Cuando Sálvame empezó como complemento nocturno al reality Supervivientes, pocos podían pensar que acabaría convertido en la gallina de los huevos de oro de la televisión. Un late night, con personajes de lo más controvertidos y un presentador que había tocado el cielo con Aquí hay tomate y que no sabía hacia dónde encauzar su carrera. Rápidamente este Sálvame Golfo empezó a coger peso y las viejas rencillas entre los integrantes salieron a flote. Y es que todos eran grandes veteranos y acumulaban tantos rencores de sus anteriores programas -desde Tómbola hasta A tu lado o Crónicas marcianas- que no se soportaban. ¿Qué ocurrió? Pues que la cadena pensó que sería la mejor forma de llenar las tardes. Un nuevo formato de reality, donde los protagonistas eran los propios colaboradores.
Nunca antes habíamos visto a un presentador comiéndose un yogur en directo.
De Sálvame Golfo se pasó a Sálvame diario y la televisión se revolucionó. Independientemente de los odios o amores que despertaran los colaboradores del programa, el formato consiguió romper la barrera entre el plató y los espectadores y creó escuela. Nunca antes habíamos visto a un presentador comiéndose un yogur en directo, a una colaboradora cogiendo el bolso y saliendo del plató para fumar o a las cámaras persiguiendo a los invitados hasta el baño. En Sálvame todo podía ocurrir y ahí estaba la gracia del asunto. Las noticias, las exclusivas y las entrevistas dejaron de ser relevantes para centrarse en la vida de los propios integrantes del programa. Sin darnos cuenta nos habíamos enganchado a los culebrones de Rosa Benito, Raquel Bollo o Belén Esteban y ya no queríamos nada más.
Masticar y escupir colaboradores
Con el tiempo, fueron llegando nuevos personajes, la mayoría venidos de otros programas ya agotados, y se unieron al show, pero nunca terminaron de encajar. Como en una pandilla de instituto donde cada uno tiene su rol asignado, los veteranos siempre serán los veteranos. El propio programa se encarga de masticarles y escupirles sin ningún tipo de remordimiento. Y es que para aguantar el machaque hay que estar preparado. Si no que se lo pregunten a Terelu, una de las grandes veteranas de la televisión, que decidió tomarse unas vacaciones un poco más largas con la excusa de estar agotada, y parece que nadie la echa de menos. ¡Qué peligroso es dejar una silla en un programa de éxito! Los colaboradores presumen de llevarse bien en los momentos duros y así tratan de demostrarlo, pero una competidora es una competidora y si pueden arrebatarle un día de trabajo, lo van a hacer. Esto es la guerra.
En Sálvame no queda nadie que no haya bajado a los infiernos.
Para celebrar su quinto aniversario han decidido caracterizar a todos sus integrantes como personajes de La Divina Comedia y han contratado a la fotógrafa Ouka Leele -rebautizada como ukelele por Paz Padilla- para inmortalizar el momento. Y, desde luego, no podría haber símil mejor. En Sálvame no queda nadie que no haya bajado a los infiernos. Desde la desintoxicación de Belén Esteban -ese rumor tantas veces negado y que terminó siendo verdad-, hasta la ruptura del matrimonio de Rosa Benito, los problemas de salud de Kiko Matamoros, los enfrentamientos de Mila Ximénez o los líos familiares de Raquel Bollo, todos han tenido que ver como sus asuntos más privados ocupaban horas y horas de televisión, a cambio de un sustancioso sueldo -entre 600 y 1.000 euros por programa, sin contar los especiales del Deluxe-. El exhibicionismo más absoluto y entretenido.
Jorge Javier, el titiritero
Y detrás de todos ellos, Jorge Javier Vázquez, el tirititero que maneja los hilos como nadie. El dueño del cortijo sabe cómo frenarles, cómo motivarles, dónde incidir y dónde no entrar. Nadie se merecía más el Premio Ondas al mejor presentador, pese al revuelo que creó entre sus compañeros de profesión. Jorge Javier ha conseguido conectar con el público, maneja el medio como nadie y conduce uno de los programas más complicados de la televisión. ¿Acaso eso no se merece un premio? Otra cosa es que nos gusten los contenidos, el formato o los colaboradores, pero si algo ha conseguido Sálvame ha sido quitarle el polvo a una televisión demasiado aburrida. España sigue anclada en la vieja regla de conseguir sentar en el sofá a toda la familia, desde la abuela hasta el nieto, y así nunca se va a evolucionar. ¿Se imaginan a un directivo español dando el ok a un proyecto como Breaking Bad?
Rindámonos y celebremos el quinto aniversario del programa que más horas ocupa en la parrilla.
España es Sálvame, nos pese lo que nos pese. Nos gustaría que fuera un programa de La 2, educativo, innovador y cultural, pero también nos gustaría estar rodeados de un panorama político, social y empresarial que no diera vergüenza y todavía no lo hemos conseguido. Rindámonos y celebremos el quinto aniversario del programa que más horas ocupa en la parrilla. Organicemos nuestro propio Deluxe en casa y brindemos a su salud. ¡Larga vida a Sálvame!
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