducirlo en algunas áreas cercanas como el risco de Tibataje o los roques del Salmor. Sin embargo, la mayor diversidad de la isla la encontramos bajo sus aguas: los fondos marinos del suroeste, cerca de La Restinga, son hábitat de meros –el más famoso de todos, Pancho, desapareció hace unos años–, rayas, barracudas, atunes, tortugas… y sirven como escenario para competiciones de fotografía submarina de orden mundial.

La lejanía

El Hierro es el fin del mundo… o lo fue, al menos. Desde tiempos de Ptolomeo y durante varios siglos, la punta más occidental de la isla lo era también del mundo conocido por los europeos y allí, en Orchilla, se estableció un meridiano cero corroborado por el mismísimo cardenal Richelieu. Un pequeño monolito recuerda en el lugar el punto exacto por el que pasaba esa imaginaria línea. No demasiado lejos, el solitario faro de Orchilla –al que se puede llegar a través de una empinada pista de tierra que pone a prueba los amortiguadores de cualquier vehículo–  sigue erigiéndose como la edificación más occidental del territorio español.  

Todo esto viene a cuento por una cosa: El Hierro está lejos y entre sus habitantes no es extraño oír hablar de la doble insularidad, un concepto que intenta definir los inconvenientes de vivir en una isla periférica de un archipiélago periférico. El viajero que quiere llegar hasta allí desde la península o el extranjero tampoco lo tiene fácil: las dimensiones del aeropuerto de la isla solo permiten el aterrizaje de los pequeños turbohélices ATR-72 que realizan los vuelos interinsulares, por lo que la escala en los aeródromos de Tenerife-Norte o Gran Canaria resulta imprescindible.  

La historia

Esa lejanía ha provocado momentos amargos en la historia de la isla. No fueron pocos los herreños que, durante siglos, la abandonaron buscando un futuro mejor ante las sequías y las hambrunas que se sucedían en el lugar. Diciendo adiós desde Orchilla, muchos partieron hacia América, sobre todo Cuba y Venezuela, aunque una gran parte regresó en los años 70 para volver a establecerse en una isla que, por fin, comenzaba a ser iluminada por el progreso.

Mientras tanto, los que se habían quedado en El Hierro aprendieron a aprovechar la tierra hasta el último recurso y se aferraron al pastoreo, actividad que sirvió de sustento a muchos de sus habitantes y que dio forma a todo tipo de tradiciones –religiosas, musicales, gastronómicas…– que se han mantenido vivas con el paso del tiempo y que pueden ser contempladas en el Ecomuseo de Guinea. Ahora, en el siglo XXI y tras librarse del apocalipsis turístico sufrido por el resto del Archipiélago, la isla se ha reinventado con un modelo de desarrollo sostenible basado en el aprovechamiento de los recursos naturales y comienza a dar la bienvenida a los viajeros que quieran descubrir el lado más auténtico de las islas Canarias. 

hoja de ruta

CÓMO LLEGAR

Binter Canarias, la única compañía que ofrece vuelos con la isla, conecta diariamente con los aeropuertos de Tenerife-Norte (30 minutos de vuelo) y Gran Canaria (45 minutos de vuelo). La Naviera Armas hace el recorrido entre Los Cristianos, en Tenerife, y el puerto de La Estaca, cercano al aeropuerto. Una vez en la isla, el coche resulta imprescindible aunque el plan último sea practicar senderismo. Las grandes multinacionales de alquiler están presentes en el aeropuerto, pero las pequeñas empresas insulares también pueden tener ofertas interesantes.

DÓNDE DORMIR

El Hierro no cuenta (por suerte) con complejos turísticos o grandes hoteles y de hecho, se enorgullece de tener el más pequeño del mundo. Paradores tiene un establecimiento en el sureste de la isla, aunque la mayor oferta se concentra en La Restinga (sur) y Las Puntas (valle de El Golfo), con una reducida pero suficiente selección de apartamentos turísticos confortables y sin pretensiones. 

DÓNDE COMER

La gastronomía de El Hierro tira, como no podía ser de otro modo, de la materia prima local: pescados fresquísimos y productos de las fértiles tierras del valle de El Golfo. En La Restinga hay que acercarse a La Vieja Pandorga o Casa Juan y dejarse llevar por la pesca del día. Lays, en Las Puntas, sirve platos sencillos y efectivos, como el queso herreño a la plancha con mermelada de tomate. Imprescindible en los días brumosos, un potaje en el restaurante El Guanche (aunque todos lo conocen como Casa Bildo) en Tigaday. En Valverde, la capital de la isla, hay que dejarse aconsejar por el cocinero de La Mirada Profunda.

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