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La serie más rara de Netflix es de animación y va sobre un caballo

Imaginemos un actor de telecomedias fracasado cuyos mejores momentos ocurrieron hace demasiado tiempo… solo que este actor es, en realidad, un caballo. ‘Bojack Horseman’, una fábula de animación sobre la fama en la que animales antropomorfos y seres humanos conviven en sociedad, presenta su segunda temporada este viernes convertida en una de las más improbables series de culto distribuidas a través de Netflix.

Bienvenidos al universo de BoJack Horseman, un caballo que en los años 90 protagonizó una exitosa sitcom sobre un joven equino que se hacía cargo de tres niños huérfanos y que desde el final de la serie ve pasar la vida refugiado en su lujosa casa en Los Angeles. Veinte años después de escalar la cumbre de la fama, su día a día se ha convertido en un cúmulo de miserias humanas sedimentadas hasta dar forma a un personaje abiertamente detestable, incapaz de establecer relaciones humanas duraderas. Egocéntrico y caprichoso, Bojack vive obsesionado con mantener su estatus como celebrity, aunque todo cambia cuando se ve obligado a terminar sus memorias.  

Esta descripción contaría en principio con todos los elementos para hacer de Bojack Horseman una serie de animación para adultos al uso, pero este caballo no es un remedo del desinhibido Glenn Quagmire de Padre de familia en los tiempos del streaming. Las voces de actores como Will Arnett (Arrested Development) o Aaron Paul (Breaking Bad) y el desarrollo de la trama permiten descubrir una comedia amarga sobre los claroscuros de la fama. Puestos a buscar inspiraciones, sus historias y personajes parecen más cercanos la vida real de cualquier actor de auténticas sitcoms de los 90 (digamos… Padres forzosos) que a otras series de animación.  

Bojack Horseman pasa de la carcajada a los sentimientos de fracaso, angustia, culpa y frustración que persiguen al protagonista, que se va descubriendo a sí mismo sumido en una depresión y del que nacen algunas líneas que la ponen al nivel de guion de obras más elaboradas. Valga un ejemplo: “¿Sabes? A veces siento como si hubiera nacido con algún tipo de fuga y cualquier atisbo de bondad ha ido desapareciendo lentamente de mí, de modo que ahora ya no me queda nada. Y ya nunca podrá volver a mí. La vida es una sucesión de puertas que se cierran, ¿no?”. 

Tampoco ayuda la denostada etiqueta de sitcom, aunque no debería ser así. Al fin y al cabo, el mejor ejercicio de metatelevisión de los últimos años no vino de la sesuda mente dramática de Aaron Sorkin (The Newsroom), sino de la clara inteligencia de una guionista de comedia como Tina Fey (30 Rock). Del mismo modo, valiéndose del humor, BoJack Horseman logra trazar el que quizás sea uno de los retratos más certeros sobre el mundo del showbiz.

https://youtube.com/watch?v=vQ0c4aC7Eag%3Frel%3D0

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