Estábamos deseosos de que la segunda parte de ‘Un Príncipe para...’ llegara para rememorar los buenos momentos que dejó Corina y su harén de personajillos que querían conquistarla y que ahora pululan por distintos programillas fruto de su fulgurante carrera ‘famosil’.
Digamos que la novedad de la primera edición de este pseudo-reality radicaba en la genialidad de la postproducción de los genios que han inventado una nueva manera de contar historias a través de personas que se prestan a las chanzas infantiles. Pero precisamente eso, el carácter de los protagonistas del programa que emitió Cuatro el año pasado, era el caballo ganador al que se había apostado.
Nunca antes habíamos visto en televisión a cierto tipo de personas que, con un intelecto más que valorable, nos hacían pasar unos ratos increíbles frente al televisor. Pero por ellos mismos no se hacía el milagro. La productora Eyeworks, la encargada de hacer esos gags tan desternillantes, fue la verdadera ganadora, la única capaz de traer a la televisión un producto nuevo con el que triunfar. Los guiones, que estar, estarían, brillaban precisamente porque parecían invisibles. Parecía como si ni siquiera estuvieran forzados a nada.
Ahora, con la segunda parte, Eyeworks no ha sabido explotar su producto, que deja entrever imágenes sobreactuadas y caducas. La audiencia ya no se cree a los protagonistas de una trama que, sabemos desde el principio, tendrá un final feliz… a corto plazo.
Pasa igual con la mala idea que tuvieron al crear “¿Quién quiere casarse con mi madre?”, otro de los productos estrella de la productora al que quiso sacarle el jugo remanente de la versión contraria.
‘Un Príncipe para Laura’ debutó en Cuatro con un tímido 7,4% dejando un gran vacío a los seguidores que buscaban el trospidismo más puro en los nuevos pretendientes. Mismos chromas con diferentes personajes hacen de esta segunda edición un paraíso de lo antinatural. Un problema si los de Cuatro quieren afianzar su producto tróspido. Esa novedad que tanto nos hizo gozar y que ahora está en caída libre si nadie consigue salvarla.
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