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¡Lo más visto! Cinco leyendas que descubren rincones alucinantes

Ciertos lugares fascinan de tal forma que las leyendas giran a su alrededor, formando parte del encanto de esos rincones del mundo. Cuentan historias en las que dioses, majestades, caballeros, vasallos, princesas y hasta santos escribieron nuestro pasado, siendo los culpables de que el lugar  en cuestión sea exactamente como es. 

La magia se extiende sobre palacios, torres, desfiladeros, miradores, faros y templos que acogen fábulas fantásticas de todo tipo. Hoy os hablamos de cinco de esas leyendas con las que descubrir rincones de un encanto mítico.

Torre de Hércules (A Coruña)

Situada en un cerro a unos 50 metros de altitud, la llamada Torre de Hércules ostenta el honor de ser el faro romano más antiguo del mundo. Fue construida en tiempos del emperador Trajano, en el siglo II y lleva centenares de años guiando a los navegantes. 

Sin embargo, la leyenda dice que no fue entonces sino mucho antes cuando se levantó la gran torre. Y también que no la construyó un arquitecto de Coimbra, sino el mismísimo Hércules, quien vino en busca del gigante Gerión. Con el objetivo de liberar al pueblo del poder del gigante, el héroe griego se enzarzó en una dura batalla contra Gerión y lo venció, después cortó su cabeza y la enterró junto al mar. Para festejar su victoria construyó esta torre, en cuyas proximidades fundó una ciudad a la que llamó Crunia en recuerdo de la primera mujer que habitó la zona, de la cual Hércules se enamoró.

Palacio de Galiana (Toledo)

La provincia toledana está llena de leyendas que hablan de su glorioso pasado, de cómo la avaricia de unos acabó cambiando el futuro de otros, de amores, de traiciones, de historias entre judíos, musulmanes y cristianos y un largo etcétera. Entre ellas se encuentra la que narra el origen de la famosa Cueva de Hércules, la de la Casa del Diamantista, la del Pozo Amargo... Y también, la del Palacio de Galiana, la gran mansión de estilo mudéjar que perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo, construida sobre el palacio de recreo del rey taifa Al-Mamún. 

Cuenta la leyenda que el musulmán Abenzaide, enamorado de la princesa Galiana, se batió en duelo contra un cristiano llamado Carlos por quien la princesa suspiraba y que entonces aún nadie conocía como Carlomagno. Así fue cómo murió Abenzaide, en un sangriento torneo a muerte y ante un público partidario del combatiente cristiano, que festejó la victoria porque todos sabían que a quien la princesa amaba era al apuesto príncipe francés. 

Desde entonces, el espíritu de Abenzaide vagaba por las almenas del Palacio de Galiana, anunciando a aquel pueblo que algún día se vengaría de ellos. Parece que aquella venganza llegó con Alfonso VI, al que el espectro del musulmán le confió secretos para la conquista de la ciudad. Cuando finalmente logró su propósito, su espíritu dejó de aparecer entre las almenas del palacete.

Torre de la Malmuerta (Córdoba)

Sobre los restos de una torre musulmana se construyó a principios del siglo XV una torre defensiva que después sirvió como cárcel para nobles. Y aunque se levantó en el cordobés barrio de Santa Marina unos 40 años antes de que ocurriera la tragedia de los comendadores de Córdoba, lo cierto es que la leyenda cuenta que fueron esos hechos los que dieron lugar a la edificación de esta torre.

Todo comenzó cuando Fernando Alonso de Córdoba, uno de los caballeros más ricos e influyentes de la ciudad, quien sospechó que su esposa, Beatriz de Hinestrosa, le engañaba. Fue entonces cuando urdió un plan para asesinarla y acabar también con quien creía su amante, Jorge de Córdoba y Solier, primo de Don Fernando y comendador de Cabeza del Buey en la Orden de Calatrava. 

El plan incluía asesinar igualmente al hermano de Jorge, también comendador, a su amante y a varios criados que Don Fernando consideraba traidores porque pensaba que le habían ocultado el romance. Según la leyenda, aquella infidelidad nunca llegó a ocurrir y cuando el caballero se dio cuenta de que todo estaba en su cabeza, se arrepintió de sus actos y pidió perdón al rey Juan II, quien le ordenó construir la torre como expiación por sus crímenes. De ahí el nombre de la mal-muerta.

Cañón de Río Lobos (Soria y Burgos)

Para los amantes de los espacios naturales únicos, el profundo cañón que recorre más de 25 kilómetros de las provincias de Soria y Burgos es un regalo con todas las letras, cuyas rocas alojan más de 100 millones de años de historia geológica. En medio de ese espectacular paraje se encuentra el castillo templario de Ucero y una ermita única, levantada en el corazón de la garganta. Este templo fue bautizado como la ermita de San Bartolomé y es la protagonista de una popular leyenda.

Cuenta que el apóstol Santiago iba cabalgando sobre su caballo huyendo de los invasores musulmanes cuando saltó desde lo alto de uno de los farallones del cañón que rodean la ermita. Los cascos del caballo dejaron sus huellas sobre la piedra y la espada de Santiago cayó al suelo, quedando clavada en un lugar y revelando que allí debería levantarse un templo. Es el sitio exacto donde se encuentra la actual ermita de San Bartolomé, que según dicen está enclavada en un lugar equidistante de los dos puntos más septentrionales de la geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre, en el llamado Omphalos, el centro del mundo. 

La Alhambra (Granada)

La magia de este lugar no pasa desapercibida para nadie. Prueba de ello es que se cuentan decenas de leyendas relacionadas con la pequeña ciudadela andalusí construida dentro de la propia ciudad de Granada. Formada por un espectacular conjunto de palacios y jardines que fue declarado Patrimonio de la Humanidad hace más de tres décadas, uno de sus espacios más conocidos, el Patio de los Leones, esconde una historia legendaria. 

La protagonista es la princesa árabe Zaira, que viajó con el que creía que era su padre a Al-Andalus y se alojó en la Alhambra. A la princesa le encantó aquella ciudadela, sobre todo el patio iluminado donde pasaba la mayor parte del tiempo. Por eso no le importó demasiado que tuviera prohibido salir de palacio. Pero pasaba el día sola, sin nadie con quien hablar. Hasta que un joven saltó los muros de la ciudadela y apareció en el patio donde estaba Zaira porque se sintió atraído por ella. 

La princesa le pidió que se marchara: si su padre o alguno de los once hombres que le acompañaban se enteraban de que estaba allí, sería castigado. El joven Arturo le hizo caso, pero a los pocos días volvió y fue sorprendido por el rey, quien lo encerró en las mazmorras hasta que llegara el alba, momento en que planeaba ejecutarlo. 

La princesa lloraba su desgracia cuando casualmente encontró el diario de su supuesto padre y lo abrió por una página escrita cuando ella era aún muy niña. En ella decía: “Ya he matado al sultán y a su consorte real. De la princesa Zaira me he apiadado”. Entonces Zaira reunió al rey y a sus 11 hombres y preguntó si eso era verdad, a lo que contestaron que sí. La princesa, llena de rabia, cogió entre sus manos el talismán que su madre le había colgado del cuello cuando nació y con la furia de un león miró a todos los que le rodeaban. Entonces, aquel talismán liberó su maleficio y convirtió al rey y a sus 11 hombres en leones de piedra, los mismos que hoy custodian la fuente del lugar que se conoce como el Patio de los Leones.

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