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El pueblo está triste porque Belén Esteban ya no es su princesa

A raíz de su enfrentamiento con Jorge Javier Vázquez en 'Sálvame' se está hablando mucho de fascismo, de intolerancia y hasta de machismo, pero poco de lo verdaderamente importante: estamos huérfanos 

Qué pena tan terrible. Nos hemos quedado sin princesa. El pueblo español está triste porque ya no puede tener a Belén Esteban como icono y referente. Su amigo y presentador de Sálvame, Jorge Javier Vázquez, le dijo con brusca rotundidad que ha perdido su trono. "Ya no representas al pueblo y lo tienes que aceptar". Cataclismo nacional. ¿Quién nos va a representar a partir de ahora?

A raíz del enfrentamiento entre las dos estrellas de Telecinco en Sálvame Deluxe y de las posteriores entregas de un culebrón que están inflando sobremanera la audiencia de la cadena, se está hablando mucho de fascismo, de intolerancia y hasta de machismo pero poco de lo verdaderamente importante. Porque lo relevante es que esta España que por fin ha entrado de lleno en la nueva anormalidad se ha quedado huérfana sin su princesa más auténtica. Sin ella, no somos nada. La necesitamos. 

Para ser más exactos, Vázquez dijo esto que ya recogió Vozpópuli: "Belén Esteban ya no representa al pueblo y lo tiene que aceptar. Yo tampoco y lo siento, pero no. El pueblo no vive en un chalet con piscina en Paracuellos. Tampoco cierra una discoteca para hacer su cumpleaños. El pueblo no sale con Rosalía y cena con Pablo Alborán. Yo vivo en una casa estupenda. Ni ella y ni yo vamos a tener problemas económicos. Vamos a dejar de mirar ese aspecto porque ya no somos el pueblo". Qué discurso. ¿Ustedes también han llorado? 

La clave, como casi siempre, está en el adverbio. "Ya". Es decir, Jorge Javier da por hecho que él y Esteban en el pasado sí fueron príncipes de este pueblo ajado que los necesitaba para identificarse con sus problemas y aventuras

La clave, como casi siempre, está en el adverbio. "Ya". Es decir, Jorge Javier da por hecho que él y su otrora amiga Esteban sí fueron en el pasado príncipes de este pueblo ajado que los necesitaba para identificarse con sus problemas y aventuras, para tragarse sus frivolidades, perdonar todos sus errores y, por supuesto, adorarlos como miembros de una estirpe supuestamente especial por ser popular. Ahora ambos habrían perdido ese estatus por haberse llenado los bolsillos demasiado y haber alcanzado demasiada popularidad, según confesión propia. 

La discusión entre ambos, príncipe y princesa destronados, se está llevando permanentemente al terreno político, como si ella representase a la derecha por estar indignada con la gestión de la crisis que ha hecho el Gobierno y como si él representase a la izquierda que defiende al Ejecutivo y da lecciones de antifascismo. Craso error de los propios interesados, inmersos en un mundo que no es el suyo y donde manifiestan bastante ignorancia. 

Aquí estamos hablando de seres de la realeza, aunque sea de saldo, que por su naturaleza están por encima de las batallas ideológicas

Aquí estamos hablando de seres de la realeza, aunque sea de saldo, que por su naturaleza están por encima de las batallas ideológicas. Su pelea siempre debería ser sucesoria, pero se han metido en un terreno escabroso, acaso porque es cierto que ya han perdido sus galones de antaño. Parece, incluso, que luchan encarnizadamente porque saben que se avecinan tiempos convulsos y tienen que ganarse el fervor de la plebe (o del jefe) para no acabar guillotinados. O, dicho de otra manera, da la sensación de que hasta en Sálvame abundan el miedo y los nervios porque esa crisis salvaje que se avecina, con unas previsiones del FMI para España que asustan al propio miedo, también repercutirá en la televisión.

Todo suena muy dramático en este lío, incluidos los reveladores y abultados datos de audiencia de Telecinco en los últimos días. Pero no teman, ella, la única e indispensable, no está perdida. Como el pueblo siempre ha sido voluble, nuestra maravillosa Belén, que ahora parece hundida, volverá a ser aclamada por los televidentes. Hay esperanza para nuestra princesa. 

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