Como dijo aquel torero, tiene que haber gente para todo. Y es que en este universo televisivo absurdo se multiplican ahora los miembros de una nueva estirpe. Se trata de los personajes televisivos, algunos periodistas y otros menos preparados, que se meten a escribir novelas como si fueran churros. Aunque es obvio que la figura de los negros literarios que se dedican a perpetrar estos libros a cambio de golosos sueldos planea siempre en estos casos. La última en sumarse a esta moda es Raquel Sánchez Silva, pero hay precedentes gloriosos...
1. Ana Rosa Quintana. Hace ya unos años la prestigiosa presentadora se marcó el inolvidable Sabor a hiel (Planeta). Libro que incluso fue retirado de las librerías porque quien lo escribió había cometido un plagio. Las mieles del éxito y las rosas provocan, a veces, estos desaguisados. Se le pide una novela al famoso de turno porque es alguien que arrasa en todo lo que hace. Y luego llega el engaño necesario para mantener la farsa. Sea el autor o sea la editorial, el caso es que se contrata a otro para que escriba el libro. Y si éste es un poco granuja, pasan estas cosas...
2. Maxim Huerta. Quizás ha aprendido de su mentora y compañera y jefa en televisión. O quizás tenía la pulsión de la escritura desde su tierna infancia. No podemos saberlo a ciencia cierta. Pero lo que sí está claro es que este periodista se ha destapado como un escritor de éxito, cosa que no es necesariamente sinómina a ser un buen escritor. Simple y llanamente, Huerta consigue vender muchos de sus libros. Y por eso le premian con galardones como el Primavera de Novela de 2014. ¿Es merecido o forma parte de una campaña para vender más? Eso que lo respondan aquellos que lean sus libros.
3. Jorge Javier Vázquez. De los cinco que forman este listado, el presentador de Sálvame y otros bodrios similares es quien más merece el adejtivo de escritor, aunque sea con minúsculas. Y es que este comunicador es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. O sea, es un hombre leído y sabe escribir, aunque se dedique en su día a día a corromper a los espectadores con programas que estarían sepultados para la eternidad en un país medianamente serio.
4. Belén Esteban. Esta individua está vendiendo como rosquillas su Ambiciones y reflexiones (Espasa). Y eso lo dice todo sobre esta vieja nación degradada hasta el vómito.
5. Raquel Sánchez Silva. Como decía al principio, es el último ejemplo de personaje televisivo que aprovecha la cresta imparable de su popularidad para presentarse ante los ciudadanos como escritora. Un servidor va a leerse desde la primera línea hasta la última su Mañana, a las seis (Planeta). Se lo juro. Y espero no fenecer en el intento. Y, una vez terminada esta posible tortura, aportaré aquí las sensaciones que me haya producido. Se lo he prometido también a mis jefes. Pero lo que no hemos acordado es cuánto tiempo tengo para leerlo. O sea, con suerte me escaqueo para siempre...
Este listado podría continuar con Boris Izaguirre, Mara Torres y otros escritores que reciben grandes loas por parte de quienes ni siquiera les han leído solo porque su cara es bonita o, peor, es habitual en la pantalla. Es lo que ocurre, en fin, cuando el espectáculo televisivo, tan burdo y repelente, se mezcla con algo tan serio y tan bello como la literatura.
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