¿Cuáles son las siete montañas más hermosas del mundo? Cada uno tiene una respuesta diferente, aunque siempre hay algunas que acaban apareciendo en todas las listas. Aquí van nuestras siete elegidas. ¿Por qué estas siete? Porque están ahí.
1. Cervino (Italia y Suiza)
Es LA montaña de los Alpes. No hay ninguna que se le pueda comparar en majestuosidad, en fuerza, en pureza de líneas. Ninguna que ofrezca esa visión imposible, justo a la salida o a la puesta del sol, de la cumbre iluminada mientras el resto de la montaña y el valle están a oscuras. El alpinista Guido Rey decía que su sola visión hacía latir violentamente el corazón de los hombres.
El Cervino —o Matterhorn— fue conquistado por el inglés Edward Whymper en 1865. No era la primera vez que se intentaba conquistar este coloso. En los ocho años anteriores se llevaron a cabo nada menos que 18 ataques, todos fallidos por diferentes circunstancias. De los seis escaladores que alcanzaron la cima cuatro murieron en el descenso. Fue la tragedia más impactante de la historia del alpinismo. Además tuvo importantes consecuencias legales.
Con el tiempo se han abierto infinidad de rutas diferentes y ahora, en verano, las más fáciles están casi masificadas. El poder de atracción del Cervino no ha terminado.
2. Alpamayo (Perú)
Esta montaña de los Andes peruanos tiene dos caras completamente diferentes. Si se la observa desde el oeste es una pirámide perfecta con tres crestas que se encuentran en la cima puntiaguda. Desde el sur todo cambia y aparece una forma trapezoidal con una pared de vértigo atravesada por estrías, como si un leopardo gigantesco le hubiera pegado un zarpazo.
El Alpamayo tiene 6.120 metros y se encuentra en el grupo septentrional de la Cordillera Blanca. Su nombre significa Monte de la Tierra. La nieve que la cubre le da una apariencia de cima de cristal, pero adquiere tonos caprichosos —azulado, amarillo, rosa— en los crepúsculos.
Hubo diferentes expediciones que intentaron conquistarla sin éxito, hasta que en junio de 1957 un equipo alemán conquistó la cima principal subiendo por la cresta sur.
3. Machapucharé (Nepal)
Parece demasiado hermosa para ser realidad, lo que, unido al hecho de no ser extremadamente conocida la convierte en una sorpresa para muchos. ¿Cómo puede existir una montaña así? Desde algunos puntos de vista es muy parecida al Cervino. Con la diferencia que, con sus 6.997 metros, supera en 2.500 a su hermanito alpino.
El Machapucharé está situado a unos 25 kilómetros al norte de Pokhara, en Nepal, y su visión es el sueño de cualquier aficionado a la montaña que se asoma al Himalaya.
Esta montaña era considerada sagrada por los habitantes de la zona, que pusieron muchas pegas a las expediciones que, a mediados de los años 50, intentaron el ascenso. En 1957 Noyce y Cox llegaron a unos 40 metros de la cima pero las condiciones meteorológicas cambiaron repentinamente y se vieron obligados a desistir. Más tarde el gobierno nepalí, en 1964, prohibió oficialmente el ascenso a la montaña sagrada que permanecerá, por siempre, inviolada.
4. FitzRoy y Cerro Torre (Argentina)
El FitzRoy y el Cerro Torre son dos picos de altura modestas (3.441 y 3.128 metros respectivamente) pero son algunas de las cimas de más difícil ascensión del planeta. Aquí el problema no es la falta de oxígeno ni nada semejante, como en el Himalaya, sino las condiciones meteorológicas: tormentas de 40 días seguidos no son raras en este rincón de la Patagonia argentina. El viento, la lluvia, las nubes, la nieve, todo se une para hacer de estas montañas un lugar inhóspito y peligroso. El mayor reto para los escaladores.
El FitzRoy es una mole de granito de 2.000 metros y debe su nombre al famoso capitán del Beagle, el barco en el que viajó Darwin alrededor del mundo. Fue el perito Moreno (el que dio nombre al glaciar más imponente de América) el que le hizo este honor ya que el marino nunca vio su montaña.
A unos cinco kilómetros de distancia se encuentra el Cerro Torre, al otro lado del glaciar Grande. Como su nombre indica claramente, es una torre, una columna de roca que parece imposible de conquistar. En 1959 lo consiguieron Maestri y Egger pero éste último murió en el descenso.
5. Kilimanjaro (Tanzania)
El Kilimanjaro es como el Ararat: un volcán aislado, solitario, que parece flotar sobre las planicies que lo rodean. Cuando un grupo de elefantes pasa por delante se crea entonces la imagen perfecta de África, y entonces poco importa que no presente paredes verticales de cientos de metros ni crestas puntiagudas. Su redondez es la representación de la tierra africana y ofrece uno de los espectáculos más hermosos del mundo. Es la cima más alta del continente y tiene el mismo nombre que la cumbre más alta de los Alpes: la Montaña Blanca.
El Kilimanjaro está casi sobre la línea del ecuador, a apenas tres grados de latitud sur. Por eso los primeros exploradores europeos que atravesaron estas tierras no podían creer que lo que coronaba su cima fuera hielo y nieve. Preferían creer que era sal, o plata. En 1871 el misionero inglés Charles New llegó hasta el límite de las nieves y pudo aclarar el misterio.
Una ascensión al Kilimanjaro no plantea obstáculos técnicos, sólo la resistencia necesaria para llegar a los 5.895 metros de la cima principal, donde el aire es ligero. Muchos no consiguen pasar del borde del cráter, que se alcanza a una altitud inferior. El camino, en cualquier caso, es una lección de naturaleza y de vida: se pasa por espesos bosques tropicales y, a medida que se asciende, la vegetación disminuye poco a poco hasta alcanzar un páramo en el que apenas sobreviven especies de plantas desconocidas en latitudes templadas. Más arriba aparece un desierto de rocas. Arriba esperan las nieves del Kilimanjaro, aunque parece que cada año disminuye su espesor.
6. K2 (Pakistán)
Es el eterno drama del segundón: casi nadie se acuerda de él. Y sobre todo si tiene el nombre menos romántico que puede tener una montaña. Nadie se acuerda del K2 ahí afuera, pero en el mundo del montañismo ocupa un lugar de privilegio, casi mayor que el del propio Everest. Porque es, con sus 8.611 metros, la “montaña de las montañas”, el rey que domina los glaciares del Karakorum. La gente que vive en los valles cercanos lo conocen como Chogori, “Monte Grande”, que tampoco es un prodigio de originalidad o romanticismo.
La montaña es imponente, soberbia, pero curiosamente los primeros escaladores que intentaron atacarla pensaban que se trataba de una montaña que no presentaba dificultades especiales. No podían estar más equivocados y ahora se considera que es, quizá, la que ofrece más dificultades en todo el mundo. La cima no fue conquistada hasta 1954 después de medio siglo de intentos fallidos. Hubo que esperar más de 20 años hasta que otra expedición repitiera la hazaña.
7. El Capitán y Half Dome (EEUU)
El valle de Yosemite, en la Sierra Nevada californiana, es la meca de la escalada en Estados Unidos. Allí se han abierto centenares de rutas diferentes y muchas transitan por precipicios de 900 metros de altura.
De todas las montañas del valle, El Capitán es el principal atractivo para los escaladores. También para los centenares de miles de visitantes que recibe este valle al año para asombrarse con estas paredes de granito que sobrevuelan por encima de bosques y prados. En medio corren las cascadas. Es uno de los lugares más bellos del planeta.
Cuando se entra en el valle aparece, a la izquierda, El Capitán, una mole de granito que no se puede comparar con ninguna otra. La Nariz, su borde meridional, sobresale como un espolón vertical. Cuando lo conquistaron en 1958 tardaron 47 días. Una batalla con la roca como no ha habido otra. En el otro lado del valle, el Half Dome es eso, un bloque de granito que semeja media cúpula. Aquí las vías de escalada son más difíciles todavía.
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