Los representantes de Comisiones Obreras (CCOO) en Televisión Española empapelaron esta semana la sede de RTVE con una hoja reivindicativa que pasará a los anales de la insensatez. Este era el titular: "Televisión Española no debe colaborar en la difusión de la propaganda de los partidos de la ultraderecha". Así se iniciaba el texto: "La presencia de los líderes de Vox en las emisiones de RTVE dañan la democracia y la convivencia en España" (sic).
Continuaba con esta otra sentencia: "La entrevista prevista para el jueves en el TD2 al representante de Vox Santiago Abascal supone un blanqueo democrático impropio de un medio público". Y llegaba a decir esto: "Desde CCOO defendemos la censura preventiva contra Vox".
Lo más destacable de este texto es lo de la "censura preventiva". Hasta ahora todos los que hemos estudiado el tema conocíamos la existencia de la censura previa y la censura posterior. Asimismo sabíamos que existe la autocensura, término que lamentablemente está de moda porque se repite a menudo.
Este nuevo concepto de censurar preventivamente a un personaje público es digno de estudio, pero el problema es que quizás no exista un solo estudioso capaz de explicarlo con claridad. ¿Qué es exactamente la "censura preventiva"? Para entenderlo sería preciso que cada cual fuera al DRAE y se quedase con alguna de las acepciones de "prevenir".
¿Qué es "preventivo"?
Este concepto creado por el sindicato me recuerda a otro que hizo fortuna hace unos cuantos años. ¿Se acuerdan de la "guerra preventiva"? Era lo que el inefable George W. Bush defendía para invadir países como Irak. Consistía, básicamente, en hacer la guerra para prevenir la propia guerra. Siguiendo con la comparación, que por supuesto comprende ciclópeos matices, tan grandes como el tamaño de aquella mentira de "las armas de destrucción masiva" que iban a aparecer pero jamás aparecieron, los señores de Comisiones Obreras querrían censurar a Vox para prevenirnos de la censura Vox.
Parece más sencillo, por ser menos enrevesado, pensar que los señores de CCOO quieren prevenirnos de Vox y para ello piden censurar a dicho partido. Esta suerte de prevención ajena supone, claro está, tomar a los espectadores, a usted y a mí, a todos, como verdaderos idiotas porque seríamos incapaces de comprender el significado de las barrabasadas que pueda decir el líder de Vox. Ellos nos previenen porque necesitamos su inestimable ayuda para entender la realidad que tenemos ante nuestros ojos. Un argumento habitual entre los enemigos de la libertad.
No parece, en todo caso, que quien haya creado este concepto quisiera hilar tan fino. Quizás la cosa es más simple y lo que ocurre es que estos sindicalistas de la radiotelevisión pública abogan por censurar a un partido político porque discrepan de sus posiciones ideológicas pero carecen de capacidades para explicarlo con un lenguaje claro.
Un error demasiado obvio
Vivimos tiempos confusos en que hay que subrayar las obviedades. En este caso es más que obvio que el sindicato comete un grave error. Se mire por donde se mire, no tiene justificación lo que ha hecho CCOO -hasta dan ganas de escribir las siglas absurdamente, separadas de una en una, como en su día las pronunció Alfredo Urdaci al leer aquella sentencia histórica-.
No creo que en la historia de los medios de comunicación haya pasado alguna vez lo que ha pasado en este caso: representantes de periodistas defendiendo abiertamente la "censura". Un disparate. La realidad es que la hoja informativa de marras es una declaración más propia de un partido político que de un sindicato. Y, por ello, el resto de organizaciones sindicales y el Consejo de Informativos de RTVE han mostrado su desacuerdo con este comunicado tan desafortunado. Para comprobar la magnitud del error, solo hay que ver cómo ha aprovechado Vox la petición de CCOO para alimentar su victimismo respecto a los medios.
Los periodistas solo preguntan
Huelga decir que la clave de las entrevistas está en las preguntas que se hacen al entrevistado, sea quien sea el mismo. Los periodistas plantean las cuestiones. En ellas utilizan el principio de contradicción o los datos contrastables o la hemeroteca o todo eso al mismo tiempo para que el personaje se retrate tal y como es.
Habitualmente las preguntas son buenas, pero, aunque no lo sean, el personaje, en efecto, acaba retratándose a la perfección, como ocurrió con Arnaldo Otegi en TVE o con Nicolás Maduro en La Sexta, por citar un par de casos polémicos y recientes. Por eso es positivo entrevistar hasta al diablo. Y por eso todas las entrevistas son necesarias.
Los cordones sanitarios son cosas de los políticos. La labor de un medio, y más aún de uno público, es preguntar y no censurar previa, posterior o preventivamente.
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