Sólo hay dos resultados posibles: regresar al punto de partida juntos y encantados de haberos conocido o que a mitad de camino cada uno improvise itinerarios diferentes y si te he visto no me acuerdo. En cualquiera de los dos casos, volveréis sabiendo no una sino 100.000 cosas más del otro. Porque independientemente del tipo de viaje planeado, hay unas cuantas pruebas a superar:
Nivel tolerable de ansiedad
Leer el mapa del metro en japonés no es tan fácil. Convencer al funcionario de aduanas de que no te vas a quedar a vivir en el país al que entras aunque no tengas billete de salida, tampoco. Sobrevivir a los horarios sin horario de los autobuses de muchos países también enerva un poco los nervios.
Y que un taxista te cobre lo que pone tu guía pero multiplicado por diez suele llevar a alguna que otra discusión con el conductor. Pero no todos lo llevamos de la misma forma; hay quien en estas circunstancias acaba revelándose como la persona más calmada y resolutiva del planeta. Aunque también puedes descubrir que tu pareja es más bien de los/las que toleran regular el estrés. Las facturas en casa también pueden traer problemas…
Estilismos viajeros
A un viaje tan largo conviene llevar poco equipaje siendo prácticos. Y aunque no lo seamos, la mochila o maleta no tiene las dimensiones del armario. Eso supone combinar las 20 prendas que llevas de las maneras más insospechadas. La superposición de capas de todo tipo y color está permitida al viajero cuando hace frío. Igual que no hay objeción para combinar rayas con cuadros y círculos si hace unos cuantos días que no pasáis por una lavandería.
Así que poco a poco os acostumbraréis a que Lady Gaga a vuestro lado parezca una mujer de lo más convencional. Mientras ninguno de los dos dé importancia a la estética, todo irá bien. Lo bueno es que después de eso, el pijama puede parecerte, y parecerle, un traje de noche.
Egoísmo versus generosidad
Más tarde o más temprano llegará el momento de medir lo buena gente que es tu pareja con la prueba de la ducha. Incluso aunque contéis con un presupuesto aceptable, si os decantáis por lugares exóticos pero apartados de la civilización no os quedará otra que dormir donde sea.
Y si estáis de suerte y encontráis un hostal con ducha y agua caliente, más vale que os lo penséis antes de sonreír. Esa ducha se convertirá en una trampa porque sólo uno de los dos tendrá tiempo de disfrutar de los tres minutos de agradable agua templada. Si él o ella coge la delantera sin consultar, ya tienes veredicto: el más rápido siempre es el egoísta.
En la salud y en la enfermedad
Seguramente os libraréis de enfermedades que os puedan fastidiar de verdad el viaje. Pero por lo que acabaréis pasando casi sin ninguna duda es por el llamado “mal del viajero”: diarreas ocasionales que, aunque no son nada grave, siempre resultan incómodas y sobre todo, inoportunas.
Ellas pueden darte pistas acerca del verdadero “yo” de tu acompañante. Si él/ella no se empeña en hacer precisamente ese día en que tus intestinos andan haciendo de las suyas un trekking de 20 kilómetros o un viaje en tren o autobús de 8 horas, te está demostrando de alguna forma que te tiene mucho cariño. De lo contrario, puede que no sea tu media naranja.
Una isla desierta... ¿demasiado desierta?
En algún momento surgirá el plan: acercarse a una pequeña isla desierta para no hacer nada, aparte de tirarse a la bartola. Pero dependiendo de cómo sea vuestra relación, también es una prueba “trampa”. Las islas casi desiertas (y que entran en un presupuesto medio) suelen tener un tamaño diminuto. Tanto que ni siquiera podréis discutir a gusto: en caso de enfado, no podrás alejarte del otro/a más de 20 metros.
Y claro, también está el problema de la sociabilidad. De vez en cuando, necesitarás hablar con alguien que no sea tu pareja, y aquí la cosa se complica. Si cuando toque dejar la isla vuestro equipaje ya llevaba un par de días preparado es que las islas desiertas no son para vosotros. De lo contrario, enhorabuena: la relación va por buen camino.
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