Abogado de día, vigilante callejero por la noche, Murdock demuestra en esta primera temporada conocerse al dedillo Hell’s Kitchen, el barrio de Nueva York donde nació y casi murió (se nos había olvidado: es ciego) convertido en una zona de guerra para clanes mafiosos y turbios intereses corporativos. Y por eso mismo, ha accedido a guiarnos por sus calles, todo un festival de tesoros escondidos para el turista ocasional...
Un barrio que, según nos desvela de entrada, nada tiene que ver ya con la zona insegura y marginal de la era pre-Giuliani. Hell’s Kitchen, llamado así por ser más caliente aún que el mismo infierno, ya no es un lugar turbio sino un barrio recuperado repleto de tiendas, teatros y una intensa vida cultural. Abarca las manzanas comprendidas entre las calles 59 y 34 y la 8ª Avenida y, pese a la fama que arrastra por historias como la de Daredevil, es más burgués que otra cosa, aunque la herencia de los inmigrantes irlandeses que lo ocuparon en su origen perdura en ese colorido y atractivo toque popular.
Hell’s Kitchen está perfectamente acondicionado y comunicado.
Perfectamente acondicionado y mejor comunicado -en él están Pennsylvania Station y las líneas A, C y E de Metro- en cuyas aceras se cruzan estudiantes, inmigrantes irlandeses y hasta famosos y actores seducidos por sus boutiques y la cercanía del Theater District, es el principal punto neurálgico del Off Broadway. El río Hudson que cierra por el oeste el área acción de nuestro héroe, y según dice, es siempre un lugar interesante donde mirar: para nosotros por las vistas a Nueva Jersey; para él, porque los malos siempre tienden a reunirse en sus oscuros almacenes... Matt masculla que él mismo hace running por Dewitt Clinton Park, un parque libre totalmente de malhechores (y nos recuerda lo importante que es estirar antes y después, que si no, las rótulas sufren).
¿Pero qué hacer esta soleada mañana? Los criminales no descansan -insiste Matt una y otra vez- mientras accede a enseñarnos el rastrillo al aire libre. No es casualidad que Hell’s Kitchen acoja el Mercado de las Pulgas en la calle 39 entre la Novena y la Décima, algo así como el tradicional rastro madrileño pero con glamour neoyorquino. Discos, ropa, muebles vintage y todo tipo de interesantes baratijas trazan el punto de unión de este barrio popular con la ‘alta’ Nueva York.
Nuestro acompañante rehúsa comprar nada, está harto de que los malos destrocen su casa y rompan sus cosas pero aun así, nos pasea por la 8ª Avenida, donde se apelotonan las grandes tiendas y hasta el centro comercial Time Warner, donde él mismo ha comprado ropa de repuesto tras un duro día de palizas.
La comida del ‘infierno’
Daredevil no tiene tiempo para comer, por lo tanto es un enigma cómo mantiene su extraordinaria musculatura. Pero si lo hiciera, sin duda sería un admirador de la cocina internacional de Hell’s Kitchen, porque -explica- tanto saltar por los tejados quema michelín. Estamos en un barrio originariamente ocupado por inmigrantes y el crisol de cocina italiana, griega y, por supuesto, americana (si es que tal cosa existe) es lo que se lleva. El desorden es la constante del mítico Restaurant Row, un verdadero desfile de locales interesantes, y eso hace que nos guste todavía más. Matt nos lleva directamente al delicioso Mercato (352 W 39th St), un italiano bastante asequible con buen ambiente, aunque nos recomienda también un local de comida tailandesa, el Pam Real Thai Food (404 W. 49th St). El Tehuitzingo y la Tequilería Anejo son otros negocios con fama en toda la isla.
Ser un héroe exige moverse todo el rato y para el postre probamos las mejores galletas artesanales de NY en Schmackary’s (45th con la 9th). Matt nos sugiere que después pasemos por el Stiles Farmers Market entre la octava y la novena, típico mercado para comprar frutita muy barata -él no ha utilizado la palabra frutita- y disfrutar de ese ambiente melting-pot que dura las 24 horas.
En el infierno también duermen
Cae la noche y Daredevil mira el reloj: es hora de marcharse. Mientras se coloca su máscara, farfulla que tiene que intercambiar réplicas con un portero y nos da la dirección de un hotel asequible que conoce (mientras se aleja saltando dice algo sobre el robo de un banco). El My Stay New York Apartment (505 w 37th St) es un apartamento ideal para descansar y tiene todos los servicios. Como también el Manhattan Broadway Hotel (273 West 38th St), más asequible todavía.
Para cuando dejemos las maletas nos señala un bar para empinar un poco el codo con mesura pero alegría. Uno limpito -promete-, nada de callejones humeantes, aunque de eso también hay en Hell's Kitchen. El McGee’s (240 W 55th St) acaba resultando el lugar perfecto, una taberna irlandesa en modo épico en la que la todo el mundo parece rendir culto a la cerveza y la madera. Él mismo promete unirse a la fiesta después de curtirse el lomo con los malos, si es que todavía puede moverse tras los palos, claro.
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