Desde un primer momento, se nota que los namibios se sienten orgullosos de su moderna y limpia capital, Windhoek, presidida por el Palacio de la Tinta, el Tintepalaxt, sede histórica del gobierno de Nambibia, un impresionante edificio de estilo decimonónico y aire germánico. Sin embargo, muy rápido comienzan los detalles insólitos. ¿Un ejemplo? Pues la Fuente de los Meteoritos, en Post Street Mall, compuesta por 33 meteoritos de unos 600 años de antigüedad.
La mezcla de razas que se aprecia en sus calles es la expresión de la convivencia que se produce en todo el país: los ovambo, la etnia dominante, los herero, los damara, los nama y algún que otro sam. Y por supuesto con blancos de origen alemán o sudafricano para los que Namibia es una especie de tierra de promisión, mezcla del rigor germánico y la puntualidad inglesa, donde los negocios son fáciles, el nivel de seguridad alto y el ambiente tranquilo. Tanto que se puede conducir de un lugar a otro sin mayor problema, salvo las largas distancias entre las distintas poblaciones.
Al sur, tenemos Luderitz, a unos 150 kms de la frontera con Sudáfrica. Este lugar resume en parte la historia del país y el aire extraño de sus paisajes. Su presencia en un lugar especialmente inhóspito sólo se explica por la tenacidad de los colonos alemanes que lograron levantar en las arenas del desierto esta anacrónica y acogedora ciudad de ambiente germano en la que todavía se habla en alemán y se fabrica la mejor cerveza al estilo bávaro de toda Africa.
Desde Luderitz es fácil alquilar un todo terreno para adentrarse hacia el sur, por el desierto del Namib. Una vez allí, el destino mítico y casi obligado para los aventureros de todo el mundo es el Fish River Canyon, al que se llega después de un trayecto de unas siete horas por carreteras bastante bien señalizadas y conservadas.
Este paisaje de impresionantes gargantas está considerado como una de las maravillas naturales de Africa. Se trata en realidad de dos cañones, uno encajonado en el otro, con 161 kms de longitud y una profundidad máxima de 550 m. Una carretera de 25 kms. recorre el lado oriental del cañón con paradas en una serie de miradores. Prácticamente desconocido para el turismo de masas, su recorrido a pie es uno de los trekings más duros de todo el continente, sobre todo en verano, cuando la temperatura puede superar los sesenta grados y el cañón se convierte en un auténtico horno.
Este desierto tiene el récord de ser uno de los más secos y más viejos del mundo y esconde extraños misterios de la vida salvaje, como el de la endémica welwitschia, la planta más extraña del mundo: vive más de mil años, desarrolla un tronco bajo tierra de hasta dos metros y metro y medio de grosor y tiene dos únicas hojas, anchas y retorcidas, que le duran toda la vida. Sobreviven gracias a la condensación de las nieblas matinales. No muy lejos, en la costa, viven otros raros ejemplares de estas latitudes: las colonias de leones marinos, de focas e incluso de pingüinos que se benefician de la corriente fría de Benguela que recorre la costa Namibia.
Y aún nos queda por ver lo mejor, Etosha, al norte. Atravesamos de nuevo el país por carreteras bastante buenas para acercarnos al mundo de los grandes safaris fotográficos en pos de leones, elefantes o antílopes en el gran parque natural del país. Con sus 22.270 kilómetros cuadrados, es uno de los últimos santuarios animales del continente africano, convertido en Reserva Natural por los alemanes. Sus protagonistas son sin duda los grandes leones, que campan a sus anchas por esta planicie seca y salada donde en la época seca se reúne una de las mayores concentraciones de animales por centímetro cuadrado de Africa.
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