Comienza El Arte de la Guerra con la siguiente frase: “Sun Tzu dice: la guerra es de vital importancia para el Estado, es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien”. Un buen día, un fondo de inversión decidió apostar 300 millones de euros en el grupo de medios de comunicación más influyente de España y comenzó una batalla por obtener rentabilidad.
Entonces, las más altas torres del capitalismo patrio reaccionaron y se iniciaron las hostilidades. Es la historia de Prisa y Amber Capital, que en estos días convulsos, de coronavirus y crisis, ha vivido su último capítulo. Esta vez, sin decapitaciones, pero con heridos de consideración.
El oyente de la Cadena SER y el lector de El País a buen seguro no había oído nunca hablar de Joseph Oughourlian hasta 2017. De hecho, quizá ni siquiera le conozca todavía. Sin embargo, es el dueño de casi 1/3 de las acciones de Prisa, el otrora poderoso imperio mediático de Jesús de Polanco y actualmente una embarcación con fugas de agua que bien podrían provocar su naufragio.
Oughourlian es un parisino con ascendencia armenia y residencia en Londres. En concreto, en el barrio de South Kensington, una zona de alto poder adquisitivo que se encuentra casi a los pies de Hyde Park. Se le podría definir como uno de esos tiburones de los mercados que retrató Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades, pero sería erróneo, pues demuestra cierto humanismo más allá del dinero. Le Monde remarcaba hace unas semanas en un reportaje su gusto por la ópera y su apoyo a las colectividades de armenios, un pueblo que aún se lame las heridas de un pasado complejo.
Como “la guerra es el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio”, este empresario ha decidido guerrear para recuperar todo lo que ha invertido en Prisa, una tarea que no se antoja sencilla si se tiene en cuenta la realidad económica del grupo, con una deuda de más de 1.000 millones de euros y con una evolución bursátil que ha hecho perder dinero a todos los accionistas durante los últimos años.
Una batalla y un pacto
La última batalla la ha librado contra Javier Monzón, el presidente del grupo y el hombre de confianza de Ana Botín (Santander, 4,1% de Prisa). En los últimos meses, Amber Capital le ha recriminado sus elevados emolumentos -340.000 euros en 2020- y le ha culpado de la paralización de varias de las operaciones que se encontraban sobre la mesa del grupo.
También maniobró para tratar de forzar su cese después de que fuera declarado como investigado en el ‘caso Púnica’ por unos hechos acaecidos mientras era presidente de Indra. El juez archivó su imputación el pasado enero, al no encontrar relación alguna entre Monzón y los contratos irregulares que investigaba.
La pelea entre Monzón y Oughourlian representa mucho más que una mera batalla entre consejeros. Basta con analizar la procedencia de ambos para cerciorarse de ello.
El segundo, entró en Prisa en un momento convulso, como fue la anterior década, cuando la compañía vivió la mayor crisis de su historia y tuvo que recurrir al auxilio de la banca acreedora y a inversores como Nicolas Berggruen, para salvar los trastos.
Javier Monzón llegó a la compañía un tiempo después de que abandonara la presidencia de Indra. Lo hizo en un momento en el que Santander y Telefónica decidieron tomar cartas en el asunto ante la deriva del grupo, en el que las urgencias financieras acuciaban, la operación de venta de Santillana no se completaba y el enfrentamiento entre Juan Luis Cebrián y Amber Capital se había enquistado en el Consejo.
Oughourlian siempre ha mirado con recelo a Monzón, según cuentas fuentes cercanas al Consejo de Prisa.
Oughourlian siempre ha mirado con recelo a Monzón, según cuentas fuentes cercanas al Consejo de Prisa. Esto se debe principalmente a tres cosas: primero, porque considera que acapara más peso en el grupo del que le corresponde a Santander. Segundo, porque cree que no tiene influencia en el sector institucional ni en el empresarial. Y, tercero, porque entre el bloque de accionistas que se arremolinan alrededor de Santander –entre los que se haya la familia Polanco- existe la sospecha de que Amber Capital quiere recuperar su inversión sea como sea, aun a costa de ‘desmontar’ el grupo. Algo que, evidentemente, ha provocado fricciones entre las partes.
Así pues, un fondo de inversión con poco más de 1.000 millones de euros en activos ha peleado durante los últimos tiempos con algunas de las mayores cabezas visibles del Ibex 35 por el control de las operaciones de Prisa, donde se han representado casi como en ninguna otra empresa española las características y los vicios del sistema del 78.
El último asalto
La batalla que mantuvieron Monzón y Oughourlian antes de la Junta General de Accionistas se cerró a pocas horas de la celebración de la reunión, cuando los dos bandos acordaron segregar Santillana del resto de la compañía para que la editorial no se vea ‘contaminada’ por el negocio de medios de comunicación.
En el horizonte, hay un proyecto que pasa por sacar a bolsa la filial digital del negocio de educación de Prisa, seguramente, en Nueva York. Joseph Oughourlian ha fiado la rentabilidad de su inversión al éxito de este proyecto, de ahí que haya presionado durante tanto tiempo para lograr aislar a Santillana del resto del grupo.
Desde el entorno del ‘viejo PSOE’ se empeñaron en filtrar hace unos días que Javier Monzón iba a ‘caer’ en la Asamblea de accionistas y eso iba a posibilitar a Pedro Sánchez la toma del control de El País. Cosa curiosa si se tiene en cuenta que este periódico ha mantenido una línea editorial amable con el Gobierno, salvo en días contados, como después de que el PSOE, Podemos y EH Bildu acordaran la –supuesta- derogación de la reforma laboral.
Al final, Monzón salvó la cabeza con el 1,7% de los votos en contra y con el 62,28% a su favor. Amber Capital se abstuvo como forma de protestar contra su gestión, pero no votó en contra, pues unas horas antes había firmado un armisticio a cambio de la citada promesa sobre Santillana.
La nueva normalidad en Prisa
En las últimas semanas, Oughourlian ha deslizado en su entorno la necesidad de profesionalizar el Consejo de Administración de Prisa y ha propuesto la incorporación de José Miguel Contreras, exconsejero delegado de La Sexta. Ahora bien, en ningún momento ha rechazado el nombre de Javier Moreno como director de El País. El único ‘pero’ que transmiten fuentes cercanas al fondo es el que cuestiona la cerrazón de Prisa a la hora de buscar personas que le permitan remontar el vuelo. Básicamente, porque siempre ‘pesca’ dentro del grupo y se cierra las puertas del mercado.
Con tantos intereses cruzados y tantos rumores en el mercado, hay quienes han perdido de vista que el objetivo de Amber Capital no es entablar una relación de amistad con Pedro Sánchez ni controlar El País. Ni siquiera defender los intereses de César Alierta, como argumentaba una de las más viejas teorías sobre las intenciones del fondo. En realidad, la pretensión de Oughourlian es sacar el máximo provecho posible de los 300 millones invertidos en Prisa; y, ante las dificultades para lograrlo, emplea el recurso de la guerra.
En fondo y forma, es un hedge fund. Ni más, ni menos. Otra cosa es que su ataque a los medios de comunicación 'del sistema' haya provocado episodios ciertamente pintorescos.
En Francia, cuando el establishment galo comprobó su intención de tumbar al editor de Lagardère, de repente surgieron las figuras de Nicolas Sarkozy y de Vincent Bolloré (Vivendi) para tratar de detener la operación. En España, ha tenido enfrente a lo más granado del Ibex 35 y a personalidades como Juan Luis Cebrián, quien, cuando se vio acorralado en el Consejo de Administración por Amber Capital y otros accionistas, que pedían que dejara el poder ejecutivo por la vía urgente, se levantó de la mesa y dijo algo así como: pues me voy a ver al Rey.
Quien crea que el negocio de medios de comunicación consiste sólo en gestionar medios de comunicación, se equivoca profundamente. Para muestra, un botón.