Villa señorial
Llanes es la capital de este litoral deslumbrante, una villa marinera y señorial pero en la que, curiosamente, casi no se ve el mar. Una cresta la separa del Cantábrico, protegiéndola de las galernas. La parte antigua es la que se asoma a la playa del Sablón. Aquí hay casonas de duques y marqueses, iglesias a medio camino entre el románico y el gótico, y restos de una muralla que la protegía de las incursiones de los piratas.
Villa marinera
Una villa marinera es su puerto. Allí se puede asistir a la subasta del pescado recién capturado. Luego hay que seguir a la escollera, que podría ser como otra cualquiera pero es única por los Cubos de la Memoria, una intervención del artista Agustín Ibarrola sobre los bloques de hormigón que protegen el puerto. Es una obra para pasear junto a ella y observarla desde diferentes puntos de vista, porque a cada paso que das cambia el punto de vista, la perspectiva y parece como que las piezas se reordenan continuamente.
Villa de cine
Tanto Llanes como los alrededores han atraído a numerosos directores de cine y televisión en busca de los mejores escenarios para rodar sus obras. ¿Quién no recuerda los paisajes o la arquitectura de El abuelo de Garci, El corazón del bosque de Gutierrez Aragón o, más recientemente, El orfanato, de Bayona? La serie de televisión Los jinetes del alba, de Vicente Aranda, también se rodó en estas tierras. Y una cantidad de anuncios de televisión. Ahora hay ruta que permite recorrer los lugares que nos impresionaron en las pantallas.
Dónde comer
Abundan los lugares con muy buena comida. El Retiro (en Pancar) es el único restaurante con una estrella Michelin en el concejo de Llanes, con menús de degustación pero también platos de siempre como fabada. Para buscar un ambiente típico se puede ir a la sidrería El Cabañón (en Naves), especializada en carnes a la brasa. En pleno puerto pesquero de Llanes está El Bálamu, y aquí parece lógico pedir pescado.
El Camino de la Costa
Al este y al oeste de Llanes se extiende un litoral que es un monumento natural en sí mismo. A su vera corre un ramal del Camino de Santiago, el Camino de la Costa, y se antoja difícil encontrar un tramo que pueda ser más espectacular que éste del Oriente asturiano. Hay lugares que sólo se pueden descubrir a pie —privilegio de los caminantes— pero en coche se puede llegar también a enclaves muy hermosos.
Las playas
Entre tantos precipicios que se hunden en el Cantábrico surgen las playas —algunas anchas y extensas, otras minúsculas, cada una diferente de la siguiente—, y es necesario dedicar varios días para conocerlas todas: Torimbia, Antilles, Ballota, Vidiago, San Antolín, Toró, San Martín… Las hay de fácil acceso o a las que llegas después de un paseo, algunas más salvajes y otras más tranquilas, para nudistas…
Gulpiyuri
Mención aparte merece la playa de Gulpiyuri. Es muy pequeña pero que tiene un detalle peculiar: no tiene mar. El horizonte, más allá de la arena y el agua marina, es la roca. El mar, que está a unos 80 metros de distancia, se cuela por una serie de fisuras y llega hasta la arena. Llega con la marea alta, luego se retira y casi se seca la playa. Hasta que unas horas después vuelve una vez más.
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