Destinos

Desacelerar: no existe nada que sea mejor por más rápido

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Emile Ciorán, con especial acierto irónico, nos recordó que si alguien fuera capaz "de detener al mundo, por distracción o incompetencia, aunque solo fuera un instante, sería su salvador". Lo comparto porque estoy convencido de que las dos dueñas y señoras de este modelo de civilización y, claro, de la inmensa mayoría de sus súbditos, son la comodidad y la velocidad. Es más, buena parte de lo destruido en los campos de la vivacidad, del buen gusto, el placer, la creatividad y la sensatez se debe a la demanda de cada día menos esfuerzo y más celeridad. Pararse a pensarlo ya es comenzar a solucionarlo. Pero poco, o nada, más desacreditado que la lentitud. Sin olvidar que poco o nada más despreciado que obtener algo con el sudor de nuestra frente. Cuando lo lento y lo que hicieron tus manos es puro paraíso.

Desgarrado, por supuesto y como todos, por los que acaban de ser sacrificados en el altar de la prisa, no puedo por menos que ir mucho más lejos que considerar simplemente que la causa de la catástrofe ha sido una imprudencia, o el error del maquinista o el mal diseño de una curva. Vaya por delante que los defensores de lo lento, vivo, leve y bello siempre hemos considerado al tren como lo más aceptable dentro del conjunto de los medios de transporte. Ha quedado demostrado hasta la saciedad que es mucho más eficaz y eficiente que cualquier otro. Y tanto en el uso de la energía como en el del territorio.

Sin embargo conviene frenar también en lo relacionado con lo que vuela sobre raíles. Porque al tiempo que se declaró la epidemia de AVE para todas las capitales del país, quedó prácticamente desmantelada la red secundaria, la que daba servicio a los locales y a los modestos.

En cualquier caso, en estos momentos de sinsentido desgarrador, acaso nos concedamos el favor de pensar, por ejemplo, que en la Natura, nada ni siquiera el mismo tiempo, pero tampoco el galáctico viaje que hacemos a bordo de la nave Tierra, quiere ir más rápido. Ningún otro ser vivo quiere hacer nada en menos tiempo. O que la prisa de hoy destruye al tiempo futuro. O que, con la excepción de la curación de cualquier dolor, no existe nada que sea mejor por más rápido. O que el ruido, la carcoma más insaciable e incesante, el ruido hijo de la prisa convierte a nuestros tímpanos, el más delicado sentido, en inmundos vertederos.

Gracias, y que tengan el atalantador talento de frenar.

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