Comenzamos Supervivientes 2015 con mucha expectación. ¿A quién no le gusta ver a famosos de tercera división pasando hambre, matándose por hacer fuego y comiendo lapas repletas de algas? Y si todo eso lo hacen, además, mientras cenas en la comodidad de tu sofá, no puede haber un placer mayor. Desde que el formato aterrizara en España, ya sea con un título u otro, muchos han sido los telespectadores que se han dejado tentar por las aventuras de estos Robinsones -a precio de oro- que dejaban la comodidad de su fama para embadurnarse en la arena. El problema es que, como en todo reality, hace ya mucho que se perdió de vista la supervivencia para centrarse en la relación entre los concursantes. Y, la verdad, para terminar viviendo un Gran Hermano VIP, ¿qué necesidad hay de trasladarse hasta Honduras?
La realización técnica de Supervivientes es tan fantástica que llega a pasar desapercibida para el público. Conectar en directo con la isla sin más complicaciones que un sonido un poco extraño y conseguir llenar las cuatro horas de programa sin dificultad es algo digno de aplauso. ¿Que ganaría mucho si el prime time español fuese más coherente y las cadenas no obligasen a que un mismo espacio cubra dos franjas horarias? Por supuesto, pero esa es una batalla que ya tenemos perdida. La gracia aquí reside en los hombros del conductor de la gala, un Jorge Javier Vázquez que ha ido rebajando el tono a lo largo del concurso -una cosa es llenar las pausas con humor, algo que hace a la perfección, y otra que ese humor cuaje bien en el programa, cosa que le ha costado- y el casting de concursantes. Ay, el casting...
De entrada, no pintaba mal. Carmen Lomana, la que iba destinada a ser la revelación de la edición -confiando, quizás, en repetir la victoria de Rosa Benito-, Chabelita, primera vez que la hija de la Pantoja pasaría tantas horas delante de las cámaras, una Mila Ximénez que se cayó antes de empezar, Nacho Vidal recogiendo el testigo de Rocco Sifredi, concursante de la edición italiana, y la cuota de concursante de Mujeres y hombres y viceversa y Gandía Shore para atraer al público más joven -y, de paso, pagar menos en caché-.
Tras saltar desde el helicóptero el mal rollo se instaló entre los concursantes de la isla.
Lo dicho, no pintaba mal, pero el interés acabó pronto. Tras el clásico salto del helicóptero -mucho mejor organizado para evitar las larguísimas esperas entre salto y salto-, el mal rollo se instaló entre los habitantes de las islas. Veteranos por un lado y novatos por otro se posicionaron en bandos y levantaron el hacha de guerra, tal vez demasiado conscientes de que el que más polémicas genere, más Deluxe tiene asegurados.
Las decepciones fueron encadenándose al mismo ritmo que Nacho Vidal enloquecía. ¿A qué viene lo de reproducirles vídeos de sus peores momentos durante la gala para generar más encontronazos? ¿A qué viene lo de darles, selectivamente, información del exterior para provocar sus reacciones? Ya tenemos claro que las reglas en los realities de Mediaset están para saltárselas -¿cuántas veces regresó a la isla Aída Nízar después de que el público la expulsara?-, pero, a estas alturas, todavía nos sigue sorprendiendo. Será que somos muy ilusos. O que el casting quedó circunscrito a Nacho Vidal y Suhaila, necesitando todos los demás concursantes motivos para, al menos, abrir la boca. Todo hacía presagiar una final carente de emoción y en esas nos encontramos.
De todos los concursantes que han pasado por la isla, algunos de los cuales ya ni recordamos -¿qué habrá sido de Isabel Rábago?-, el premio se debate entre un recuperado Nacho Vidal, que tuvo que irse una semana del concurso para acudir a un psicólogo y a nadie le pareció extraño, Rubén, ex Míster Universo, Christopher, joven adinerado, Rafi Camino, extorero y perezoso oficial del concurso, y Chabelita, firme candidata a llevarse el botín gracias al apoyo incondicional de las fans de su madre, ya que ella, hacer, hacer, no ha hecho mucho. ¿No sienten ya las ganas de quedarse hasta las dos de la madrugada esperando el nombre del vencedor? De ser así, les rogaríamos que nos indicaran el motivo, pues a nosotros se nos escapa.
Los grandes momentos
Pero no crean que todo ha sido tan negativo. Supervivientes 2015 nos ha dejado grandes momentos para la posteridad. A la hija de Isabel Pantoja recogiendo barro con la boca, a Fortu y su novia practicando el primer 'edredoning' -en una tienda de campaña- mientra Christopher y su madre cenaban al lado, a Nacho Vidal enseñando el secreto de su arte cada dos minutos -o eso dicen, ya que los espectadores solo lo hemos podido ver pasadas las doce de la noche y en el Debate-, a Carmen Gahona viniéndose arriba y cayendo en desgracia a los pocos días y a Lara Álvarez, presentadora en la isla y sustituta de Raquel Sánchez Silva, que ha dejado el pabellón alto y ha cumplido con su cometido con creces.
Tan solo nos ha hecho falta un superviviente nato para darnos más emoción, uno de esos que parece que han a marcharse a la primera semana y consiguen hacerse con el premio. Solo por eso, debería ganar Rafi Camino.
La revolución social que generó Belén Esteban en GH VIP dejó el listón demasiado alto para que Supervivientes pudiese llenar el vacío. La audiencia les ha acompañado, superando en muchos casos la de otras ediciones, pero aun así, nos hemos quedado con un regusto agridulce. ¿Ha ido bien? Sí. ¿Esperábamos más? También. Tal vez va siendo el momento de darle otro giro al concurso. Los cambios en televisión dan mucho miedo -si funciona, ¿para qué lo vas a tocar?-, pero Supervivientes necesita un replanteamiento integral.
Desde el papel del presentador hasta la organización de las galas, pasando por el Debate de los domingos -algo que sí consiguió modernizar GH VIP- y las eternas galas llenas de vídeos y conversaciones en la palapa -¿sabrán los responsables que esos son los momentos que todo el mundo aprovecha para ir a la cocina?-. Parece imposible pero cruzamos los dedos. El equipo lo tienen, solo les falta convencer a los de arriba.
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