Destinos

Guía secreta de Lisboa para disfrutar de la Champions

Buscadores de vuelos colapsados, hoteles austeros a 2.000 euros, más de 34.000 merengues y colchoneros convirtiendo la ciudad en un hervidero. La final de la Copa de Europa en Lisboa ha desatado la locura. Olvídate de exprimir en intimidad su magia melancólica, su estética decadente: encontrar un rincón solitario el 24 y 25 de mayo será misión imposible. Por ello ofrecemos cinco lugares que escapan de lo típico y tópico. Para aquellos hinchas que vayan con ganas de festejar el triunfo o ahogar las penas de la derrota hasta el amanecer, aquí va una guía secreta de la capital que está en el punto de mira.

 LX Factory o el moderneo vintage

Con esa tendencia tan de moda de convertir lo antiguo en novedad, estas naves industriales del siglo XIX se han erigido en el último refugio de los artistas locales. Peluquerías, cafés, tiendas de segunda mano, galerías, discotecas, mercadillos, salas donde hacerse un tatoo… conviven en este multiespacio emplazado en la zona de Alcántara, a la sombra del histórico Puente 25 de Abril. Hasta bien entrada la madrugada, hay actividades para todos: desde atiborrarse de comida vegetariana en La Cantina, antaño comedor de los trabajadores; hasta degustar el famoso pastel de chocolate de Landeau, que ha conquistado al mismo New York Times. También dejar pasar las horas en la librería Ler Devagar, una antigua rotativa de periódicos que conserva su maquinaria original; o, ya en la noche, bailotear en la discoteca Lollipop o en la Sala de las Columnas, amenizada siempre por djs.

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Librería Ler Devagar en el espacio LX Factory (Flickr | Marta Nimeva Nimeviene - imagen CC BY-SA 2.0).


Le Chat, fabulosas vistas al Tajo

Porque ya lo decía Pessoa, Lisboa nunca fue tan bella como desde las alturas: “El Tajo, al fondo, es un lago azul, y los montes de la otra orilla, son de una Suiza achatada”. La terraza Le Chat, en la zona de Janelas Verdes y junto al Museo de Arte Antiga, es uno de esos lugares donde se despliegan las vistas del río en un ambiente de lo más relajado. Un cubo de cristal abierto al sol, ideal para tomar un cóctel o una limonada fresquita mientras se sueña con la victoria.

Terraza Le Chat.


Jardim do Torel para caminar plácidamente

A tres minutos a pie de la Avenida da Liberdade, esta explanada escondida y -normalmente- poco concurrida, ofrece un agradable paseo entre frondosos jardines y palacetes del siglo XIX. Elevado sobre una de las siete colinas de Lisboa, se trata, además, de un mirador perfecto que brinda una panorámica atípica de la parte occidental de la ciudad, y al que se accede por el Elevador do Labra, el más antiguo de todos. Por el día, los niños pueden disfrutar del parque infantil mientras los padres descansan en un pequeño café. Por la noche, gracias a una iluminación especial, el entorno queda tapizado de una atmósfera singular.

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Jardim do Torel.


Clube Ferroviário, celebración asegurada

Si su equipo gana, no hay mejor sitio para descarrilar hasta altas horas de la noche. Literalmente lo de descarrilar porque en este club-terraza-centro cultural con reminiscencias de raíles, los asientos son butacas de trenes viejos. Fiestas temáticas, ciclos de cine al aire libre, teatro y performances, exposiciones, presentaciones de libros… pero sobre todo música y conciertos hasta bien tarde, en un ambiente bohemio e informal. Está algo alejado, en la zona de Santa Apolonia, pero es fácil y barato llegar en taxi.

Clube Ferroviário.


Fábrica do Braço de Prata, el fado de las metralletas

No podía faltar el fado incluso en la guía más alternativa. Especialmente el que se escucha en este lugar peculiar, un edificio medio derruido, vestigio de una fábrica de material de guerra, que se ha reciclado –una vez más- en uno de los espacios mas cool de los que hace gala la ciudad. Son, en realidad, doce salas mutantes en las que tienen cabida todas las expresiones del arte, incluidas el graffiti, el circo y la acrobacia, por citar algunas menos convencionales. El fado es su punto más fuerte, aunque no el único: también hay jazz, blues… e incluso danza maorí.

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