Destinos

Stavanger: la ciudad que sabe vestir de blanco

Un centro plagado de casas blancas de madera como de cuento, un puerto marítimo de postal, frenética actividad cultural y además, animada vida nocturna. Si juntáramos todo eso en un cóctel y añadiéramos como telón de fondo la naturaleza en su estado más puro, obtendríamos la sorprendente ciudad de Stavanger, uno de los secretos mejor guardados de Noruega.

Porque a pesar de ubicarse en un entorno espectacular -entre fiordos, pequeñas isletas, bosques y montañas- de momento Oslo y Bergen siguen siendo las principales ciudades turísticas de Noruega. Por eso Stavanger es todo un regalo para el viajero que prefiera descubrir destinos casi vírgenes en los que sentirse como un privilegiado. Estas son algunas de las paradas que no os podéis perder si visitáis la desconocida Stavanger.

El encanto de Gamble Stavanger

Es el casco antiguo de Stavanger está compuesto por 173 casas de madera, la mayoría pintadas de blanco y construidas entre 1820 y 1870. Al pasear junto al puerto por sus calles adoquinadas, donde se levantan estas casas decoradas con toda clase de plantas, da la sensación de estar entrando en una especie de cuento. Toda la zona estuvo a punto de ser derribada al acabar la Segunda Guerra Mundial, pero finalmente se optó por restaurarla, promulgando leyes para su protección. Es uno de los ejemplos más evidentes de cómo rehabilitar zonas antiguas sin que pierdan su carácter, pero sobre todo, se trata de una buena primera toma de contacto con la ciudad.

De museos

Puede que así, de primeras, a uno no le dé por entrar en el Museo del Petróleo -Noruega es el segundo país europeo en producción de petróleo y uno de los diez primeros del mundo-. Pero creednos si os decimos que os estarías perdiendo una experiencia que nunca hubierais imaginado. Palabra de descreída de museos. Se trata de un modernísimo edificio que ya se ha convertido en todo un icono del puerto de Stavanger. Además de historia interactiva puedes ver cómo es la broca de perforación más grande del mundo, meterte en simuladores de equipos submarinos o tocar toda clase de artilugios de las antiguas plataformas petrolíferas. Otra opción es el Museo de las Conservas, ubicado en una vieja fábrica conservera que servía de residencia a los trabajadores entre 1920 y 1960 -sólo por ver el edificio merece la pena-. La tercera opción es el Museo Infantil, donde puedes pasártelo como un enano con juguetes de otros tiempos, además de asistiendo a diferentes actividades montadas para entretener y aprender.

Un paseo urbano

La única catedral de Noruega construida en la Edad Media y que se ha mantenido siempre en uso es la de Stavanger. Por eso, y porque data de 1125, merece la pena pasarse a ver este sencillo templo de estilo anglonormando. Desde allí se puede pasear hasta la torre Vektermuseet i Valbergtårnet, una de las torres vigía más antiguas, y no podéis marcharos sin pasar antes por la colorida y animada Øvre Holmegate, una especie de Notting Hill noruego repleto de chocolaterías-librerías, teterías, tiendas de decoración... De las zonas con más ambiente de la ciudad, perfecta para alternar y divertirse.

Turismo gastronómico

Una de las razones para viajar a Stavanger es que probablemente es el lugar de Noruega donde mejor se come. Y ahí van un par de pistas de por qué: la primera es que es la sede del Instituto Gastronómico Noruego, donde se forman los cocineros más renombrados de todo el país. La segunda, que tiene los mejores restaurantes de todo Noruega -y muchos de ellos con vistas al mar, donde siempre saben mejor los platos-. Asimismo, en esta región se celebran nada menos que cuatro festivales gastronómicos: Gladmat, la semana del ajo, el festival del vino y el festival de la patata. Lo dicho: en Stavanger, todo lo relacionado con la gastronomía es una auténtica fiesta que hay que disfrutar.

Tesoros naturales

Desde Stavanger, las posibilidades para conocer auténticos tesoros naturales son muchas. El primero de la lista de esos tesoros es el espectacular Lysefjord, un fiordo de 42 kilómetros de largo con paredes rocosas que se precipitan prácticamente en vertical hacia el agua a más de 1.000 metros de altura. En algunas zonas es tan profundo como altas son las montañas que lo rodean. Se puede conocer subiendo a un crucero que sale desde Stavanger durante todo el año.

Desde Lysefjord es posible acceder a la impresionante plataforma rocosa conocida como El Púlpito. Para llegar hasta ella hay que caminar alrededor de dos horas, pero os parecerá el par de horas mejor invertido de vuestra vida, de verdad de la buena. Seguramente son las mejores vistas de un fiordo. Y aunque suene a frase hecha eso de que en ocasiones las fotos no hacen justicia, en este caso es muy cierto: si en imagen os parece alucinante, tenéis que verlo en vivo y en directo.

Otra posibilidad es acceder al monte Kjerag, al que se tardan unas dos horas y media en llegar, y que tiene una impresionante caída de 984 metros sobre el nivel del mar. Junto a la famosa Kjeragbolten -una enorme piedra atrapada entre dos rocas- es el punto más buscado por los fotógrafos.

¡A la playa!

Puede que habitualmente no asociemos Noruega con playas, pero precisamente en la región de Stavargen se encuentran las playas de arena más largas de Noruega. Y resulta que no son unas playas cualesquiera: hace unos años The Sunday Times situó una de ellas, Solastranden, como la sexta mejor playa del mundo. Para quienes se hayan olvidado el bañador en casa, también pueden darse una vuelta por los faros de la costa, que están abiertos a los turistas. En algunos incluso se puede dormir. ¡Toda una experiencia!

Lagos y cascadas

Una buena excursión para conocer la Noruega verde y azul es ir hasta el gran pedregal de Gloppedalsura, a pocos minutos de Byrkjedalstunet. Se trata de un paisaje compuesto por rocas procedentes de avalanchas ocasionadas por el deshielo hace 10.000 años, que hoy se encuentran apiladas unas encima de otras en una especie de lago. Después se puede seguir ruta a la cascada de Månafossen, una de las cascadas más grandes de Noruega, con 92 metros de caída libre.

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