Destinos

Heridas negras

Entre las innumerables torpezas que conlleva la búsqueda y ejercicio del poder destaca sin duda lo que sucede. Quiero decir que nadie mejor que la actualidad explica las servidumbres de nuestros servidores públicos. Tan serviciales ellos con lo que no sirve. Me refiero, por supuesto, a que sucede todo lo contrario de lo estrictamente necesario y prometido.  Dolor que se abraza a aquello de que solo deberían ejercer poder los que se sientan realmente comprometidos por convencimientos y conocimientos. Es decir con los aspectos, proyectos y esperanzas de los adscritos o afectados por la realidad social que van a administrar. De ahí el tan común despropósito de que, por ejemplo, no sea docente el que hace de ministro de educación o nada sepa de medicina el de sanidad.

La desgracia alcanza a ser completa cuando, al frente de una determinada política, se pone a personas que no sólo desconocen los mínimos sobre el tema, sino que incluso son arreciados indiferentes y, a veces hasta enemigos del mismo. Con la excepción de Cristina Narbona, es lo que ha pasado con todos los máximos responsables de medio ambiente de la administración central y buena parte de las autonómicas. La norma ha sido contemplar como esos mandatarios ayudaban con entusiasmo a los de industria, energía o turismo en lugar de apostar por su propia competencia. En suma una traición que demasiados consideran normal y hasta norma.

Nada puede extrañarnos que algo muy parecido a la pérdida de las conquistas sociales pase con las ambientales

Por eso mismo nada puede extrañarnos que algo muy parecido a la pérdida de las conquistas sociales pase con las ambientales. Lo demuestra, entre otros muchos aspectos, lo que está sucediendo con la ley de costas; el sabotaje a las energías renovables; la permisividad con los transgénicos, la caza, incluso en parques nacionales; el desmoronamiento de los presupuestos dedicados a la conservación de la naturaleza; el auge, cada vez más impune, del uso del veneno. Por cierto, todo esto último, a la par que se desploman las poblaciones de buena parte de los mamíferos y aves más comunes en nuestros campos. A lo que sumamos el aumento de la velocidad en las autovías; el acallar a los científicos en general y muy especialmente a los ambientales; la no anticipación a las consecuencias del cambio climático, todavía negado por muchos de los gobernantes. Incluso si me apuran, el que una vez más no estén tomando ya medidas frente a la sequía que nos está cayendo encima y que convierte en atroz el aire de las ciudades y en drama el mantener cultivos y ganados.

En fin, nos acorralan las malas noticias en los campos de la realidad, es decir lo que vive y permite la vida y asegura su continuidad. Recuerdo que lo financiero es virtual, que nadie come, bebe o respira deudas, ni mentiras que son los dos productos humanos que más y mejor crecen.

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